-La especialidad de la casa, pastel de zanahoria – Dijo la chica dejando tres postres frente a nosotros – Un regalo de la casa, por sanar a mi padre – Dijo la chica de ojos castaños.
-No es necesario Niria – Dijo Edward, la chica rió interrumpiendo cualquiera emoción.
-Es un gusto para mí – No sé por qué aquellas palabras me sonaban con doble sentido, Alice aplaudió animada.
-Muchas gracias – La chica se retiró sin más.
-¿Y qué te ha parecido el pueblo? – Pregunto Edward tomando de su taza de café.
-Es muy pintoresco... Muy diferente a la ciudad – Dije mirando a mí alrededor – La ciudad es... Complicada – Me encogí en mi lugar, nunca había tenido buenos recuerdos de la ciudad, solo del hospicio y las monjas que me criaron hasta cierta edad, pero después, no hubo muchas cosas buenas.
-Puedes contarme que es lo que recuerdas de tus padres – Pregunto Alice mirándome.
-Alice – Llamo la atención Edward, sonreí.
-No pasa nada – Dije interrumpiendo su regaño, solté un suspiro – No recuerdo mucho.... De hecho nada, solo el olor a lilas – Dije mirando el pastel de zanahoria – Les conté eso a las monjas que me recogieron y dijeron que ese tipo de flor nunca había estado a mi alcance, no al menos en mi niñez – Sonreí y me anime a verlos.
-Lo siento – Dijo Alice con rostro preocupado, reí y negué con la cabeza.
-No te preocupes, no me entristece en lo absoluto – Dije tomando un bocado del pastel – Además... Esto – Dije tomando el pequeño dije de mi collar – Llegue con él – Dije mirándolo, la mirada de Edward bajo a mi cuello y frunció el ceño.
-Me permites... Verlo – Pregunto, ascendí y me apresure a quitármelo, de pronto la cadena se soltó cayendo de mi cuello, Edward lo recogió, lo miro por unos momentos – Creo que se descompuso el broche – Solté un suspiro.
-Qué bueno que fue en este momento – Dije colocando mi mano en mi pecho.
-Si quieres puedo arreglarlo – Dijo aun mirando el pequeño dije con interés, ascendí.
-Te lo agradecería – Dije sonriendo.
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Nos encontrábamos explorando la plazuela, al menos yo, los hermanos Cullen me platicaban pequeñas anécdotas.
-¿Quieren un poco de chocolate? – Pregunto Alice adelantándose a nosotros - ¿Bella? – Ascendí, Edward ascendió antes de que Alice preguntara, Alice se fue dando pequeños saltitos.
-¿Quieres sentarte? – Pregunto Edward señalando la banca más próxima a nosotros, ambos nos sentamos, él alejado un espacio de mí, ¿Qué podía decir?
-Tu – Dijimos los dos al mismo tiempo, ambos callamos.
-Dime – Dijo animándome a hablar.
-¿Cómo estás? – Pregunte intentando hablar normalmente.
-Bien. Ya no duele – Dijo colocando su mano en su hombro.
-Sigues creyendo que fue... - No me anime a decirlo, no hubo una respuesta, pero su silencio me lo decía todo.
-Estoy preocupado – Dijo de pronto – Por ti – Susurro – No tengo derecho a sacarte de allí, sea lo que sea... Él es... - No prosiguió con la frase.
-Mi marido – Un sonido que no pude descifrar salió de su garganta.
-Además no tengo pruebas contra él... - Sacudió su cabeza – Mi madre y mi hermana no saben nada, no quiero preocuparlas y si te lo dije a ti... Es porque quiero que tengas mucho cuidado – Sus palabras sonaban tensas, pero intensas.
-No te preocupes por mí... Conozco a Jacob de... Prácticamente toda mi vida... - Su risa me interrumpió.
-No voy a dejarte sola nunca... Aunque... Aunque no seas para mí, buscare ayudarte, no discutamos más sobre esto – Miraba atentamente algún punto.
-Creo que estás confundido – Dije de pronto – No puedo concebir que estés... Enamorado de mí, más bien creo que sientes pena... - Acorto la distancia entre nosotros deslizándose en mi dirección.
-Te amo y si estas deseando que te diga que es mentira, lo siento, no lo diré aunque me lo supliques. Por qué no voy a mentir en cosas que te conciernan, jamás – Se puso de pie - ¿Quieres buscar a Alice? – Pregunto de nuevo evitando mirarme.
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Deseos Compartidos
Hayran Kurgu¿Vivir o morir?, decisiones, decisiones... Decisiones y más decisiones, solo una podría cambiar por completo el curso de tu vida, cambiar todo tu mundo, quisiera yo poder tomar una decisión y poder cambiar el calvario que es mi vida. Cuando escogí...