CAPÍTULO 41: TE QUIERO.

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Robert me miró, evaluando mi ropa, y una media sonrisa se coló en sus labios. Sonreí de vuelta, me quité la bata y le invité a que se sentara a mi lado. Me sorprendió con un hermoso ramo de tulipanes, a lo que agradecí con un beso.

—¿Te gustan las sorpresas? —preguntó mientras nos besábamos de nuevo.

Sonrió. —Si son así de lindas, siempre amaré las sorpresas.

—No te parece que estas vestida un poco... —se detuvo un momento— ¿diferente para el trabajo? —preguntó.

Lo miré extrañada, luego sonreí. —¿Diferente? ¿Con diferente te refieres a que Robert? —pregunté con curiosidad—. ¿No te gusta?

—¿Cómo crees que no me va a gustar? Si te ves muy bien, me encanta como te ves —aseguró—. Por mí que te vistieras así siempre —dijo sonriendo—. Me refiero a que... bueno atiendes a muchos pacientes aquí, y estoy acostumbrado a verte vestida diferente, pero no es que no me guste. Me gusta.

Sonreí. —Entiendo —asentí—. Pues no te preocupes, me vestí así preciso porque hoy tenía pocas citas y solo atendí a damas, si es lo que te preocupa —dije, vi como sonrió creo que se relajó un poco, reí para mis adentros al pensar que estaba celoso.

—Ah bueno, eso me hace sentir mejor. Creo.

—Bueno, pero si debo decirte algo que me paso hoy... —repuse, asintió así que hablé y le conté lo de Gregory.

Fue un permanente cambio de expresiones de su parte, desde sorpresa y preocupación hasta enojo y rabia. Al final estaba más tranquilo.

—¡Ya! Ya no más —dijo parándose de la silla—. Ese hombre ya me sacó la paciencia, Cata. ¡Volvió a irrumpir en tu casa! Creo que es hora de que yo hablé con él y la policía también, se está pasando de la raya.

—¡Si ya se! —dije parándome también y acomodándome frente a él—. Pero, ¿sabes? Creo que en parte fue bueno escucharlo, era lo que quería. Así si vuelve a buscarme con esa excusa tendré como quitármelo de encima.

—Eso espero. Sino, la próxima vez yo me encargaré de hablar con él...

—Tranquilo, todo va estar bien él ya no intentara nada —dije acercándome y rodeándole el cuello con mis brazos, a lo que él respondió rodeándome de la cintura y llevándome más cerca de su cuerpo. Me miró con fijeza.

—¿Sabes que me encantan tus labios? —Asentí sonriendo—. ¿Y que me gustan aún más cuando los pintas de rojo? —Asentí de nuevo algo ruborizada—. ¿Así como sabes que te amo?

—¡Claro que sí! Así o un poquito más te amo yo también. —Al terminar de decir eso nos besamos. Era inevitable no empezar a sentir cosas dentro de mí, de repente sentía que era muy difícil despegarme de él y no sabía si le pasaba lo mismo ya que sentí como me apegó más hacia él. Aun besándonos nos empezamos a mover por medio del consultorio como buscando un lugar en el cual asentarnos. Otra vez el deseo se había apoderado de ambos.

***

Para Robert, era totalmente inevitable dejar de besarla.

Esos labios podrían llegar a ser fácilmente su perdición y no le importaría. Desde que la vio cuando llegó al consultorio sintió muchos deseos de tenerla como la tenía ahora, contra él y en un gran beso que podría no tener final. Quería acomodarse mejor porque estar de pie no era muy satisfactorio, así que empezaron a caminar aun besándose por el consultorio.

Se apoyaron contra la puerta, contra la pared, pero no se sentían del todo comodos. Siguieron dando vueltas y tropezaron varias veces con los aparatos que habían por todo el consultorio. Entraron al baño, pero salieron ya que Cata dijo que no era muy higiénico en un hospital, estuvieron a punto de acomodarse en la camilla, pero ella pensó que tampoco era buena idea. Hasta que ambos vieron en el escritorio una buena opción, sonrieron cómplices, y rápidamente la tomó de la cintura y la acomodó encima del escritorio donde ella le ayudo a quitar algunas de las carpetas y demás cosas que habían allí.

Se siguieron besando con cierto toque de desesperación y Robert no lo pensó dos veces antes de pasar sus manos por debajo de su falda y acariciar esas piernas que tantas veces había deseado tocar, lo que hiso que sintiera algo punzándome la entrepierna al tiempo que también sentía como su piel se erizaba. Le rodeó con sus piernas y le pegó a su cuerpo al tiempo que le quitaba el chaleco rápidamente al igual que la camiseta lo que los obligó a separarnos por un momento. Sin querer quedarse atrás, Robert sacó su blusa de la falda y empezó a desabrochar sus botones con algo de afán cuando sus ojos se encontraron con su sostén de color piel hecho de encaje, terminó de sacar su blusa y se besaron de nuevo.

Cata pasó sus brazos por el cuello de Robert, abrazándole, y él igual le abrasó por la espalda jugando con la parte de atrás de su sostén. Le besaba los labios, pero se dirigió un poco hacia abajo besando su cuello, su clavícula y devolviéndose hacia su hombro el cual mordió levemente mientras sentía como ella ponía sus manos en su cabello jugando con él. Sonrió al sentir una risita juguetona de parte de ella al ver como saltaba sorprendido cuando sintió como una de sus manos bajaba por su abdomen hasta la pretina del pantalón donde se unió a su otra mano. Rápidamente soltó el cinturón, el botón y bajó el cierre, y él no pudo evitar un gemido al sentir como pasaba su mano por encima del bóxer acariciando su miembro prácticamente erecto. Ahora ella parecía que disfrutara verle algo agitado ya que seguía riendo, volvió a besarle mordiendo sus labios y cuando sintió que estaba a punto de meter su mano en el bóxer escuchó un ruido ensordecedor que hizo que se parara rápidamente y presionara el botón de un teléfono pegado en la pared, seguidamente escuchamos una voz a través del citofono mientras la observó concentrada en escuchar lo que decían al otro lado.

<<Doctora Quintero, se necesita urgentemente en la sala de urgencias. Doctora Quintero, intervención urgente, paciente con infarto de miocardio espontaneo. Por favor diríjase a la sala de cirugías del piso número cinco>>.

Cata suspiró profundamente, le miró con la cabeza gacha y sonrió tímidamente. Se acercó y se sentó de nuevo en el escritorio mirándole. No sabía que decir.

—Dios, Rob, lo siento... Lo siento de verdad —dije lamentando lo que estaba pasando.

—No te preocupes mi amor, es tu trabajo —dijo él acomodándose de nuevo el pantalón y recogiendo la camiseta del piso.

—¡Si, ya lo sé! Pero es que casi... Dios Robert, tenía tantas ganas... Siento haber dejado esto así —dije recogiendo mi blusa y empezando a ponérmela.

—Yo también quería, pero ya será en otro momento, sin afanes y en un lugar mucho mejor —respondió terminándose de poner el chaleco y ayudándome a abotonar mi blusa. Lucia estresada —. No te preocupes, todo está bien.

Sonreí de medio lado. —Gracias, eres tan lindo y paciente Rob, no lo merezco.

—Claro que si lo mereces. Mereces eso y más. Ya, tranquila —dijo terminando de arreglar mi blusa, acarició mi rostro y tomó mi mano para darle un beso, sonreí—. Ahora ve y salva ese corazón, te llamo luego.

Sonreí de nuevo y me despedí de él con un tierno beso, cogí mi bata y salí con rapidez del consultorio.

Robert se sentó de nuevo en la silla y miró el desorden que había en el escritorio. Sonrió algo frustrado pero tranquilo.

Mientras se le pasaba el acaloramiento decidió arreglar un poco el desorden que habían alcanzado a hacer, al tiempo que recordaba cada beso y cada caricia. La verdad es que, aunque siempre eran interrumpidos, sabía que podía ser paciente, y en parte quería serlo. No quería que su primera relación íntima fuera a las carreras y mucho menos en un lugar no tan adecuado. Seguro llegaría el momento adecuado y el lugar y quería que fuera especial.

Antes de salir del consultorio, tomó un tulipán de los que le había traído y lo puso en el escritorio junto a una pequeña tarjeta donde le dejó un mensaje.

"Mi cielo, no te preocupes. Todo pasará en el momento y lugar adecuado, tendré paciencia porque te amo y porque ese momento será especial.

Con amor, Robert."


En mi corazón (Robert Downey Jr.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora