La exhibición estaba por terminar El matrimonio McNab, con la señora Lourie detrás, se reunió con Jean en el vestíbulo.
― Llevaremos a Susan a su casa ― dijo su madre orgullosa ―. Nathan quiere llevarte a algún lado a comer.
― Oh, mamá, gracias ― espetó Jean, sorprendida.
Su estado de shock fue mayor aún cuando vio a su padre sacar la chequera e ir tras la señora Drake hasta alcanzarla en el escritorio de la recepción.
Lo observó totalmente azorada mientras completaba el cheque.
― El trabajo que hacen aquí es maravilloso ― encomió Gerald a la directora ― me alegro mucho de que mi hija tenga esta oportunidad de hacer algo que valga la pena. Esto a dado a su vida una nueva perspectiva.
Nathan estaba de pie junto a ella y despidieron a sus padres.
― ¿Lista? ― le preguntó con una sonrisa que le llegó al alma.
― Iré por mis cosas ― murmuró. De pronto se asustó ante lo que tendría que hacer.
― Estas demasiado callada esta noche ― dijo Nathan ― No te oí más de diez palabras en total durante toda la noche.
― Supongo que solo estoy cansada ― Sonrió Nathan abrió el auto, subió y extendió el brazo para destrabar la puerta de ella.
― Si ― acepto, mientras colocaba la llave en el encendido ― Has trabajado mucho esta noche, a mamá le caíste muy bien, también tus padres.
― A mi me resultó muy agradable ― sabía que no podía posponerlo por mucho tiempo más. Tenía que decirle la verdad. Si bien durante la velada, la suerte la había acompañado y nadie del hogar la había delatado, Gabriel estaba en lo cierto: había caído en su propia trampa y no sería libre hasta que no hablara. Gabriel. El solo pensar en él le dio coraje ― ¿Estás apurado?
Nathan la miró sorprendido.
― No ― Le sonrió ― Mañana entro a trabajar a las diez, de modo que puedo dormir un rato más. ¿Por qué? ¿Qué tienes en mente?
― Tengo que hablar contigo ― le informó.
― Hablar ― la bromeó ― ¿Eso es todo? ― Su expresión se desvaneció ante la solemne expresión del rostro de su novia.
― Nathan se trata de algo importante.
Él asintió. Salió del estacionamiento del bar.
― ¿A dónde quiero ir?
― Hay un estacionamiento vacío en la calle de mi casa ― Respondió ― Podemos hablar allí.
Durante el trayecto al barrio de Jean, charlaron de cosas sin importancia, y a medida que iba pasando el tiempo, ella se daba cuenta de que perdía el coraje.
― Allí ― señaló cuando Nathan tomó por la calle de su casa.
Se detuvo junto a la acera y apagó el motor. Luego se volvió para mirarla.
― ¿Se trata de alguno de esos sermones en los que uno dice: “Lo lamento, no quiero volver a verte pero podemos seguir siendo amigos” y esas tonterías? ― Si bien quiso mantener un tono de voz indiferente, Jean se dio cuenta de que estaba asustado.
Meneó la cabeza. Tenía las palmas de las manos mojadas y su corazón latía a tanta velocidad que ella creía estar haciendo vibrar el auto.
― No, pero después de que escuches lo que tengo que decir, tal vez seas tú el que no quiera volverme a ver nunca más. ― En realidad, no pensaba que ese sería el final, pero debía estar preparada para lo peor.
― De ninguna manera ― se acercó y la besó en la boca. Fue un beso dulce y tierno. Ojalá no hubiera terminado nunca. Pero, por supuesto, terminó y Nathan se apartó. ― Está bien, pasemos por esto de una vez por todas, así podremos dedicarnos a besarnos como Dios manda antes de llevarte a tú casa ― echó un rápido vistazo a su reloj luminoso. ― Prometía tu padre que llegarías antes de medianoche, son doce menos cuarto, así que apúrate.