Capitulo 6 [Parte 3/8]

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Ninguno de los dos sintió la necesidad de hablar. Pero, en esa oportunidad, el silencio no fue algo agobiante ni tenso sino sereno y muy, muy natural. 

― Abre los ojos, Bella Durmiente ― le dijo Nathan veinte minutos después ―. Casi llegamos a casa. 

Jean parpadeo sorprendida. Se había relajado a tal punto que se quedó dormida. 

― Oh, Dios, lo siento. No fue mi intención quedarme dormida. 

― No te preocupes. Solo indícame cómo llegar a tu casa ― sugirió. 

― Deje mi auto en la biblioteca. 

Nathan la miró sin entender nada, pero no dijo ni una palabra. 

― Es ese pequeño, blanco, que está allí. ― Señaló el vehículo estacionado justo debajo del semáforo, junto a las escalinatas de la biblioteca. 

Nathan estacionó detrás. Apagó el motor y se volvió hacia ella. Por un largo rato, se limitó a mirarla. Jean habría sido capaz de donar seis meses de su mensualidad con tal de saber en qué pensaba. 

― Está noche la pasé muy bien ― murmuró ella. 

― Yo también ― dijo él en voz baja ―. Jean, me gustas mucho. 

― Tú también me gustas mucho. ― Tenía la sensación que él quería llegar a algo. 

― Pero no quiero iniciar una relación si existe un problema. 

Azorada, lo miró fijo. 

― No hay problema, Nathan. No sé a qué te refieres. 

― De acuerdo. Lo diré con todas las letras. ¿Existe alguna razón por la que no quieras que yo sepa dónde vives o que conozca a tus padres? Mañana será la tercera vez que nos vemos y no tengo ni la más remota idea de cuál es tu dirección… 

― Nathan, esto es una locura. Tuve que ir en mi auto hasta la biblioteca ― protestó ―. Vivo en 246 Hollander Road. 

― ¿Estás segura que no hay otra cuestión? 

― Por supuesto que estoy segura. ¿Qué otra cosa podría ser? 

Nathan tamborileó los dedos sobre el volante y clavo la vista en el parabrisas.

― No lo sé. Tal vez no quieres que tus padres me vean. Todo es como era en un principio con Gina. Cuando empezamos a salir, siempre tenía que pasar a buscarla lejos de su casa. Un día por fin me animé a preguntárselo de frente y ella confesó que yo no pertenecía a la clase de chico con los que solía salir. Las niñas bien como ella no salen con trabajadores como yo, que huelen a aceite de cocina y grasa de hamburguesa. 

― Pero creí que me habías dicho que Gina te uso como herramienta para rebelarse frente a sus padres. 

― Y así fue, pero al comienzo jugó sucio y con premeditación conmigo. Se negaba que la acompañara a los sitios donde pudiera verme sus amigos ricos y tampoco quería conocer a mi madre. ― Meneó la cabeza y sonrió con cinismo. ― Que idiota fui. Tardé semanas en darme cuenta de lo que pasaba. Mira no es mi intención presionarte de ninguna manera para que tomes una decisión, pero quiero ser claro desde ahora. No me avergüenzo del lugar del que prevengo ni de lo que soy. Si esto es un inconveniente para ti, será mejor que dejemos de vernos antes de que alguno de los dos resulte herido. 

Jean se acercó y le tocó el brazo. 

― Nathan, yo quiero seguir viéndote. Créeme que tu forma de vida no es un problema para mí. Me pareces maravilloso. Eres inteligente, mantienes a tu madre, trabajas mucho y pienso que eres muy buen mozo. 

El joven se volvió hacia ella con una sonrisa a flor de labios. 

― De acuerdo, ¿pero habrá problemas para con tus padres? ― Le rodeó la cintura con el brazo mientras hablaba. 

― No, a mis padres los dejaras encantados ― respondió Jean. Y era verdad. Sus progenitores, que provenían de clase humilde, respetaban el esfuerzo del trabajo intenso y la educación más que ninguna otra cosa en el mundo. 

No me olvides. sinopsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora