#16

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No sabes qué hacer.

Estás prisionero en tu propia habitación...Prisionero de una fuerza desconocida, que acaba de hacer presencia en tu casa durante esta madrugada interminable.

Quien sabe que pueden haberle hecho a tu familia tus captores a estas alturas. Quien sabe que es lo que te harán a ti...Y tampoco quieres averiguarlo.

Tienes que escapar, escapar de ese lugar cuanto antes. Pero... ¿Cómo?

La única ventana de tu pieza se encuentra tapiada. Y alguien o algo se mantiene del otro lado de la puerta del dormitorio a fin de impedirte el escape.

Conforme pasan los segundos, tu temor y ansiedad va convirtiéndose en ira. Una ira ciega y enloquecedora.

Aprietas los nudillos de tu mano izquierda hasta hacerlos palidecer.

Tus dientes rechinan dentro de tu boca, y aunque un sudor frío ha empezado a cubrir tu cuerpo, tú sientes como si estuvieses ardiendo por dentro...Sientes que la cabeza está a punto de estallarte.

Poco importa que tus acciones no lleguen a tener efecto alguno: Estás harto de la situación. Harto de tu incapacidad para proteger a tu familia y a ti mismo.

Estás harto de ser una víctima patética.

—No sé quién seas, pero vas a abrir esa puerta ahora mismo...— dices entonces, con tono desafiante.

Allá afuera, nadie responde.

Repites tu amenaza, esta vez con mayor fuerza que antes, al tiempo que asestas una serie de puñetazos a la puerta.

— ¡Abre esa jodida puerta, hijo de puta miserable! ¡Abre! ¡ABRE!

Uno de tus puñetazos ha empezado a hacer merma en la madera de la puerta.

La furia que te embarga es tal que empiezas a creer que podrías llegar a derribarla.

Y ya estás a punto de dar otro puñetazo más a la puerta, cuando la casa entera empieza a sacudirse desde sus cimientos, como si tuviese lugar un violento terremoto.

Lee la parte #18.

El Diablo está en tu casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora