31 de octubre
Querido diario:
¡Increíble! Las cosas han dado un giro de ciento ochenta grados. Nathan y yo nos hemos arreglado y supongo que nuestra relación será mejor que la de antes. Todavía estoy un tanto confundida en ciertos aspectos, aunque no me dejare vencer. Tema principal: no sé que hacer con respecto a Gabriel. Mis sentimientos hacia él se han enredado tanto que no sé si voy o vengo. Pensé que me resultaría muy difícil volver a verlo, en especial después de nuestra charla el otro día, pero no fue así. Tal vez sea cierto que me quiere, pero, por su comportamiento, nadie se daría cuenta. Molestarme sigue siendo su deporte favorito. Sin embargo, estoy un poco preocupada. Los últimos dos días tenía un aspecto deplorable y pasó mucho tiempo en cama.
Esta noche Nathan y yo iremos a un baile para festejar el Día de Brujas.
* * *
Releyó lo que había escrito en su diario una semana atrás y frunció en entrecejo. La fiesta resulto divertida y los amigos de Nathan le parecieron muy agradables.
Pero todavía confundida por Gabriel.
Dio vuelta a la pagina, tomo su bolígrafo y escribió 5 de noviembre. Miro la fecha y luego cerro el diario. No supo que escribir. Le parecía fuera de lugar llenar hoja tras hoja hablando sobre su relación con Nathan, en especial cuando Gabriel le tenia tan preocupada. No estaba bien.
Miro el reloj. Decidió posponer las obligaciones con su diario hasta que tuviera algo alegre para contar y tomo su bolso. Era domingo. Esa mañana se había levantado temprano para hacer galletas. No tenía sentido acumular todas las caloorías en sus caderas, de modo que podría ir trotando hasta el Hogar para llevar su obra de arte culinario a Gaby.
Gabriel estaba acostado.
— ¿Qué haces aquí un domingo? — pregunto, con un tono malhumorado.
— Pensé en pasar por aquí para ver como estabas — respondió. Acercó una silla a su cama y se sentó. Colocó sobre una mesa de noche la caja de galletas que había llevado.
Él arqueó las cejas.
— Caramba, que afortunado soy.
— ¿Por qué estas de tan pésimo humor?
— ¿Y por que tú estás alegre como un cascabel últimamente?
Jean se mordió el labio. No le había dicho una palabra de su reconciliación con Nathan. No sabía con exactitud por qué pero le parecía, bueno, un golpe bajo.
— Por ninguna razón en especial — mintió —. Sólo que he vuelto a ser la chica alegre de siempre.
— Mentira. — Gabriel resoplo y cerró los ojos. — No necesitas fingir conmigo, Jean. Te reconciliaste con Nathan.
Ella suspiró.
— No quiero engañarte.
— Bien. — Sonrió de mala gana. — Mi ego está fuerte como nunca. Pero saber que estabas protegiendo mis sentimientos porque me tenías lástima me volvía loco.
— No estaba haciendo eso — se defendió Jean, vacilante. Pero era exactamente lo que había hecho. — Es solo que no quise hablar de él todavía, porque estamos pasando por un periodo de prueba.
— Me alegro por ti — comento y se recostó contra la almohada. Giro la cabeza y señalo en dirección a la caja que estaba sobre la mesa de noche. — ¿Hay galletas con trozos de chocolate allí dentro?
Oscuras ojeras remarcaban sus ojos; el dolor delineaba sus labios. Hacía dos días que no se levantaba y eso a Jean le aterraba. Antes de subir, había mantenido una charla con la enfermera de turno y se entero que había comido muy poco.
— ¿Qué esperabas? ¿Qué te hubiera traído a Miss Universo? Por supuesto que hay galletas con trozos de chocolate en esa caja. ¿Quieres comerlas ahora? Puedo ir a buscarte un vaso de leche a la cocina.
―Por favor, Dios — rogó en silencio —. Haz que coma algo, aunque solo sean dulces.
— No, mas tarde. — Se movió, tratando de acomodarse, pero el dolor se reflejo en su rostro. — Ahora estoy un poco cansado.
— Pero son tus favoritas — Protesto, y luego cerro la boca. Gaby se daría cuenta de que estaba desesperada por verlo comer, si seguía insistiendo. — Si vas a comerlas más tarde, está bien. Mañana me dirás que tal qué tal estaban.