De esperanzas y confusiones

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El dolor valió la pena...
Hoy me han devuelto la esperanza que creí perdida...
Esa frágil llama que, aun débil, sigue brillando latente dentro de mí...
Sin embargo, la confusión surca de nueva cuenta los rincones de mi mente...


Oh, muchacho de mirada ausente y curiosa, ¿qué es lo que pretendes?
¿Debería fiarme de tu actitud extraña?
¿Podría creer que sólo en tu presencia dejo de ser ese fantasma desdeñado con el que me he identificado siempre?
Si tan sólo no denotaras tanta insistencia al posar en mí tu vista, quizá yo no tuviera que sentirme tan vulnerable...


Pero, ¿qué fuerza invisible es esa que emana de tus ojos y que me despoja de cualquier armadura que yo me esmere en forjar?
Aún ignoro esa magia furtiva que sólo en mí causa su efecto...
Todavía no consigo descifrar aquel enigma que a tu esencia envuelve y que me quita el aliento en tu cercanía...


Oh, mi querido muchacho de identidad desconocida, ¿qué has podido hacer para gustarme tanto?
¿Qué tiene tu presencia que me agrada y, al mismo tiempo, me intimida?
¿Qué es lo que tiene tu mirada, que hace que no pueda sostener la mía?


Ha pasado mucho tiempo desde la primera vez que nos vimos, y no sabes cuánto ahonda en mí esa intriga..
¿Cómo puede ser posible que, después de dos años y cien días, sigas observándome con la misma intensidad de antes... con la misma fuerza de siempre?
A veces me convenzo de que es sólo cosa mía... pero cuando te hallo vislumbrando mi persona, es entonces cuando la duda retorna y se aloja nuevamente en mi cabeza, convirtiendo cada pensamiento en agonía... cada pregunta en tormentos de incertidumbre...
Haces que el tiempo se ralentice o se acelere al antojo de mis latidos... esos golpes palpitantes de un corazón que está a la deriva, a merced y espera de una mínima señal que lo dirija a puerto seguro... o a un penoso y eterno naufragio...


Dime, muchacho de porte gallardo y al mismo tiempo descuidado, ¿será que alguna vez podré tener el valor de hacerte frente y devolverte la mirada que hasta ahora me dedicas?
¿Podré alguna vez regalarte esa sonrisa que se ha mantenido encarcelada entre mis labios desde hace tanto, y que lleva tu nombre aunque no lo sepa todavía?
Me pregunto si algún día llegaré a quererte como hasta hace un tiempo atrás podía... antes de que destrozaran este corazón que aún no termina de reconstruirse...


Oh, mi querido muchacho de pausado andar... si supieras cómo te pienso todo el día...
Si supieras las historias que teje mi cabeza... recabando en mis memorias y exagerando esta realidad en demasía...
Aún me cuestiono si podré quererte realmente, o si eres la excusa perfecta que ando buscando para sentirme de nuevo viva...
A veces temo que no seas más que la personificación de mis temores infundados...
De esa filofobia que es sólo mía y que no me permite avanzar más allá de lo necesario...


Ah, muchacho... mi querido muchacho...
Muero de ganas por saber cómo es un instante en tu compañía...
Muero de ganas por escuchar una palabra tuya, hacia mí, dirigida...
Cuánto daría por librarme de esa duda que insiste en quedarse en el pensamiento... y que sólo está dispuesta a marcharse cuando seas tú quien me lo diga...
Cuando seas tú quien aleje toda inseguridad y termines confesando o negando lo que, hasta ahora, se mantiene en un simple supuesto... en una idea mía...


Oh, desasosiego... ¿sería ése el epíteto adecuado para describir lo que en mí despiertas?
Porque después de este día, ya no hay cosa en la que pudiera distraerme... salvo tú, muchacho de mirada ausente... en quien pienso, a quien escribo y a quien quisiera conocer, si no tuviera tanto miedo...

Pequeños poemas en prosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora