~Capítulo 80~

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A pocos metros de los chicos Poncho me seguía arrastrando por las escalaeras. Me hacía bajar los escalones prácticamente de dos en dos, ya que iba demasiado deprisa. La imagen de los demás se me comenzó a distorsionar. Las escaleras se ensanchaban y encojian por segundo. Todo comenzó a girar. Cuanto me pesa la cabeza, los párpados. No! Mi cuerpo no puede hacerme esto. No ahora. Maldito y débil organismo. No me hagas pasar por esta humillación. No frente a todos.

Intente mantenerme en pie e ignorar el mareo que azechaba. Mis esfuerzos fueron en vano. Cuando llegamos a los últimos escalones y apenas me separé de la barandilla en la que me apoyaba, mi cuerpo se desplomó sin previo aviso sobre la figura que me precedía. Al notar mi peso sobre su espalda y antes de que me pudiese caer, Poncho me cogió. Me sujeto en brazos intentando asimilar o adivinar qué me pasaba. Todos se acercaron muy preocupados. Observé sus caras de preocupación deseando no ver lo que otras muchas veces había visto: la oscuridad. Pero para mi mala suerte, esta llegó. Me desmayé. Mi cuerpo estaba demasiado débil para mantener la actividad normal y se derrumbó. Sabía muy bien cual era mi aspecto en esos momentos. Estaba pálida como una muerta, con los labios morados, como si la sangre ya no corriese por ellos ¿Por qué me tienen que ver así? Me podría haber pasado un rato antes que estaba sola con Miguel. Tengo que levantarme. Hacer que mi cuerpo me responda.

Poncho me mantenía pegada a su pecho. Movia mis extremidades dejándolas caer,observando mi ser inerte. El miedo se apoderaba de él mientras que los demás me gritaban o zarandeaban intentando despertarme. Miguel bajó corriendo las escaleras y los apartó a todos de forma violenta, quedándose él solo frente a mi y Poncho, que aun me llevaba en brazos. Ambos de rodillas ante mi cuerpo inmóvil comenzaron a llamarme suavemente por mi nombre mientras que yo hacía un intento por abrir los ojos. Me pesaban tanto los párpados como si alguien los estuviese obligando a bajar con cada esfuerzo de subirlos. Conseguí abrirlos y observaba el pánico en los ojos de todos. Por primera vez podía ver la cara de Poncho casi tan pálida como la mía. Miguel intentaba no mostrarse fuera de control y me miraba intentando descifrar qué hacer. Hasta que una nube de calma cruzó su mirada al posar la mía en su rostro.

Miguel- Que alguien traiga una Coca Cola! (gritando)

Mai- Miguel a Any no le gusta la Coca Cola ¿traigo otra cosa?

Miguel- Mai, maldita sea! No digas estu'pideces y trae una ya! (alterado)

Mai- De acuerdo (corrió hasta la cocina con los ojos llorosos)

Miguel- Any (sujetándome la cara) tienes que incorporarte (levantándome la parte superior del cuerpo) Ahora vas a tener que tragar (apoyando mi cabeza sobre el hombro de Poncho) Yo te lo doy pero vas a tener que bebertelo todo.

Mai- Ten! (llegando con una lata de Pepsi)

Miguel- Dame un pu'to vaso! ¿Cómo crees que se va lo a beber en una lata en su estado? (gritando)

Dulce- Tranquila Mai (abrazándola cuando comenzó a llorar) Yo voy por un vaso (corrió hasta la cocina y volvió en un segundo en el que solo se oyeron los sollozos de Mai) Aquí tienes Miguel (extendiéndole el vaso)

Miguel- Gracias Dul! (vertió el liquido en el vidrio y lo colocó sobre mis secos labios) Bebé preciosa!

Intenté que el refresco cayese por mi garganta. Me costó varios minutos pero lo conseguí. Las consecuencias de tomar dicha sustancia fueron rápidas. En poco tiempo mi cuerpo comenzó a responderme. Hice un intento de levantarme por mi misma y caí en los brazos de Poncho. Él seguía en shock y Miguel contimuaba haciéndose cargo de la situación. Con ayuda conseguí llegar hasta la cocina. Me senté aun sin fuerzas y dejé caer la cabeza entre mis brazos sobre la mesa. Miguel le pidió a todos que se fuesen para hablar conmigo y que no me sintiese tan agobiada con tanta gente a mi alrededor. Todos se fueron a preparar sus maletas, murmurando y haciendo conjeturas de por qué me desmayé. La conclusión a la que llegaron fue el estrés por lo sucedido en la discoteca. Sabía que iban a pensar que soy una enclenque que se deja guiar por sensiblerías. No soy una princesa en apuros! Ni tampoco tan vulnerable como para que todos me compadezcan. Solo perdí las fuerzas. Solo eso! No soporto dar pena.

~Su Muñeca~ AyADonde viven las historias. Descúbrelo ahora