Dulce agonía

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Dulce agonía vivo... dulce agonía muero...

Oscura soledad la que invade mi alma inerte mientras camino lentamente por la penumbra...

Sombras veo a lo lejos, y quiero creer que eres tú... aquél que un día soñé y jamás tuve...

Un desgarrador grito, un lamento silencioso, un dolor insufrible... son mi perpetuo castigo por amarte, por desearte, por aferrarme tanto a ti...

Estoy muerta en vida... soy un fantasma... nada me queda ahora... sólo la oscuridad, fiel amiga, que me acompaña...

Ya no hay esperanzas... Caigo rendida a los pies de la noche eterna... Miles de sábanas me abrazan con el frío del invierno, y me hacen sentir impotente...

Cierro los ojos, y puedo encontrar tu mirada...

Me ofreces tu mano, mientras tus labios esbozan esa tenue y amable sonrisa que tanto me cautiva...

Quiero alcanzarte, tocar tu piel, pero cuando estoy a punto, te desvaneces...

Regreso al frío, a las tinieblas, a esa soledad tan ajena y tan mía...

Ya no puedo soportarlo más... creo que es la hora... mi hora...

Una lágrima resbala suavemente por mi mejilla... su calidez me quema... su pureza me mata...

De pronto me siento estremecer, y una leve brisa me acaricia...

Al fin, después de tanto sufrimiento, puedo sentir paz... puedo sentir ese solaz tan anhelado...

Y te miro... tan real como mis deseos de encontrarte...

Finalmente puedo tomar tu mano...

Yo sé que no es un sueño... sé muy bien que no lo es...

Juntos, después de tanto esperar...

Acepto gustosa tu invitación y me llevas volando en busca de la tierra prometida... a vivir para siempre el sueño de los Campos Elíseos...

Pequeños poemas en prosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora