#82

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Debes haberte imaginado a ese sujeto siniestro acechándote fuera de tu habitación.

Te sientes cansado, pero consideras que no debes dormirte nuevamente, razón por la cual te diriges al baño ubicado al extremo derecho del pasillo.

"Me hace falta echarme un poco de agua helada en la cara..." Piensas entonces. "Con eso se me va a pasar cualquier tontería de estar viendo cosas..."

Al mirarte al espejo, te da la impresión de que tienes un aspecto terrible esa madrugada: Tu rostro está excesivamente pálido (Posiblemente a causa del grave susto que te llevaste hace apenas unos breves instantes) y las grandes ojeras en tus párpados te dan una apariencia bastante tétrica, casi ya no fueras tú mismo, sino más bien un muerto viviente.

Ojala hubieras podido dormir algo más de tiempo...En fin, ni modo. Por lo menos esperas que el agua fría baste para tenerte despierto por el resto de la mañana.

Pero en cuanto intentas abrir el caño, no cae ni una sola gota.

"¿Nos habrán cortado el agua?" te preguntas a ti mismo. Aunque no estás muy pendiente de ello, tienes la impresión de que tus padres están el día con los pagos.

Intentas forzar un poco más el grifo del lavabo, más lo único que consigues es que un desagradable sonido empiece a brotar del mismo: Un murmullo fantasmagórico, lejano...

Casi podrías jurar que escuchaste un leve quejido de dolor proveniente desde algún sitio recóndito.

"Las cañerías deben haberse atorado..." te dices, aunque no estás muy convencido de ello.

Y cuando manipulas nuevamente la manija del caño, una serie de gotas escarlata brotan del mismo...Gotas espesas, horriblemente parecidas a la sangre.

Al cabo de unos segundos, del caño brota lentamente lo que tú reconoces de forma inequívoca como fragmentos de piel y cabellos humanos.

Al cabo de unos momentos, también empiezan a salir del caño algunas diminutas larvas, así como también unas diminutas alimañas que no alcanzas a reconocer, aunque su apariencia es lo bastante desagradable como para que des un paso atrás.

La luz del foco del baño parpadea por un brevísimo instante, después del cual tú te fijas nuevamente en el espejo sobre el lavatorio.

Para tu horror y sorpresa, en este se haya reflejado aquella misma espantosa figura que viste fuera de tu habitación hace unos minutos, la cual ahora te observa desde el umbral de la puerta del baño, la misma que no tarda en cerrar de golpe en cuanto te das la media vuelta.

Lee la parte #83.

El Diablo está en tu casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora