CAPÍTULO FINAL: 76. NADA MAS QUE AMOR

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CINCO AÑOS DESPUÉS

—¡Robert! —gritó Allyson desde la casa—. ¡Faltan más platos!

—¿Platos? —respondió entrando a casa—. Pensé que serían suficientes...

—¡No me digas que olvidaste comprar más platos Robert! —regañó—. Con tantos invitados que trajiste, ¿cómo no?

—¿Que yo traje? —preguntó con gesto exagerado.

—No los ha traído Christine... —respondió sirviendo más pasabocas—. No creo que ella haya hecho amistad con los más de cien invitados que hay —habló—, si acaso diez son niños...

—¡Ja! ¡Eureka! —exclamó Robert sacando de un cajón otro paquete y pasándoselo a Allyson—. Sabía que había más platos...

—¡Papi, papi llegó tío Jude! —Christine entró gritando, detrás de ella, Jude llegaba con un gran regalo. Robert la alzó en brazos.

—Hey Robert, que bien te ves —dijo Jude sonriendo—. Mira preciosa, tu regalo...

—¡Súper tío Jude! —dijo recibiéndolo y pidiéndole a su padre que la bajara, salió corriendo de nuevo hacia el jardín.

—Y así es, les ofrecen algo y se van... —repuso Robert, Jude sonrió y Allyson salió a repartir más comida.

—¿Y cómo has estado? —preguntó.

—Bien, sabes que me ha tocado pesado estos años, pero mi princesa lo vale todo —respondió sonriente—. Hasta esto... —dijo señalando su cara después de haberse ofrecido como voluntario de las niñas y de que le pusieran una corona torcida y maquillaje donde no debería de haber.

Jude rio. —Bueno, es el mundo de las mujeres querido Downey —dijo, Robert sonrió mientras le servía una copa.

Era el cumpleaños número cinco de Christine y como todos los años han festejado esta no era la excepción.

Ser padre por tercera vez y que esta vez haya sido de una niña era una de las cosas más bellas que Robert había podido experimentar en su vida. Era demasiado diferente a criar hombres, se requería de sensibilidad y de tacto, pero ha sabido aprender o por lo menos lo ha intentado. Además, Christine inspiraba cualquier tipo de buen trato. Era una niña noble, hiperactiva, de un humor increíble que Robert creía había heredado a él, dulce, fuerte, sensible, inteligente... Estaba seguro de que sería una gran mujer, igual que su madre por quien su amor nunca ha permanecido intacto, sino que cada día ha crecido más.

Dio tres golpes en la habitación, pero al ver que no respondió, abrió levemente y la vio sentada, concentrada escribiendo sobre el escritorio y con una caja de pañuelos a un lado.

—¿Mi amor? —preguntó, ella le miró y sonrió—. ¿Qué haces? Ya casi hay que partir el pastel...

—Escribo una carta para Christine...

—¿Una carta? —preguntó sentándose a su lado—. ¿Se la darás ahora?

—No, solo hasta que tenga quince años —respondió, él frunció el ceño.

—¿Quince? ¡Pero eso será hasta dentro de diez años! ¿Por qué no ahora?

Catalina sonrió. —Porque en esta carta hay un lenguaje que aún no entiende —dijo—. Además, no seré yo quien se la entregue, serás tú... —agregó.

—¿Yo? —Robert enarcó una ceja—. No te estoy entendiendo Cata...

—Robert el hecho de que haya pasado mi tiempo de esperanza de vida y aun siga aquí no quiere decir que este bien —respondió—. En cualquier momento mi corazón puede seguir su descenso y puede que para dentro de diez años ya no esté aquí...

En mi corazón (Robert Downey Jr.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora