Jean sonrió agradecida. Conocía sus atributos. Las rubias de ojos verdes y buena figura no eran moneda corriente. De todos modos, le resultaba agradable oírlo de otros labios.
― No te aflijas ― dijo ― tendré cuidado.
― ¿Vendrás al partido el viernes por la noche?
Jean no pudo determinar a quién de las dos se dirigía Todd. Pero Jennifer no se detuvo a pensarlo ni un segundo.
― Yo sí ― respondió con descaro ― pero ella no podrá ir.
― Tal vez pueda ― la contradijo Jean, ignoraba que se traía su amiga entre manos, pero ya se estaba hartando de su juego. ― Los viernes salgo a las cinco y media.
― ¿No era que en tu casa te habían prohibido las salidas? ― Jennifer recogió su mochila y se la cargó al hombro. Sonrió a su amiga con aire candoroso. ― Además, ¿cómo llegarías allí sin auto o licencia para conducir?
― Oh ¿quieres que te lleve? ― preguntó Todd ― Jugamos de locales, de modo que tendré que estar en la cancha a las seis.
― Esta bien ― Respondió Jean con su ánimo en una vertiginosa caída libre, comparable a sus notas de física. No obstante, el dolor más grande en ese momento era la actitud de Jennifer. Tal vez no eran tan amigas como había creído. ― Estoy castigada ― admitió ― Al menos por el resto del mes. Pero te agradezco la invitación.
― Puedes llevarme a mí ― acotó Jennifer.
Todd la ignoró.
― No me parece tan malo trabajar en un geriátrico. Mi abuela está internada en uno y el entorno es bastante agradable.
Jean decidió que lo mejor era decir la verdad. No tenía sentido mentir. Además, a pesar de que Lavander House era espantoso, había empezado a sentirse un poco culpable por su actitud. Lo peor de este mundo debe ser saber que uno se va a morir sin remedio.
― En realidad, no esto en un geriátrico ― explicó ― Es un hogar para enfermos terminales.
― ¿Qué es eso? ― preguntó Jennifer.
― Un lugar al que la gente va para morir ― Con su atención aun concentrada en Jean ― Qué extraño.
― ¿Extraño? ― preguntó Jean ― ¿Por qué?
Él se encogió de hombros y la muchacha no pudo menos que rearar en aquella espalda ancha, cuyos músculos se marcaban por debajo de la chaqueta.
― Por tu edad.
― ¿Mi edad? ¿Qué tiene que ver eso con m edad?
― Todo ― contestó él ― Además de ser la primera vez que infringes la ley, se trata de un delito que no implica violencia ― Se interrumpió. Parecía bastante incómodo ― Espero que no te moleste, pero he discutido tu caso con mi tío.
Por supuesto que le molestaba, pero no era mucho lo que podía hacer al respecto. Tenía plena conciencia de que se había convertido en el tema de conversación de sus amigos y sus respectivas familias.
― No hay cuidado.
Él le sonrió agradecido.
― De todas maneras en su opinión ― que debe ser calificada porque trabaja para el Departamento de Libertad Condicional ― Tendrían que haberte asignado a un hogar o centro comunitario. De hecho, estaba casi convencido de que conocía el lugar exacto. ¿Te has asegurado de que no cometieron un error contigo? No sería la primera vez que metieran la pata, ya lo sabes.