Capítulo 29.

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Capítulo 29.

-Claro, ¿por qué no? -sonreí.

La preocupación se fue de su rostro, y me dejó ver su perfecta y reluciente sonrisa. 

Ahora, con un peso menos, todo era más tranquilo. Él se mostraba más relajado, confiado de sí mismo y en parte me gustó. Comenzó a hacer chistes sin sentidos, caras graciosas, deslizaba lentamente hacia mí miradas cómplices, coquetas y provocadoras, pero lo que más me asombraba era que era lo suficientemente discreto para que yo no me diese cuenta.

-¡Para, Louis! Me duele el estómago -dije, tocándome este. 

Las carcajadas hacían a mi cuerpo moverse de un lado al otro, sin poder tomar una bocanada de aire.

-¡No he dicho nada! -se excusó él.

Me sorprendió el hecho de que él era abierto, contaba sucesos por los que había pasado sin atisbo de vergüenza o de pena: como si no quisiese deshacerse o lamentarse de algo que pasó. Era una persona divertida, enérgica, extrovertida. Atractiva. 

Lamenté que sonase la campana, obligándome a asistir a la siguiente clase. No quería ir.

No porque Química no fuese mi fuerte, lo cual justamente no era pero no implicaba un problema, la situación era otra. No quería irme. Quería seguir hablando incoherencias con Louis, pero mi mente se tranquilizó cuando recordé que él me pasaría a buscar en la puerta de mi última clase e iríamos a un Starbucks, situado junto a una plaza y frente a un centro comercial de Londres.

(...)

Louis se recostó sobre el casillero siguiente al mío, cruzado de brazos. El aire a superioridad que manaba de él, era como un imán, el cual muchas no pudieron ignorar cuando pasaban a su lado.

Dejé el último libro e intercambié unas únicas hojas de la carpeta. Cerré el casillero, y Louis se incorporó, como despertando de un sueño. 

-Despierta, princeso.

Él sonrió, y cogió mi mano, detenidamente. Dedicó una última mirada a mis ojos y me guió afuera de la escuela.

Todos salían de allí y se encaminaban a sus respectivos coches, motos o desperdicios de chatarras. La oleada de adolescentes, se detenía a despedir algún que otro amigo, pero Louis siguió tirando levemente de mi brazo, enseñándome el camino.

Apenas tiraba de mí y su mano rozaba la mía delicadamente, como si fuese una muñeca de porcelana fría tan delicada como una gota de agua cristalizada. Era tan caballero que asustaba.

-Y este... es Bruss -dijo, en tono teatral.

Una camioneta Audi Suv de color negro, se posaba ante mis ojos. Me quedé con la boca abierta. Era completamente hermosa, elegante, lujosa. 

Cuando entré, aún seguía con la mandíbula por el suelo. La cuerina que cubría los asientos aún contenía un olor a nuevo, y se sentía reconfortante contra mi piel. El coche mantenía ese olor peculiar de cuando apenas fue lavado. Enrroscado en el espejo retrovisor, colgaba una figura de cartón en forma de pino con puntas sobresalidamente acentuadas. Eso mantenía el olor.

-Bien... ¿te gusta? 

-¿Que si me gusta? ¿Cómo conseguiste este coche? -dije aún sin salir de mi estado de shock.

-Bueno... digamos que no soy pobre -se encogió de hombros, dándole marcha atrás a la camioneta-. Mi padre me la regaló -susurró.

(...)

Ambos pedimos dos frappuccino de chocolate blanco, llenos de crema. Louis dio la idea de caminar por el parque, mientras hablábamos. Y eso hicimos.

El parque, pintoresco y lleno de alegría. Niños corrían de un lado al otro y gritaban tras una pelota. 

Yo, con Louis, caminábamos lejos de todo eso, hablando sobre nosotros, conociéndonos.

-Cuando tenía 11 años, mi papá formó otra familia... -concreté.

-Cuando tenía 8 años, mi madre se fue de casa porque no quería hacerse cargo de mí... 9 años después volvió cuando mamá ya se había casado. Aparenta ser un padre presente, pero no lo es.

Aprendí muchas cosas de Louis, tristes, divertidas, vergonzosas, patéticas y aburridas: como si lo conociese de toda la vida.

Tenía la mejor personalidad que jamás había visto, y admiraba su forma de ser. A pesar de que su padre lo abandonó, él seguía siendo agradable y demasiado caballero. ¿Habría salido de un cuento de hadas?

-Entonces, corrí aún más. ¡El policía se esforzaba por alcanzarme y terminó cayéndose!

-¿Cuántas travesuras has hecho? ¡Mi vida es patética al lado de la tuya!

Él soltó una risita, y clavó sus ojos en mí. Su mirada azul me hizo estremecer, pero seguimos nuestro camino. 

«Me tomaré todo el café solo para ahogar estas mariposas.»

Los pelos se me erizaron, tenía a Louis mirándome fijamente, y le devolví la mirada. Nuestros pasos cesaron, y él me miró desde arriba, a causa de su altura. Relamió sus labios. ¿Quería provocarme? ¡Lo estaba logrando, maldita sea!

Se acercó más. Me quedé inmóvil, pero él no.

Unió nuestros labios, despacio y suave. Pasó las manos por mi cintura y me estrechó a él. Las cosquillas en mi estómago me mataban. Aún era presa de un ensueño particular, y esclava del temor de despertar.

Por inercia, pasé las manos por su cuello, y jugué con su pelo, tirando levemente de él, dándole algo de dolor.

A paso lento, el ritmo del beso aumentaba, pero seguía siendo pausado, y al compás. Louis tiró el café a un lado, y yo dejé caer el mío, justo antes de que me estrechase más a su pecho.

Sus labios eran suaves y húmedos. Pero tentadoramente sensuales, sin mencionar cómo eran en aquel beso. Estos se deslizaban derritiéndose sobre los míos. Se acoplaban tan bien a los míos que dudé, irónicamente, si era una coincidencia. Nos separamos a tomar aire, pero volvimos a unirnos, prácticamente desesperados.

Sentí como Louis se sacudió, debido a un escalofrío. 

Me mordió el labio, sin importar que dolió un poco, lo dejé. Me encantaba. Lo fue soltando muy despacio, lo cual fue una tortura tentadora y extasiante, pasando sus dientes por este, dejándome un camino de dolor y lujuria en mi labio inferior. Se separó lentamente, y limpió su boca, avergonzado.

-Lo... lo siento.

My Trouble (Harry,Louis&Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora