— Si deja morir a Gabriel sin haberle dado oportunidad de despedirse, lo lamentara por el resto de su vida — insistió Eileen con firmeza —. En cuanto al examen de física, creo que consolar a un amigo que está a punto de reunirse con su Creador es algo mucho más importante que ingresar en una buena universidad. Por lo que a mí respecta, puede ir a Landsdale JC.
Jean miró a su madre azorada.
— El trabajo en Lavender House te ha cambiado — agregó Eileen, dirigiéndose a su hija —. Nos ha cambiado a todos. — Estampó un beso en si mejilla. — Ve con Gabriel. Quédate con él todo el tiempo que te necesite. Llámame cuando quieras volver a casa. Iré a buscarte.
Cuando llegó al Hogar eran las nueve y media. Nathan la dejó en la puerta, la besó en la frente y le pidió que lo llamara en cuanto pudiera.
La señora Drake y la enfermera de turno estaban de pie junto a la cama de Gabriel en el momento en el que Jean abrió la puerta y entró.
— Ha estado preguntando por ti —. Dijo la directora.
— Gracias por haberme llamado — respondió la chica y se acercó a la cama en puntas de pie.
— Te lo había prometido, ¿No? — La señora Drake sonrió amargada. — Ahora está descansando, pero se la pasa durmiendo y despertando a cada rato. — Ambas mujeres se marcharon para dejarlos a solas.
Ella se sentó junto a la cama y empezó a rezar en silencio. Se oía la respiración suave y superficial de Gabriel. La palidez de su piel contrastaba con su oscura cabellera. Le tomó la mano. Quería asegurarse de que aun tenía pulso. No bien lo rozó
, él abrió los ojos.
— ¿Por qué tardaste tanto? — le preguntó, en una voz tan baja que casi no se oyó.
— Lo siento. — trató de sonreír. — La próxima vez seré más rápida.
Los labio se Gaby se curvaron en un fantasma de sonrisa.
— No habrá una próxima vez, Princesa.
— No seas tonto — susurro Jean, tratando de contener las lagrimas —. Sólo estas cansado. Mañana serás otro.
Pero ella sabia que no era cierto. Y Gabriel también.
Él cerró los ojos durante un largo rato. Ella los creyó dormido, pero se dio cuenta de que estaba despierto al sentir que entrelazaba sus dedos en los suyos.
— Acércate — le pidió. — Quiero hablar.
— No — Gritó ella, presa de pánico —. Tienes que ahorrar fuerzas. Debes luchar, Gaby. Aguanta. Tú puedes superar esto.
— Shh. — Suspiró el joven. — No puedo. No quiero. Maldición — gimió, con voz apenas audible —. Acércate más. Tengo cosas que decir y muy poco tiempo.
Con lágrimas que rodaban libremente por su rostro. Jean obedeció.
— No, Gaby — le imploró —. No Me hagas esto. No podría soportar que te…
— Te amo, Princesa — La interrumpió.
— Oh, Dios, yo también te amo a ti — sollozó.
— Quiero que hagas algo por mí.
— Lo que sea — dijo ella, secándose las lágrimas —. Haré lo que quieras.
— Es un comienzo. — Emitió un sonido que pudo haber sido una risa, pero estaba débil que pareció tos.
— No trates de hablar, Gaby — suplicó, tratando de alejarse de él para poder oprimir el botón y llamar a la enfermera de turno —. Llamaré a la señora Drake. Te llevaremos a un hospital…
— No — gimió —. Nada de hospitales, ni de médicos, ni de malditos aparatos. Si, me amas, si te importo de verdad, déjame morir con dignidad. Todo lo que quiero ahora es a ti… es decirte…
Derrotada, Jean se dejó caer a un costado de la cama, con el rostro a escasos centímetro del de él, apoyando en la almohada.
— De acuerdo — murmuró —. Estoy aquí y me quedaré hasta el final. Pero no necesitas decirme nada. Es demasiado esfuerzo para ti.
— Por Dios, — bufo él como pudo — ya basta. Todavía no estoy muerto. Mis cuerdas vocales aún funcionan. — Con enorme esfuerzo, levantó la mano y la apoyó sobre la cabeza de la chica, enredando los dedos en su cabello. — Quiero tocarte por última vez.
Jean lloró en silencio. Las lágrimas rodaron por su rostro y terminaron en el cuello de Gabriel.