Capítulo 4

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El juego se tornaba muy reñido, parecía que Alice nos había escuchado o mi suerte seguía siendo pésima.

-Parece que vamos por la misma – Dijo Alice, tirando aquella carta que había jalado del montón de cartas, sonreí mientras yo tomaba una carta del mismo montón, la mire atentamente era un As de corazón rojo, sonreí y mire a Edward, este sonreía, Alice bufo molesta como una niña, lance un trébol de tres, ella lo miro con genio y tomo una carta del montón, Edward se colocó en cuclillas a mi lado y comenzó a acomodar la carta que había recibido.

-La carta faltante va aquí – Dijo señalándome el As de tréboles, el orden era As, Rey, Reyna, jota y el número diez – La tiene segura Señora – Sonreí, aquello me había animado bastante.

-Venga Alice – Dije sonriendo.

El juego se prolongó por unos instantes hasta que Alice recogió una carta y lanzo cariñosamente el diez de corazones. Solté a reír y miré a Edward.

-Una bella escalera real – Dijo Edward, Alice volteo a vernos – Lo siento hermana, te acaban de dar una paliza – Se puso de pie y yo mostré el juego, Alice soltó un bufido cansado y sonrió.

-Vaya que par de suertudos – Dijo dejando su juego – Tú ganas – Me dijo aplaudiendo elegantemente.

-Gracias – Dije dirigiéndome a Edward.

-Vaya, vaya aquí estas – Su desquebrajo la armonía del momento con su voz, Alice se puso de pie y Edward opto una postura rígida – Tu – Dijo apuntándome – Ven aquí – Dijo haciéndome señas con su mano, me puse de pie y camine hacia él, cuando él hablaba así significaba que algo estaba mal y sobre todo que algo mal me pasaría, mi cuerpo lo sentía, mi consciencia me lo decía y el temblor que mi cuerpo propiciaba me lo confirmaba.

-Be... Señora Black, ¿Necesita algo? – Pregunto Alice con preocupación.

-Nada que te interese – Respondió mi esposo por mí, él me tomo del brazo fuertemente y me arrastro hacia mi habitación.

-¿Qué pasa? – Pregunte intentando soltarme de su agarre.

-¿Qué demonios hablabas con los Cullen ayer? – Me pregunto con dureza.

-¿Qué? – Pregunte confundida, el me empujo para que entrase en mi habitación, cerró la puerta detrás.

-¿Qué demonios estabas hablando ayer con los Cullen? – Comenzó a acercarse a mí, comencé a retroceder y coloqué mis manos frente a mi intentado colocar algo de por medio.

-No, no hablamos de nada... Ellos, ellos me mostraron un poco de... De la propiedad – Golpeo mis manos quitándolas del medio y tomo mi rostro con fuerza.

-¿Qué parte? – Comencé a sentirme ahogada, el apretaba mi mentón y parte de mi cuello con fuerza.

-U-u-un lago, me es-estas ahogando – Dije intentando liberarme.

-¿Qué le has dicho a esa estúpida de Alice? – Me quede paralizada.

-N-na-nada – Lagrimas inundaban mis ojos – Por favor, m-m-me estas ahogando – Dije utilizando mis uñas para quitarlo de encima.

-Mira mi querida esposa – Dijo hablándome fuertemente a una distancia de mi rostro muy corta – Mantén tu linda boca cerrada, como toda una señora decente y legitima – Beso mis labios con rudeza, intente empujarlo con fuerza pero él lo era más, me miro directo a los ojos, sus ojos me resultaban un infierno, llenos de secretos y de dureza – Quiero que te quedes callada, dedícate a tus cosas de mujercita casada y sobre tu origen ni una sola palabra – Me empujo y caí de espaldas al suelo - ¿Entendiste? – Me limite a mirarlo llena de miedo, mi cuerpo estaba inmóvil, mi garganta no podía formular ninguna sola palabra - ¿¡Entendiste!? – Se aproximó a levantarme.

-¡Jacob! – Aquella voz me sonaba como una campana de salvación, él se detuvo en su cometido y se limitó a girar un poco la cabeza.

-¿¡Que quieres!? – Grito con fuerza, sus ojos me recorrieron de arriba abajo, cierta oscuridad aparecía en sus ojos, esa misma oscuridad que conocí un día después de nuestra boda.

-La yegua preñada esta en labor – Se escuchó cortantemente, Jacob se acomodó la ropa y me miro por última vez.

-Hablamos más tarde, mi amor – Me quedé helada, la sangre se frenó en todo mi cuerpo, él abrió la puerta y salió, la mirada de Edward se cruzó con la mía, su rostro estaba inexpresivo, pero había algo sombrío en sus facciones, ambos desaparecieron y comencé a llorar, llorar con dolor, con tristeza, con vacío.

-Te odio – Dije en un murmullo - ¡TE ODIO! – Grite golpeando con mis manos convertidas en puño el piso repetidamente -¡Te odio!, ¡Te odio!, ¡Te odio! – Repetí una y otra y otra vez, hasta que Alice me detuvo atrayéndome entre sus brazos e impidiéndome cualquier movimiento - ¡Lo odio! ¡Alice lo odio! – Ella me apretó más fuertemente contra ella y allí me quede llorando por lo que parecían horas.

Pasaron horas por que la luz del sol se había extinguido, Alice aún continuaba conmigo entre sus brazos, acariciaba mi cabello con movimientos tranquilos y repetidos.

-A-A-Alice... - Me sorprendió el sonido de mi voz, esta estaba ronca y áspera – Te pido que te calles con lo que hoy te conté por favor – Alice ascendió repetidamente.

-Perdona mi indiscreción, pero, ¿Por eso... - La interrumpí.

-Solo espera cualquier provocación para herirme – La habitación comenzó a darme vueltas y el aire comenzó a abandonar mis pulmones – Me siento mal – Dije intentando tragar saliva.

-Ven – Dijo poniéndose de pie ayudándome a incorporarme, Alice me desvistió y se encargó de darme calmantes y de que me encontrara durmiendo, pero mis sueños eran turbados por aquellos ojos oscuros que me recorrían con deseo, con aquel deseo que mi cuerpo, mi alma y mi consciencia aborrecían.


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