Sus padres intercambiaron miradas de culpa.
— Sea cual fuere la impresión que te llevaste en ese momento — Acotó su padre por fin — De haber sabido que Lavender House era un hogar para enfermos terminales y no un simple geriátrico, habría removido cielo y tierra para obligar al Departamento de Libertad Condicional a que te transfiriera.
— Tú estabas conmigo cuando dictaron la sentencia — señaló Jean.
— Oh, lo hecho, hecho está. — Comentó Eileen de inmediato. — La cuestión es que un hogar para enfermos terminales no es un sitio apropiado para una chica de diecisiete años.
— Pero, mamá — se esforzó por mantener un tono sereno — me gusta trabajar allí.
— Poco me importa si te gusta a o no — Se levantó del sillón de un salto y comenzó a caminar de aquí para allá por el living. — a tu edad es poco saludable estar expuesta a la muerte en forma permanente. Vaya, sólo mírate al espejo.
— No veo nada malo en mí.
— Pero te ha afectado — se detuvo frente al hogar, se dio vuelta de repente y miró ceñuda a su hija — Mírate. No te alimentas bien, estas deprimida, y vaya a saber que enfermedades corres el riesgo de contraer en ese lugar.
Jean tragó saliva. Rayos, todo esto era culpa suya. Si ella no hubiera pasado tanto tiempo haciéndose la deprimida por los rincones, sus padres no estarían sermoneándola por lo de Lavender House. Bueno, sin todo ese teatro, sus padres tampoco se habrían fastidiado tanto al enterarse de que en realidad se trataba de un hogar para enfermos terminales. Ahora tendría que controlar seriamente los daños causados.
— Debo reconocer que en un principio estaba bastante deprimida — comenzó con cautela — pero, por sobre todas las cosas, fue por el hecho de que me hubieran arrestado. Mi fastidio no tenía nada que ver con el lugar en sí.
— ¿Tienen pacientes con sida allí? — preguntó su padre mirándola a los ojos.
Jean no se animó a mentir. Le habría muy fácil averiguarlo.
— Un par. Pero yo casi no tengo contacto con ellos.
— ¿Qué quieres decir con eso de casi?
— Que ni siquiera los veo muy seguido — respondió Jean con franqueza — Por lo general están durmiendo cuando yo llego.
— ¿Tienes algún contacto con sus fluidos corporales?
La chica suspiró. Papá estaba dispuesto a jugar al abogado.
— No — primera mentirilla. Aunque, en realidad no era una mentira en el estricto orden de la palabra. Refregar unos cuentos inodoros y lavabos no era estar en contacto con los fluidos corporales de los pacientes. Además no quería cumplir su servicio comunitario en otra parte. Y si dejaba Lavender House, no volvería a ver a Nathan, ni a Polly, ni a Gabriel. — Mira todo lo que hago es preparar las bandejas con la cena, algunas tareas domésticas, y visitar algunos pacientes. Sólo hay uno o dos casos de sida y esas personas están tan deteriorados, que pasan la mayor parte del tiempo en cama.
— Pero sigue siendo un hogar para enfermos terminales. — Vociferó la madre — Y no creo que te corresponda estar en ese sitio. No está bien. No es saludable.
— Cálmate querida — susurró su padre — Todo saldrá bien. Si notamos que ese sitio empieza a alterar la salud mental de nuestra hija, tomaré cartas en el asunto. Tengo conexiones en la comunidad legal de esta ciudad.
— ¿Y qué significa eso? — preguntó Jean.
— Significa que podríamos conseguir que cumplas tus servicios comunitarios en otra parte, en el Hospital Municipal, por ejemplo. — La miraba a los ojos mientras hablaba.
— Pero yo no quiero trabajar allí — protestó — Allí hay muchas voluntarias. Todas las adolescentes bobas del Landsdale High trabajan allí para poder coquetear con los pacientes. Lo último que necesitan es otra voluntaria.
— Ése no es el caso — interpuso su madre.
— Te sientes muy comprometida a seguir trabajando en Lavender House — observó su padre, muy serio — ¿Porqué?
Jean estaba desesperada por hacer entrar en razón a sus padres.