Capítulo 1

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-¿Qué quiere hacer este día? – Pregunto Alice mientras terminaba de arreglar mi cabello, la miré por el reflejo del espejo y me encogí de hombros.

-¿Qué se puede hacer en 4 paredes?, ¿A parte de bordar, leer, tomar té o café, jugar ajedrez o damas chinas, planear que vestiré mañana, chismear? – Alice se quedó muda mientras me miraba con el ceño fruncido, suspire decepcionada.

-No se desanime, encontraremos algo para hacer, ya vera – Rodee los ojos.

Tenía un año casada con Jacob Black, 12 meses, 365 días, 8760 horas, que me han parecido una vida entera, me case en New York, mi cuidad de origen y me mude al campo junto con él, o más bien obligada por él. Mi vida se ha convertido en un infierno desde ese día.

-Podemos dar un paseo en caballo – Dijo señalando por la ventana – El día es hermoso – Comento animándome, miré y me puse de pie.

-No lo sé... - Dije mirando el vestido que mi compañía que mi "esposo" me había puesto para no aburrirme- ¿Consideras esto apropiado para montar? – Era un vestido corto, me llegaba arriba de las rodillas, era de color melón, ella me sonrió.

-¿Por qué no? – Dijo girando en su lugar para mostrarme su vestido color azul de mí mismo largor, cruce mis brazos en mi pecho.

-Pues allá va – Dije sonriendo.

Alice y yo salimos de mi habitación, ella intentando animarme y yo intentando sonreír o responder con coherencia a sus comentarios infantiles.

-Le avisare a su esposo sobre sus deseos – Dijo desviándose al despacho del Señor Black, me limite a ascender.

Esta era nuestra relación, yo salí de un orfanato, según las monjas de aquel lugar fui abandonada allí, los tíos de Jacob me adoptaron y me criaron, cumplí los 18 años y me casaron con el como única opción, si no volvería a la calle. Acepte por que no conocía nada más aparte de ellos.

-Señora Black – Saludo el hermano de Alice, aquel chico que siempre se encontraba silencioso por los pasillos de la casa, que creo adivinar estaba aquí vigilando que no me escapase.

-Edward, ¿Cierto? – Mencione apuntándolo, él sonrió y ascendió.

-A sus órdenes – Ofreció. Ascendí.

-¿Así que quieres montar? – Su voz sonaba en mis oídos como la más falsa de las melodías, quizá como un chirrido de terror. Mis dientes rechinaron.

-Sí, el día está muy bonito – Comenté sin mirarlo.

-No estoy de acuerdo – Suspire y lo mire.

-¿No puedo hacer eso? – Pregunte con repugnancia - ¿No puedo salir a montar?, ¿Puede decirme por qué demonios no puedo? – Alice tenía una expresión de sorpresa que era más que evidente. Su sonrisa presuntuosa hizo que mi sangre hirviera.

-Eres lo suficientemente estúpida para tirarte del caballo solo para no verme la cara y no se me da... - Dijo caminando hacia mí – Escúchame, no se me da la gana deshacerme de ti, aun – Sonrió, un nudo se formó en mi garganta, apreté mis dientes para no soltar a gritar.

-Si me permites Jake – Interrumpió Edward - Yo puedo acompañarlas - Él lo miro.

-Haz lo que quieras – Me miro, con su dedo índice acaricio mi mejilla, sentí como mi estómago se estrujo del asco – Te quiero – Dijo con hipocresía y se fue de nuevo por donde vino.

-M... Agh... - Apreté mis manos en un puño.

-Tranquilícese – Dijo Alice acariciando mis hombros. Mire a Edward, no me miraba, parecía darme mi intimidad – Tranquila – Me repitió, me encamine de nuevo hacia mi habitación, Alice me detuvo – No, no se vaya, le caerá bien salir, ¿Verdad? – Pregunto Alice mirando hacia su hermano, ambas lo miramos.

-Opino lo mismo Señora Black, hace un bonito día hoy – Me sonrió – Vamos, ordenare tres caballos – Dijo animadamente, nos permitió pasar a una Alice que me arrastraba y a una Bella ahogando la impotencia y el llanto - ¿Desde cuándo usted monta? - Pregunto Edward sin mirarme.

-Desde los 8 – Dije con voz temblorosa.

-Edward también monta desde muy pequeño, fue el mejor en equitación, ni siquiera yo con toda mi disciplina – Solté risas.

-La palabra disciplina y tu nombre no van en la misma oración – Escuche risas.

-Nunca he estado más de acuerdo – Dijo Edward aun riendo, Alice bufo indignada, reí.

Los caballos habían sido siempre mi pasión, corrí con la suerte que mis padres adoptivos tuviesen haciendas y lo único que les interesara fuese tener más personal montado en caballo, listo para el trabajo, y a mí no me importaba en lo absoluto, ese era mi escape, el galope del caballo, el viento contra mi rostro y poder sentirme libre, aunque fuesen un par de horas

-Eres lo único por lo que tengo que agradecerle a mi – Trague saliva mientras acariciaba el hocico de Gitana – Mi esposo – La yegua busco en mis manos el azucarillo que siempre le traía, le plante un beso y me acurruque contra ella.

-Siente su nostalgia – Dijo una voz masculina que muy pocas veces se dirigía a mí, voltee a verlo, tenía un rostro inexpresivo, me hacía sentir que aquel apuesto caballero no tenía corazón y si lo tenía era un tempano de hielo, duro y muy, muy frio.

-No hay ninguna nostalgia – Mentí con muy poca confianza y fiabilidad, el solo se limitó a ascender por supuesto sin creerme en lo absoluto.

-Déjeme ayudarla – Dijo mientras extendía su mano hacia mí, ascendí y tome su mano, me resultaba mucho más cálida que la de mi propio esposo, claro solo una vez la tome y ese día fui contagiada por su oscuridad, me ayudo a montar a mi yegua, me resultaba de lo más extraño estar montada en vestido, creo que había sido lo que me faltaba, seguro Esme, la madre de Alice nos mataría a ambas por este hecho, pero ya que no estaba, no importaba.

El día estaba tal y como los hermanos Cullen lo habían descrito, era increíblemente precioso, me era imposible no olvidar mis penas, eran tal cantidad de penas que en mi corazón albergaba que no me alcanzarían las estrellas del cielo para enumerarlas, solo podría pedir un deseo "Ser parte del firmamento"

Deseos CompartidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora