Elegía del amor

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Me duele tanto oír tu voz aún sonando en mi interior.

Mi alma está tan cansada de verte en todas partes sin poder sentir tus labios con aquellos besos de pasión.

Tan sólo lágrimas quedan de lo que fue un gran amor.

Recuerdos que caen sobre mi pecho, golpeando fuertemente al corazón...

El sol se apaga, y el tenue brillo de la luna se vuelve cada vez más evanescente, trayendo consigo oscuridad donde un día hubo una luz de esperanza.

Y las sombras recorren mi lánguido cuerpo, abrazándome lentamente con una suave caricia de soledad, dejando a su paso sólo cenizas y escombros que alguna vez fueron VIDA.

El vacío dentro de mi alma ahoga los desesperados gritos de mi corazón por la ausencia de tu amor, la ausencia de alguien que me dé mi redención, la que tanto espero, la que tanto necesito, la que sé que nunca llegará...

Y es que amar en soledad es sufrir incesantemente por la incertidumbre de la realidad. Se siente tan abrumadoramente absurdo, y tan deliciosamente irónico...

Y tú ,oh! amado mío, sigo aguardando tu llegada, mientras te hallas recóndito dentro del umbrío éter de mi imaginación, sin tener esperanza alguna de ser más real que todos mis deseos de encontrarte.

Y de pronto pienso, ¿será acaso que lo que estoy viviendo es una dulce tortura, una bella maldición, o una eterna pesadilla de la que no podré despertar jamás?

Mis sentimientos yacen bajo el delirio de la agonía y la desolación por tu ausencia imperecedera y cruel.

Mi vida pende de un hilo al pensar que mi única compañía será mi soledad, mi tristeza... hasta el fin de mi patética existencia.

Oh, amado mío, ¿por qué no me liberas de este infierno que estoy sufriendo al estar muerta en vida, sin ti?...

Me siento atada, con una cadena de remordimientos, a una inmensa muralla de frustraciones; donde miles de arqueros apuntan hacia mí con sus implacables flechas encendidas de furor, clavándose dolorosamente como puñales ardientes dentro de mi pecho amante...

Y los momentos de paz son tan efímeros, tan fugaces, como si fueran ráfagas de viento que me golpean sin piedad.

Con gran melancolía me digo a mí misma: El presente no es nada, el pasado se ha ido y el futuro es incierto, ¿qué me queda ya por perder si no te tengo aquí, conmigo?

Y sin embargo, aún te espero, aún miro el horizonte con la ilusión de verte llegar a lo lejos... hasta que mi cuerpo se vuelva tan sólo un exánime espejismo que yace bajo la piedra de la infelicidad.

Oh, amado mío, quizá desperdicié la poca vida que tuve por amarte, esa vida llena de vanas promesas y falsas risas, que secretamente ocultaban sentimientos de amargura desmedida.

Oh, amado mío, ¿por qué no puedo discernir entre la bella fantasía y la triste realidad?, ¿por qué al observar el vasto firmamento sólo puedo ver negras nubes llenas de confusión?

Es inevitable pensar que nunca fuiste mío, y que yo jamás podré ser tuya... mas lo que pido, lo que sólo quiero es que me dejen vivir con mis deseos de amar, que me dejen vivir sin tantos prejuicios por anhelar un amor imposible, una vaga utopía que se vuelve obsesión, una obsesión que me consume lentamente como el fuego a una inocente e indefensa flor, cuyas cenizas las esparcirá el viento, hasta disiparse y quedar en el completo olvido.

Oh, amado mío, ¿por qué no me dejas dejarte ir?, ¿por qué me siento tan aferrada a tu ausente presencia?, ¿por qué al estar contigo, estoy sin ti?...

Oh, amado mío, tan sólo déjame en paz, déjame llorar, déjame gritar, déjame escapar, ¿acaso no comprendes que sufro al esperarte en vano?

Oh, amado mío, déjame dejar de sentir la suave caricia de tu mirada; déjame dejar de percibir el sutil aroma de tu esencia; deja ya de pronunciar aquellas dulces palabras que me enamoran cada vez más de ti, y que sólo yo puedo escuchar...

Oh, amado mío, déjame dejar de sentir esta loca pasión por tu cuerpo intangible y latente que sólo yo puedo ver...

Oh, amado mío, déjame dejar de amarte... déjame dejar de sentir este dolor por el amor...

Oh, amado mío, me temo que la única salida, para redimirme de esta agonía, será la de entrar en el más profundo y eterno sueño, del que inevitablemente no podrás ser parte, porque así lo quiso el destino...

Oh, amado mío, tan sólo me queda decirte que siempre te amaré... y por eso debo despedirme...

Adiós para siempre, AMADO MÍO...

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