Jean no lo entendía.
Gabriel sonrió, estiró las piernas sobre la cama y apoyó la cabeza contra el respaldo.
― Tu turno. Háblame de tu novio.
― Podrás conocerlo mañana por la noche. Trabaja en el bar de la esquina y vendrá a la exhibición.
― ¿Te refieres a Nathan?
― ¿Lo conoces?
― Claro. A veces trae pasteles o tartas del restaurante. Es muy agradable. Y un excelente jugador de póquer. ― Meneó la cabeza. ― Vaya, cuesta creerlo. Tu y un tipo como Nathan…
― ¿Qué quieres decir con eso?
― Que pertenecen a mundos distintos, nada más.
Jean revoleó los ojos.
― Muchas parejas pertenecen a mundos diferentes. Eso no implica que no puedan tener una relación.
― Oye, no hace falta que estés a la defensiva. No quise decir que dabas romper con él ni nada por el estilo. No empezarás a lagrimear otra vez, ¿no?
― No ― refunfuñó ella ―. No voy a empezar a lagrimear otra vez, como dices tú con tanta delicadeza.
― Bien. Cuéntame, entonces. ¿Cuánto hace que salen?
― Nos conocimos cuando yo empecé a trabajar aquí
― ¿Se lo presentaste a tus padres?
― Bueno, no… ― Se interrumpió al ver la mirada compasiva de Gaby. ― Pero tampoco es por lo que estás pensando.
― ¿Cómo sabes en qué estoy pensando? ― preguntó solapadamente ―. Dudo que seas adivina.
― No hace falta ser adivina para entender ese tipo de miradas socarronas ― espetó Jean, aunque en realidad no sabía lo que el había querido decirle ―. La única razón por la que no se los presenté es que no quiero que se entere que fui arrestada. Mis padres se lo dirían, sin duda.Gabriel se sorprendió.
― Es una broma, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza.
― Ojalá. La verdad es que, con este asunto estoy con el agua hasta el cuello y no sé cómo salir. ― Necesitaba su consejo. Se dio cuenta de que confiaba más en él que en cualquier otro amigo que hubiera tenido. Ignoraba cómo sabía que podía confiar en él, no era algo sencillo de determinar, pero estaba absolutamente convencida de que Gabriel era un amigo con todas las de la ley y que jamás traicionaría su confianza.
Entonces, le contó todo.
Gabriel escuchó con atención, su rostro impasivo mientras ella se confesaba. Nunca se le cruzó por la mente que él tenia problemas mucho más graves que los de ella. Tenía la sensación de que la habría matado si se callaba ahora. El escuchar sus problemas los ponía a ambos a la misma altura. Eran amigos y los amigos comparten tanto las buenas como las malas.
― Déjame ver si entendí bien ― dijo el cuándo Jean terminó ―. Nathan cree que estás trabajando aquí por generosidad. ¿Verdad?
― Verdad.
― Y mañana a la noche conocerá a tus padres.
― Correcto. Y me aterra la idea de que destapen la olla sin querer.
― ¿Qué ellos la destapen? ― señaló Gabriel, incrédulo ―. ¿Estás loca? Tendrías demasiada suerte si alguien de Lavender House no descubre todo. Ya sabes que no nos sobran las voluntarias. Es muy factible que Polly o la señora Thomas digan que esperan que el Departamento de Libertad Condicional mande a un ejército más como tú.
Jean gimió.
― No había pensado en eso. ¡Oh, Dos! ¿Qué voy a hacer?
― Bueno, yo no soy muy buen consejero.
La chica resopló.
― Pero ― continuó él ―, por tratarse de ti haré una excepción.― Oh, qué deferencia de su parte. Oh, señor, Genio de todos los Genios, le ruego que me diga qué debe hacer esta humilde mortal para salvar su pellejo en esta situación.
Gabriel sonrió mostrando todos sus dientes.
― Nathan debe enterarse de la verdad por ti.