Capitulo 5 [Parte 5/8]

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— Vuelvo a pedirle disculpas. — Jean rió al ver la desazón de la mujer. — Puedo pintar ventanas, pero soy incapaz de dibujar. Ni siquiera una miserable casita. 

— ¿Por qué no le encarga a Gabriel el diseño? — Sugirió la señora Thomas, que se acercaba al escritorio con una bandeja de café —. Es un joven tan talentoso, que estoy segura de que hará bellezas con ese folleto. Tal vez pueda hacer un pájaro, un arco iris o un dibujo del roble que está en el patio.

— Es una idea maravillosa. — Tal era la fascinación de la señora Drake, que parecía estar a punto de besar a la señora Thomas. — ¿Por qué no se me habrá ocurrido antes? 

La mente de Jean giraba a dos mil revoluciones por segundo. Una exhibición a puertas abiertas. Podía ser la respuesta a sus ruegos. Si lograba que sus padres vinieran, que conocieran en persona el lugar, tal vez dejaran de preocuparse por ella. 

— Oh, ¿cuándo es? 

—El catorce de octubre — respondió la directora —. Por favor, promociónala entre todos tus amigos. Quiero que venga la mayor cantidad de gente posible. 

— Y que no se olviden de traer las chequeras — agregó la señora Thomas. 

Rieron las tres. Luego la señora Drake entregó a Jean una lista con las actividades para el resto de la semana. No le parecieron tan tortuosas. Tenía que limpiar los baños sólo una vez.

Ese día le tocaba hacer visitas a los pacientes y llevarles las bandejas con la comida. Guardó su mochila y subió las escaleras a toda prisa. 

Llamó suavemente a la puerta de Gabriel. 

— Pasa — bramó él. 

Jean sonrió. Debe estar en un buen día. Entró en la habitación, pero se detuvo de repente. El joven se hallaba sentado junto a la ventana, con un atril ante los ojos. 

— Cierra la puerta — masculló, sin levantar la vista de la pintura. 

Jean cerró la puerta sin hacer ruido y estiró el cuello para poder ver su trabajo. Gabriel la miró. 

— Bueno, no te quedes allí o te pescaras una torticolis. Acércate y dame tu opinión. 

Era ridículo, pero se sintió halagada. Cruzo la sala y se puso de pie detrás de él. Quedó boquiabierta. La pintura era exquisita.

— Es un mirlo — susurró ella — Y Twin Oaks Boulevard. — De todo lo que había imaginado, fue eso lo que más la sorprendió. Gabriel había captado al pájaro posado sobre un cable telefónico que se extendía por encima de la parada de autobús, en la acera de enfrente. Las plumas negras reflejaban el brillo del sol que se ocultaba detrás de la licorería, el cielo tenía el color del crepúsculo, la postura del ave anunciaba su inminente vuelo. Gabriel había sabido capturar la sensación de calles desiertas. La oscuridad presurosa disimulaba la melancolía de los enrejados de las casas. El sol poniente echaba un manto piadoso de terciopelo sobre la calzada poceada, con aceras plagadas de basura. Una imagen inusual, inédita; habría tenido que entristecerla, pero no fue así. Más bien fue una inyección de vida. 

— Y bien — preguntó él, mirando desafiante la pintura, como si hubiera esperado que peleara con él —. ¿Qué te parece? Y no me ven con ese cuento de que no entiendes nada de arte pero que sabes qué te gusta. Sólo dime la verdad.

— Es hermoso. 

Gabriel se volvió y advirtió que ella estaba contemplando el cuadro. Oyó admiración en su tono de voz. — Para ser una rica niñita malcriada, tienes buen gusto. 

— Modestia también., por lo que observo — replicó Jean. 

No me olvides. sinopsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora