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Estás tan aterrado que solamente puedes suplicar patéticamente por tu vida:

—No me mates... ¡No me mates, por favor! —ruegas de forma lastimera entre sollozos.

El demoníaco ser que te mantiene atrapado por el cuello deja de sonreír, adquiriendo entonces una escalofriante expresión de asco y profundo desprecio.

— ¡Miserable escoria! —Sentencia con voz de trueno tu diabólico captor—. ¡Tú no vales nada en absoluto! ¡NADA!

No bien esas palabras terminan de ser pronunciadas, aquel monstruoso ser te arranca de cuajo toda la piel del cuerpo, valiéndose de sus numerosas manos...En cuanto has sido completamente desollado, el demonio empieza a descuartizarte lentamente, arrancándote la parte viva por pedazos, engullendo cada pedazo con abominable delectación...

Uno por uno, ves como el demonio va devorando cada uno de tus órganos: Tus intestinos, tus pulmones, tu corazón, e incluso partes de tu cerebro...

Pero ni siquiera luego de sufrir tan atroz destino tú eres capaz de morir, sino que sigues vivo y consciente en todo lo que dura esta infernal tortura.

Lo poco que queda de ti es apenas un miserable despojo sanguinolento, el cual para tu desgracia, todavía es capaz de sentir... Y el horror te invade cuando el demonio adhiere tus restos al conjunto de cadáveres que conforman su cuerpo, sentenciándote de esa manera a la más cruel, perversa y retorcida de las condenaciones.

Jamás debiste haberle implorado misericordia a un demonio.

FIN

FIN

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El Diablo está en tu casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora