A dos años de la letal estocada.
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Después de la más dolorosa de las caídas, no creí que pudiera levantarme otra vez. Pero pude porque allí estabas... eras testigo... pero lo que no sabía es que también eras la causa...
Me encariñé tanto contigo, que me dejé cegar por tu amabilidad, y me hice a la idea de que estarías siempre. Estaba tan decepcionada y tan sola, que un simple gesto bastaba para devolverme la fe en otro ser humano que tanta falta me hacía...
Jamás me permití cuestionarte porque yo misma dicté que no era necesario; que bastaba con que tú fueras tú y nada más. Debí estar consciente de que en algún momento algo sucedería, pero quise ponerme la venda sobre los ojos y convencerme de que estabas allí. Todo eso fue culpa mía. Olvidé que eras un simple ser humano y te consideré mi mejor amiga. Te otorgué un título, un pedestal, y una lista interminable de virtudes (muchas incluso, por mí, inventadas) porque para los defectos no había lugar. Sólo quise ver un reflejo o una extensión de mí y me negué a ver que eras una persona común como cualquiera de las que me había topado anteriormente...
No te pongo a elegir, porque sé que ya lo hiciste... y tengo la suficiente valía para aceptar, resignada y con la frente en alto, mi derrota...
Aún me queda la dignidad suficiente como para afrontarlo y no rebajarme a rogarte o suplicar... el chantaje emocional no es lo mío... yo no soy así... pero mentiría si dijera que no me dolió (y me duele todavía) que prefirieras quedarte con el asesino... y eso en cierta manera te vuelve cómplice (por no decir culpable)...
Sé que podría parecer exagerada mi expresión... pero tu dichoso amante (al que un día llamé mío) mató gran parte de mí... por lo que no podría encontrar término más adecuado para definirlo...
Lo escogiste a él... y decidiste quedarte del otro lado del abismo entre nosotras...
Fue entonces cuando me di cuenta de mi fortaleza... de que a diferencia de ti, yo sí podría sacrificar la dicha de tener un amante como compañía si éste te hacía sufrir...
Y ése fue el problema... sobrestimé tanto tu amistad, que incluso a veces me olvidaba de pensar en mí...
Pero no puedo culparte de nada... la culpa fue toda mía por esmerarme en que estuvieras primero y por creer que tú pensabas hacer lo mismo por mí...
Si no te dije nada fue porque no quería que te sintieras mal... pero cuando te tragas tus palabras, éstas no fluyen... se acumulan con su buena dosis de remordimiento y llegas a un punto en que debes dejarlas salir... o te asfixiarán, te envenenarán, te devorarán desde dentro y te infectarán...
No te culpo, y no me arrepiento tampoco. He aprendido, con dolor, que he sido demasiado tonta por sobrevalorarte... por ver ese algo de mí en ti que no existía... por aferrarme tanto a tu compañía y creerme que yo era especial, cuando en realidad, sólo era una más de tantos... Eso siempre estuvo en mí... y tú no tienes culpa de nada...
Perdona si mis líneas te incomodan... pero realmente necesitaba desahogarme, y recordarme a mí misma que tú ya no estarás aquí... que es tiempo de desligarme... de soltar amarras... de librarme de cualquier atadura que me una a ti, porque me doy cuenta de que mi herida no sangraba, pero tampoco se volvía cicatriz; dolía, pero no se cerraba... y no era por él... era por ti. Es tiempo de avanzar, de buscar mis propios rumbos y de agradecerte por el tiempo en que estuve lo más cercano a ser feliz...
Lamento mucho que las lágrimas se me escapen de la mirada, hacía tanto que no me pasaba algo así... Aún no estoy segura si son de pesar o alegría... porque tengo esa sensación como cuando después de tanto tiempo de estar estancada con una interrogante sobre tu cabeza, de pronto te das cuenta de que la respuesta siempre estuvo junto a ti, pero no la quisiste ver...
Ha sido y es realmente duro para mí, pero en el fondo sé que no te importa... y quizá nunca te importó...
Gracias por regalarme estas lágrimas... por el dolor que me recuerda que aún puedo sentir y que tú por completo ignoras, porque esa fue siempre tu fórmula mágica y perfecta para estar casi todo el tiempo feliz... Lamentablemente eso te restaba la empatía que de toda la vida me ha sobrado y la que me impedía lastimarte, aunque fuera un poco, sólo por tratarse de ti...
Ya no sé que más decirte... Tuve tantas conversaciones contigo que jamás se llevaron a cabo, que ahora que es el momento justo de decirlas, se rehúsan a salir...
Sólo sé que es momento de darme vuelta y continuar... yo sola, como siempre ha sido... lo malo es que aún no me acostumbro a la idea de caminar sin ti... Pero de errores se aprende y de experiencias se vive... y sé también que lograré sobrevivir...
Y aclaro que lo que aquí escribo no es por inmadurez... es por cuestión de principios...
Lo único que te pido es paciencia... Una a una iré soltando las ataduras que me quedan todavía, hasta que un día ya no dependa de ti...
En lo que llega ese momento, podremos seguir actuando como si nada... aunque yo poco a poco me pudiera estar volviendo más distante...
En tanto se rompa el último hilo, será un "Mientras tanto"... pero cuando el final llegue... será un "Gracias, y hasta entonces"...
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Pequeños poemas en prosa
RandomUna recopilación de textos que escribí hace muchos años... antes de que mis letras me abandonaran. Está dividida por Arcos. Cada Arco corresponde a una persona, salvo EGO I y II que son míos, antes y después del paso de esas personas en mi vida. He...