La cocina no luce demasiado mejor que la sala...A duras penas puedes caminar a través del suelo casi enteramente recubierto por una textura extraña y viscosa, de olor parecido a carne en estado de descomposición.
Las puertas de la alacena también se hayan recubiertas por esta misma textura asquerosa, razón por la cual debes valerte de un cuchillo a fin de poder abrirla. Mientras recortas la textura, un espeso líquido emerge de la misma, detalle que te esfuerzas en ignorar, por muy difícil que resulte.
Una vez terminada la labor, consigues extraer de la alacena el tarro de galletas dentro del cual tu madre había dejado escondida una copia de la llave del cuarto de tus padres. No obstante, al abrir el tarro...
Al abrir el tarro algo te agarra de la mano desde su interior. Algo vivo, que respira sobre tus dedos.
Y dicha respiración se siente como agujas de hielo atravesando cada uno de los poros de tu piel.
Dejas caer el tarro, y abundante sangre fresca brota de su interior.
En medio del charco de sangre yace un diminuto ser...Una criatura similar a un feto abortado.
La criatura sigue viva, pero agoniza. Agoniza entre temblores, mientras extiende los diminutos muñones que tiene por manos hacia ti.
Para tu completo espanto, aquel...aquel ser empieza a hablarte. Su voz es monstruosamente inhumana.
La suya no es la voz de un niño, sino la de un condenado.
—Ayúdame...Por favor...Por favor... —Te suplica.
Si decides ayudar al ser, lee la parte # 55.
Si en vez de eso decides matarlo, lee la parte #41.
Si ignoras al ser y huyes, lee la parte #31.
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El Diablo está en tu casa
HorrorEs al parecer una madrugada como cualquier otra... Acabas de despertar de una horripilante pesadilla, sintiéndote aliviado de que el horror que presenciaste no fuera nada más que simples imaginaciones tuyas... Y sin embargo.... Sin embargo hay algo...