#20

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No estás seguro de ser lo suficientemente rápido como para llegar hasta esa edificación con aspecto de monasterio sin ser visto por los integrantes de la procesión diabólica que se aproxima, de manera que decides bajar por los peldaños al pie de la monstruosa estatua de tres rostros.

Quien sabe hacia dónde te conduzcan dichas escalinatas, pero no parece haber otra vía de escape más cercana.

Emprendes al instante el descenso, descubriendo así una suerte de pasaje subterráneo, el cual parece ir achicándose más y más conforme vas avanzando a través del mismo, de manera que al cabo de unos momentos prácticamente tienes que arrastrarte a fin de ser capaz de continuar.

El pasaje es oscuro y caluroso. Llega un punto en que no eres capaz de ver más allá de tus propias narices. Y sin embargo, a pesar de la oscuridad reinante, eres capaz de percibir claramente un enigmático cambio que tiene lugar entonces: Al extender tus manos a la pared más cercana, ya no sientes más una inerte textura de roca, sino más bien la tibieza propia de un ser vivo, lo mismo el suelo por el que están apoyadas tus rodillas, el cual pasa de ser áspero a tener una blandura viscosa que no tarda en darte la impresión de hallarte dentro de las entrañas de alguna clase de bestia desconocida.

Una débil pero de todas formas amenazante respiración no tarda en escucharse en las cercanías...Hay alguien más que tú dentro de ese pasaje, y está acercándote hacia donde tú te encuentras...

Si sigues desplazándote a través del pasaje a fin de escapar, lee la parte #21.

Si permaneces dónde estás, lee la parte #52.

El Diablo está en tu casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora