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A pesar de que los golpes en las puertas de la habitación van haciéndose más fuertes conforme pasan los segundos, tú sigues orando, sin dejar de clamar al Cielo por ayuda.

Durante tus rezos, tú alcanzas a escuchar la voz de tu hermana menor, suplicándote que la dejes pasar y aunque tú te sientes tentado a hacer tal cosa, hay algo que produce desconfianza al respecto...Y tal parece que tus sospechas no son erradas, puesto que si bien en un principio la voz de tu hermana se oía lastimera e implorante, no pasa mucho antes de que su tono cambie por completo, adquiriendo un carácter mucho más amenazante e inhumano, gritándote las siguientes palabras:

— ¡ABRÉME LA PUERTA, MISERABLE BASTARDO! ¡ABRÉME LA PUERTA O TE ARRASTRARÉ HASTA EL MISMO INFIERNO!

Con eso basta para que entiendas que no se trata de tu hermana menor... Bien poco en realidad faltó para que cayeses víctima de un engaño del demonio, pero ahora entiendes que no debes salir de ese cuarto, ni tampoco que debes interrumpir tus rezos.

Y mientras rezas, la casa entera tiembla desde sus cimientos, cayendo a tu alrededor abundante ceniza y polvo, mientras que por debajo de la puerta empieza a fluir un charco de sangre.

Las paredes se llenan de una serie de repugnantes erosiones, que les da un aspecto semejante al de carne putrefacta, y un sinnúmero de larvas emergen de su interior, reptando repulsivamente hasta tus pies.

Tú cierras los ojos mientras repites en voz alta las oraciones del devocionario. Sientes que estás a punto de morir de un momento a otro, pero en el instante justo de tu máxima desesperación, el cielo raso es arrancado de cuajo por una cegadora luz blanca, hacia la cual tú alzas las dos manos, exclamando:

— ¡Sálvame! ¡Oh, Dios mío, sálvame!

La luz lo envuelve todo, y por fin ya no hay rastro alguno de tu casa, ni tampoco del horripilante mal que se había apoderado de la misma.

Alguien te extiende una mano, ayudándote a incorporarte...Al alzar la vista descubres que se trata de tus dos padres, quienes además están acompañados por tu hermana menor Ana Lucía: Los tres irradian un magnifico fulgor, semejante al de las estrellas.

Tú no dudas ni un segundo en darles un fuerte abrazo, y ellos te devuelven el gesto con mayor efusividad, invitándote luego a seguirles a través de un camino que conduce hasta una ciudad dorada, la cual parece erigirse en medio de las nubes...

FIN

El Diablo está en tu casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora