Capítulo 8

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Me encontraba en una habitación obscura, recorrí la habitación tocando las paredes, estaba completamente vacía a excepción de mí, no había salida, no había ventana, me sentía asfixiada, sentía que las paredes se venían encima, me senté en el centro de aquella habitación y me acurruqué, las lágrimas salían de mi rostro fugazmente, sin pensarlas, sin preverlas.

-Bella – Una voz hacía eco en aquellas paredes, no podía reconocerla, pero la sentía familiar, me aferraba aquel sonido para mantenerme calma, se repetía una y otra y otra y otra vez.

Abrí mis ojos de golpe, la luz del sol me golpeo con fuerza y me cegó por unos instantes.

-Solo un sueño – Dije intentando calmar las pulsaciones de mi corazón y la forma en que la sangre recorría mi rostro, escuche como tocaban la puerta, me senté en la cama de golpe y mire con temor por la ventana, era de día - ¿Q-Quien? – Pregunte en voz alta y cubriendo mi cuerpo entero con el edredón.

-Alice, ¿Qué sucede?, ¿Por qué has puesto seguro? – Solté el aire que mis pulmones habían retenido, salí de la cama y me dirigí a la puerta, abrí la puerta y dejé que Alice pasara.

-Perdón – Dije pasando mis manos por mi cabello – No me di cuenta – Mentí, ella ascendió dudosa, sonreí – Eres perspicaz para tu edad, ¿Puedes decirme cuál es tu secreto? – Alice soltó a reír, me puse de pie y ambas nos dirigimos a mi armario.

-La madurez viene de las experiencias, y yo a mi corta edad he tenido tanto buenas como malas, y también he tenido el poder de la observación – Me quede sorprendida ante aquellas palabras tan serias en los labios de una pequeña niña - ¿Te parece bonito este? Hoy hace un día fresco – Miré aquel vestido que me mostraba, ascendí sin poner atención.

El vestido era largo, podía arrastrarlo con facilidad, este era de tirantes y en escote "v", era de un ligero tono marfil, Alice tomo mi cabello en un recogido y coloco broches con piedras preciosas.

-Mejor no me pudo salir – Dijo dando saltitos.

-Jamás hubiese hecho yo esto sola – Reí - ¿Quién te ha enseñado? – Pregunte curioseando.

-Mi madre – Concluyo Alice acomodando mi cabello por última vez – Ella me enseño, todo el tiempo me deja practicar con ella – Dijo sonriendo y mirándome atreves del reflejo del espejo.

-Pues también practica conmigo – Alice tenía una capacidad de creatividad que parecía no acabarse nunca, ella se limitó a sonreír y a ascender.

-¿Qué quieres hacer hoy? – Pregunto – Primero tomar el desayuno, ¿Cierto? – Ascendí.

-Y... ¿Y mi esposo? – Pregunte temerosa, Alice me miro confundida.

-Salió esta mañana, creo que con el señor Eleazar – Solté un suspiro y sonreí.

-Entonces a desayunar – Dije poniéndome de pie enérgica, salimos casi corriendo de la habitación y solicitamos el desayuno en el porche trasero del jardín, Alice era una compañera entretenida en cualquier situación.

-¿Y tu madre cuando llega? – Pregunte tomando sorbos de café, ella se quedó pensativa unos instantes.

-En un par de días más – Suspire cansada – La extraño demasiado – Confeso Alice colocando los codos en la mesa y la barbilla en sus manos.

-También yo – Confesé con aire melancólico, Esme era lo más cercano a una madre que conocía, ni la misma Señora Black había intercedido por mi como la Señora Cullen lo había hecho, desde que la conocí parte de mi corazón se había rehabilitado, parecía que mi capacidad de querer se había ensanchado, toda la familia Cullen se había vuelto mi familia, mi seno protector, a excepción de la figura masculina, Edward, el parecía no poder tragarme, siempre rígido en mi presencia, circunspecto y taciturno, pero no importaba aquel detalle, solo podía agradecerle sus oportunas intervenciones.

-¿En qué piensas? – Pregunto Alice.

-En tu hermano – Solté de pronto, Alice abrió sus ojos sorpresiva, yo reí – Creo que no le caigo bien – Ella rio y se puso de pie.

-No lo creo... - Se encogió de hombros – Mi hermano es bastante callado y cerio, supongo que es por eso que lo sientes tan lejano... - Camino alrededor de la mesa pensativa – Aunque... - Soltó alargando la palabra, después rio – Olvídalo, ¿No vamos? – Dijo extendiéndome su mano.

-¿Aunque qué? – Pregunte tomando su mano.

-Aunque nada - Dijo mientras caminaba a mi lado.


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