Capitulo 10 [Parte 1/7] Final

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7 de enero 

Querido Diario: 

Hace mucho que no escribo. No ha ocurrido mucho digno de contarse. La gente dice que la vida continúa. Pero a veces me parece que son sólo frases hechas. Pude sobrellevar el día de Acción de Gracias y de Navidad bastante bien, aunque fue muy duro. Me la pasé pensando que a Gaby le habría encantado el pavo que preparó mi mamá o que yo le habría regalado alguna colección de Asimov. Y luego recordé que estaba muerto. Sigo trabajando en el Hogar. Me dieron unas semanas de licencia después de su fallecimiento. De todas maneras, considerando que tendré que compensar esas horas perdidas, mis servicios comunitarios están por terminar. No estoy segura si seguir allí como voluntaria. Demonios, por supuesto que debo ser franca: ese sitio guarda recuerdos muy difíciles para mí. Ni siquiera puedo entrar en el cuarto de Gabriel. Ahora lo ocupa una señora muy amable, que sin duda debe de creer que la evito. No es ella. Lo que trato de eludir son los recuerdos, aquellos momentos que solíamos pasar sentados en la cama, hablando de libros y discutiendo quién escribía CF1 clásica y quién no. 

Nathan y yo seguimos juntos, aunque no sé cuánto va a durar. Anoche tuvimos una pelea muy fuerte y todo fue por mi culpa. No sé qué me pasa. Estoy enfurecida con el mundo entero. 

Jean suspiró y dejo a un lado el bolígrafo. ¿Qué sentido tenía? Confesar sus penas no le servía de nada. Los últimos meses habían sido una pesadilla. No podía dejar de pensar en Gaby. Creía que lo disimulaba bastante bien. Sus calificaciones eran buenas y sus padres — salvo alguna mirada curiosa y extraña, por parte de su madre — creían que se había resignado a la pérdida de su mejor amigo. Cada día actuaba mejor, pero la verdad era que la herida aún sangraba. 

Se volvió y contempló el otro lado del cuarto. Contra la pared, prolijamente apiladas y envueltas en un grueso papel marrón, estaban las tres pinturas de gaby, media docena de cajas con libros y dos bolsas de plástico con ropa suya y efectos personales. Jean ni siquiera las había revisado. No podía. Le dolía demasiado. Uno de esos días haría algo con ellas, pero no en ese momento. Todavía faltaba. 

— Jean — gritó su madre desde abajo —. Llegó Nathan y nosotros nos vamos. Regresaremos a las diez. 

— Está bien, mamá. Que se diviertan. 

Minutos después oyó los pasos de Nathan que subían por las escaleras. 

— Hola — la saludó. 

Ella giró su silla y lo miró. 

— Me sorprende que hayas venido.

Él se encogió de hombros y se sentó pesadamente a los pies de la cama. 

— Teníamos una cita, ¿recuerdas? 

— También tuvimos una pelea, ¿recuerdas? 

Nathan se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en sus rodillas. 

— Sí, me acuerdo muy bien. Pero ¿y con eso qué? Muchas parejas discuten. 

— Oh — comentó ella con sarcasmo —. De modo aún nos consideras una pareja. 

Nathan suspiró y puso los ojos en blanco. 

— Sí. ¿Por qué? ¿Quieres que terminemos? 

¿Eso quería? No lo sabía. De lo único que estaba segura era de que, desde que Gabriel había muerto, su mundo ya no tenía sentido. A veces creía que era una actriz que por accidente había entrado a escena en el teatro equivocado. 

— No — murmuró —. No quiero perderte. 

— ¿Entonces por qué no tratamos de determinar y superar lo que nos molesta? 

Jean entró en erupción, como un volcán. 

— Lo único que nos molesta es que tú te portas como un idiota. 

— Reconozco que mi humor de anoche no era de lo mejor — anunció, mientras la observaba con atención —. Pero tú iniciaste la pelea y fue a propósito. Y no es la primera vez. ¿Por qué? Si no quieres salir más conmigo, sólo tienes que decírmelo. 

No me olvides. sinopsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora