— Todavía no te has recibido de psicólogo, Nathan — le recordó —. Ya basta de creer que ves en mí una especie de cuadro patológico en mi conducta. Además, ya sabes qué siento por ti.
— ¿Sí? — Se recostó sobre la cama. — En Estos últimos tiempos, parece que todo lo que digo, hago o pienso te irrita demasiado. Anoche, lo único que hice fue sugerir que tal vez no debíamos pasar tanto tiempo solos. Y por tu reacción, parecía que te hubiera obligado a suicidarte.
— ¿Y cómo habrías reaccionado tú si yo te hubiera pedido que saliéramos con otros? — replicó ella.
— No fue eso lo que te sugerí, Jean — le aclaró. Nathan seguía mirándola de la misma manera.
— Quise decir que saliéramos los dos, en pareja, con otros amigos míos.
Jean sabía que se había equivocado y por eso cerró la boca. ¿Pero cómo haría para hacerle entender? ¿Cómo tratar de explicar algo a alguien que ni siquiera ella misma entendía? Era como si dentro de ella hubiera algo perverso y retorcido que la hacía decir y hacer cosas estúpidas. Pero no podía contenerse.
— De todas maneras, no te enfureciste por lo que te dije — Continuó él con seriedad —. Ya estabas enloquecida cuando pasé a buscarte.
— No es cierto.
— Oh, eres muy hábil, eso te lo reconozco. Has engañado a todos: la señora Drake, tus padres, tus profesores... Pero lo cierto es que todo eso es teatro.
— ¡Teatro! — rezongó ella —. No sé de qué me hablas y tú tampoco lo sabes. Así que deja ya de jugar al psicólogo de salón.
— Estas enojada, Jean — respondió él, sin abandonar su tono sereno —. Enojada de verdad y te descargas conmigo. Lo has estado haciendo desde que murió Gaby.
Jean se puso de pie.
— Mentira. La muerte de Gaby no tiene nada que ver con nosotros.
Nathan extendió la mano, le tomó el brazo y la obligó a sentarse en la cama junto a él.
— Por supuesto que sí — se opuso con firmeza —. Y la única razón por la que te dejé hacer es porque te comprendí. Yo actué de la misma manera cuando murió mi padre. Estaba furioso y necesitaba alguien en quien descargar mi ira; entonces, escogí a mi madre.
— Yo no estoy descargando nada contigo — gritó Jean.
Nathan la ignoró.
— Pero ya me estoy hartando de esto. Tú no te resignas a la muerte de Gabriel y yo estoy cansado de que me uses de felpudo.
— ¿Qué quieres decir?
Él se puso de pie.
— Quiero decir que me llames cuando creas que has descubierto con quién estás tan enojada. Entonces, tal vez, podamos seguir adelante. — Dio media vuelta y salió del cuarto.
Jean estaba tan atónita que ni siquiera reaccionó. Sólo se quedó mirando la entrada desierta de su habitación. Oyó el portazo de la puerta principal y, sin pensar, salió corriendo detrás de él.
— ¡Nathan, espera! — gritó mientras bajaba corriendo y salía de la casa —. Por favor, espera. Lo siento.
Pero el auto ya se había marchado y él no la oyó.
Jean pasó la mayor parte de la noche entre el llanto y la ira. En la escuela, casi no pudo concentrarse en todo el día. Cuando sonó el timbre de salida, tomó la decisión: sería ella quien diera el primer paso. Ya había perdido demasiado; no podía perder a Nathan también.
El viaje en autobús le pareció eterno, pero finalmente se encontró frente a la puerta del bar. Inspiró hondo, empujo las puertas y entró.
Nathan estaba parado en la barra, llenando de café las tazas de los clientes habituales.
Alzó la vista y la vio aproximarse a él.
— Henry — gritó, mirando hacia el fondo —. Voy a tomarme un descanso. — Tenía la cafetera en la mano y, mirando a Jean, preguntó — ¿Quieres?
![](https://img.wattpad.com/cover/11495318-288-k400767.jpg)