Pequeños poemas en prosa

A mi único deseo

Cuán difícil sería borrar una palabra en silencio, así como borrar su imagen que acosa mi mente día y noche, atormentando mis sueños, y endulzando mis pesadillas...

Si tan sólo pudiera contemplar su alma, como quien contempla el firmamento maravillosamente adornado con la tenue luz de las estrellas, tal vez, aunque sea por sólo un momento, mis esperanzas brillen con más fuerza que un millón de soles en esta eterna oscuridad...

Pero es su mirada la que me cautiva, y la que me hace suspirar en suave y perpetua agonía, volviéndome vulnerable ante el delirio y el dolor... tan sólo porque él es mi razón de ser... Él es mi sueño, mi deseo, y mi imposible realidad...

Y es él aquel que despierta en mí un sentimiento más profundo que el mar, y más vasto que el propio universo...

Me es prohibido amarlo, pero mi corazón se empeña en hacerlo, pues nuestras mentes y almas están destinadas a que permanezcamos juntos, para formar así un nuevo mundo, perfecto para los dos, donde no existirá ni el dolor, ni la soledad...

¡Por la infinidad del cosmos! ¡Si él supiese lo que es!

Su dulce voz sería música para mis oídos... el mayor deleite...

Si pudiera besar sus labios, probaría de ellos el más puro néctar de la vida eterna, remedio perfecto para esta pobre mortal desprotegida...

Su calidez sería tan inmensa, que hasta el mismo sol se avergonzaría de llamarse ardiente...

Y sólo por una caricia suya, sería capaz de entrar al cielo, y robar la más hermosa de las estrellas, que ni ella, con toda su belleza y esplendor, podría equipararse a la del alma de mi amado...

Su sonrisa haría que cualquier avecilla en libertad, se vuelva cautiva por su propia voluntad...

Si pudiera perderme en la inmensidad de su mirada, el tiempo dejaría de correr, y desaparecería en las sombras de medio día, para ocultarse en la luz de media noche...

Mi fortaleza se vuelve tan volátil, como una hoja en el árbol, danzando al compás de la brisa matinal; y tan variable, como la luna, que, al pasar de las noches, cambia de silueta...

Soy tan frágil, y tan vacía cuando estoy sin él...

Nadie jamás podría llegar a comprender el dolor que siente mi pobre alma al saber que nunca podré tener un roce de mi mano con la suya... preferiría poseer sólo un segundo para hacerlo, que vivir toda una eternidad sin ello...

Quisiera abrazarlo, y poder derretir mi frialdad con el calor de su cuerpo...

Desearía tenerlo a mi lado, y percibir ese sutil aroma que me enloquece, y que supera al perfume de las rosas que se precian de ser bellas, pues sentirían envidia porque él es el más divino ser que puebla mi corazón...

Y ni los ángeles podrían desterrarlo de mis sueños, porque él es el único dueño de mi vida, y sólo él decidirá si termino en el cielo, o el infierno, pues he permanecido demasiado tiempo en el limbo por su ausencia, esperando pacientemente el momento de su arribo...

Y su nombre... ningún epíteto podría compararse con la belleza de su nombre, ni tampoco serviría, porque él lo es todo para mí...

Sus palabras serían tan llenas de sabiduría y persuasión, que no me negaría a cumplir todas y cada una de sus peticiones...

Y es que lo amo... lo amo tanto... lo amo como ningún otro ser a llegado a amar a alguien...

Daría lo que fuera por él... daría mi mente... daría mi alma, mi corazón, mi espíritu, mi vida entera... daría incluso hasta lo que no podría tener...

Él es mi sol, mi luna, mis estrellas, mi infinito universo...

Y yo le pertenezco toda...

Pero él no está...

Nunca estará...

Él surgió de mi mente, para alojarse en lo más profundo de mi corazón...

Él surgió para saciar este torrente de deseo, que no me dejará morir en paz, porque me perseguirá por siempre y para siempre...

Él...

Sólo él...

Él es mi locura... mi obsesión...

Él es el fuego que me quema lentamente, consumiendo lo poco que queda de mí...

Es él...

Mi amor imposible...

El que nunca encontraré, aunque inicie la mayor búsqueda jamás realizada...

Porque es él...

Sólo él...

Mi único deseo...