Capítulo 63.

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Capítulo 63.

-Sí -contesté-. ¿No quieres casarte con alguien y tener hijos? 

-Sí, claro -respondió, confundido-. Sí, pero... con la chica correcta.

Fruncí el ceño.

-¿Crees que... la encontrarás? 

-No estoy seguro, pero creo que ya la encontré.

Gracias al fuego que estaba frente a nosotros, mis mejillas ya portaban un color rojizo, por lo que no se notaba cuan sonrojada estaba. Pero, ¿qué estaba pensando? Yo no era la chica correcta.

-¿Quién? -susurré. Rogué en mi fuero interior que no se notara el fino hilo de voz que traía.

-No podría decírtelo.

Miré otra vez al fuego, apartando la vista de él. El fuego que él había hecho, para calentarnos, afuera de la casa, mientras el frío estaba alrededor de nosotros. No obstante, éste no nos tocaba, nuestros cuerpos estaban muy unidos que no dejaban parar ningún rastro de aire frívolo. 

Harry se estrechó contra su pecho, y puse mis manos, cubiertas por el suéter de mi amigo, bajo mi garganta, tiritando de frío.

-Mejor vamos adentro. 

-No -me apresuré a decir-, quiero estar aquí contigo.

Él me miró durante un instante, asintió sonriente como si fuera lo mejor que podría haberle dicho, y continuó dejando su calor en mi cuerpo. 

Por primera vez en dos días, me sentí tranquila. La razón de mi descontento mental se debía a que yo sabía algo que me destrozaba por dentro, y que había sido muy cobarde de admitir, -aunque tampoco lo admitiría ahora-, pero estar allí, con él, me hacía despreocuparme de todo. Como si soltara la mochila que portaba ladrillos, que chocara contra el suelo, y pudiera mover los brazos con tranquilidad, respirar, sin importarme nada más.

No sabía decir por qué era él quien me hacía desaparecer del mundo, dejando atrás una preocupación que tenía, cuando no debería ser él quien me tranquilizara. ¿Por qué? Porque Harry era justamente la razón de todo.

-Nena, es enserio, estás congelada -susurró.

-Lo sé.

Tenía razón, porque cuando hablé, mi respiración se transformó en una pequeña nube de viento helado, como si fuera humo. Pero no quería alejarme de él...

-Vamos. -Comenzó a levantarse, y lo imité-. Además, está por llover.

-Lluvia, frío, ¿qué más? -Bufé.

-¿En serio, Timothy? -Sonreí al oír otra vez mi apellido, como solía llamarme en ocasiones-. ¿No es eso lo que te gusta? ¿Lluvia, frío, café, un libro y una ventana para ver las gotas de la lluvia?

-Es realmente molesto que me conozcas tanto...

-No. Porque te conozco, y sé que eso te encanta.

(...)

-¡Este calefactor es una mierda! -comentó Harry, exasperado.

Lo miré, aún con su suéter cobre mi piel, pero sin usar mis jeans. Pero como su prenda de rota me llegaba hasta más abajo de las rodillas, no necesité ni vaqueros.

Con una nueva taza de café en manos, sonreí viéndolo pelear con un aparato que tal vez no funcionaría para mañana.

Afuera comenzaba a llover estrepitosamente. Los truenos sacudían las paredes de madera, y llegaron a asustarme a mí. No podía explicar el frío que hacía. 

-¿Qué es esto? -preguntó desde la cocina.

Caminé hacia él. En el suelo había unos platos de plástico para animales. ¿Qué hacía eso ahí...?

-Estoy seguro que mamá no mencionó nada sobre una mascota -aseguró. 

Me encogí de hombros, me acerqué, y comprobé que aún había agua limpia en uno de los platos. Harry me miró, esperando una respuesta, pero respondí con otra encogida de hombros.

-Mejor vamos a dormir.

Ah, claro. Debía dormir con él.

Había solo una cama.

Y estábamos solos.

Ahora comprendía a Louis. Pero, ¿él no confiaba en mí? Yo..., yo no quería a Harry de esa manera. Repetí eso en mi mente tantas veces que tal vez me lo habría creído.

Ahora, recostados en la cama, mirábamos al techo, quietos, cautelosos, nerviosos y muertos de frío. Moriría por encontrarme entre sus brazos, por lo que me acerqué a él y le levanté el brazo, obligándolo a abrazarme. No se negó a ello, en cambio, volvió a besar mi cabeza y suspiró. No importaba cuantas mantas lleváramos arriba, sus brazos me brindaban más calor.

-¿Qué...?

Sentí un frío líquido en mi nariz. Seguido por otro, y otro. Tres gotas.

Me levanté, sobresaltada, y maldije. Harry me miró confundido, hasta que a él lo tocó una gota. Repitió mis acciones y miró a la cama, sorprendido. 

Perfecto. Se supone que si tu madre y lo que vendría a ser una tía te dan una cabaña para que estés una semana con tu mejor amigo, no debería conllevar morirse de frío, tener goteras, y por error propio, no llevar ropa abrigada. No podía quejarme, tal vez a ellas les había costado mucho darnos esos ''lujos''.

My Trouble (Harry,Louis&Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora