Mientras se encaminaba a Lavender House, repasó mentalmente el argumento que usaría con sus padres. En teoría, tendría que ser muy sencillo. No podrían impedir que realizara un trabajo de investigación en la biblioteca. En cuanto a la cena, lo resolvería sobre la marcha, el mismo domingo.
— Sin lugar a dudas, esto es mucho mejor que limpiar inodoros— comentó Jean mientras guardaba la aspiradora en el armario del pasillo.
— Por supuesto — coincidió Polly con una sonrisa. Con aquel ajustadísimo conjunto deportivo amarillo de cuello de terciopelo negro y sus sandalias de cuero con tacones de diez centímetros sujetas a los talones con una tira elastizada, distaba mucho de ser el modelo de voluntaria en un hogar para enfermos terminales. Sin embargo, durante las dos últimas horas había trabajado a la par de Jean, sacudiendo muebles y limpiando el salón en general. La chica concluyó en que, a pesar de ese aspecto extravagante que la caracterizaba, Polly era divertida, amable, liberal y muy inteligente. Se enteró de que trabajaba allí porque había perdido a su único hermano a consecuencia del sida. Jean no supo que decirle, solo murmuro entre dientes lo que sentía. Sus palabras de condolencia no la dejaron satisfecha, pero, de todas maneras, Polly se las agradeció.
— No sé si tú estarás en las mismas condiciones que yo — dijo, estirando los brazos por encima de la cabeza —, pero mi espalda no da más. Necesito descansar. Voy arriba a ver si Jamie quiere jugar a las cartas.
— Es muy compinche suyo, ¿verdad? — preguntó Jean. Si bien habían mantenido una charla muy distendida mientras compartían las tareas de limpieza, Polly en ningún momento la perturbo con preguntas espinosas. Jean se sentía agradecida por ello. Sin embargo, tenía una gran curiosidad. No podía entender por que una persona como ella, que ya había perdido a un ser querido a causa del sida, pasaba tantas horas de su tiempo libre con un hombre que moriría muy pronto de la misma enfermedad ¿Cómo podría hacer algo así?
— Jamie es un encanto — Polly se sacudió una pelusa que tenia sobre el hombro. —Y pienso que, si yo no hubiera estado con Jim hasta el último momento, otra persona habría tenido que hacerlo. No sé, me parece que estoy saldando una especie de deuda. Tuve la suerte de poder estar con mi hermano cuando se estaba muriendo. Pero hay mucha gente que no tiene a nadie que los visite, que les tienda la mano o que les dedique unos momentos para conversar. Y supongo que Jamie y yo nos llevamos muy bien porque somos de la misma generación. Los dos recordamos la Crisis de Misiles de Cuba y a Howdy Doody. Al ver la expresión de asombro de Jean, Polly rió. Tu no siquiera habías nacido, niña. De todas maneras, al parecer tenemos mucho de que hablar. Da gusto conocerlo.
— Es mejor que ciertas personas que yo conozco — mascullo Jean con sorna. Dirigió una rápida mirada de fastidio hacia atrás. Gabriel, con un libro en la mano, había salido al jardín hacia media hora.
Al pasar, la saludo con un indiferente:
— Hola, princesa Jean. Que suerte contar con vuestra honorable presencia.
Polly se echo a reír.
— No te lo tomes tan a la tremenda. Gaby es un buen chico. Lo creas o no, suele observarte desde la ventana. Pero ni se te ocurra decirle que te lo conté. Se pondría furioso.
— Claro. Seguro que se queda allí espiándome a que yo pase para arrojarme un balde de agua fría desde arriba — comentó Jean. Sin embargo, en el fondo se sentía halagada. Había algo en Gabriel que la hacía…
No podía precisar que era con exactitud, pero sabía que él podía influir en ella con mucha más facilidad que cualquier otra persona de las que conocía.
— ¿Por qué no sales y le haces un poco de compañía antes de que caiga la noche? — sugirió Polly cuando se encaminaba a la escalera.
— ¿No tenemos que seguir con la limpieza? — Quería evitar un posible enfrentamiento con la señora Drake. La directora la tenía en la mira, como si todavía sospechara que era capaz de robarse la platería.