Asomas tu ojo derecho a través del minúsculo agujero en la puerta de la habitación de tus padres, esperando divisar algo que baste para indicarte que ellos se encuentran bien...Y en efecto, tú ves dos figuras recostadas en la cama, de espaldas hacia ti.
Forzando un poco más la vista, tú crees percibir un leve movimiento de parte de esas dos figuras... ¡Tus padres están vivos!
Eso te produce un gran alivio.
Empiezas a tocar la puerta con fuerza, llamándolos a gritos varias veces...
Tus padres reaccionan al oír tu voz, incorporándose abruptamente de la cama. Ambos parecen estar sumamente confundidos.
— ¿Hijo? —te pregunta entonces tu padre, acercándose a la puerta. — ¿Qué está pasando? ¿Qué hora es?
—Ábranme, por favor... —respondes tú, con tono suplicante.
Tu padre abre la puerta de su dormitorio. La expresión en su rostro es de absoluta perplejidad, mientras que tú simplemente procedes a abrazarle.
—Oh, hijito... —interviene entonces tu madre, y tú también la abrazas. Ella te devuelve el abrazo con ternura, mientras tu padre observa confundido el agujero en la puerta de su dormitorio.
—Pero... ¿Qué rayos es esto? —Inquiere, señalando aquel hoyo—. ¿Quién es el responsable de este destrozo?
Y aunque él te frunce el ceño como si estuviera a punto de regañarte, a ti no te importa. Estás feliz...Muy feliz de haberte reunido con ellos...Su mera presencia basta para tranquilizarte, para disipar de tu mente todos los misteriosos acontecimientos que han venido dándose desde la madrugada.
—Papá, ya te lo explicaré después... —dices tú—. Ahora tenemos que ir por Lucía e irnos de la casa cuanto antes...
— ¿Qué? ¿De qué rayos estás hablando, hijo? —pregunta tu padre, cruzándose de brazos.
—Tú no entiendes papá...Hay....Hay un sujeto desconocido que se metió a la casa durante la madrugada...
— ¡Cielos! —exclama tu madre de forma alarmada.
—Yo incluso temí que les hubiera hecho algo malo...Pero eso no importa ya...Vamos por mi hermana y larguémonos de aquí, antes de que ese sujeto vuelva a aparecer...
No bien terminas de pronunciar aquella última frase, desde la sala vuelve a escucharse nuevamente la música de la radio, la cual viene acompañada por una terrorífica estática que no tarda en volverse ensordecedora.
— ¡Dios...! —dices, llevándote las manos a los oídos. Sientes que la cabeza va a estallarte en cualquier momento.
Y sin embargo...Tus padres no parecen verse afectados en lo más mínimo, sino que se quedan mirándote, manteniendo un gesto absolutamente tranquilo mientras tú caes de rodillas al piso al tiempo que un hilillo de sangre ha empezado a brotar de tus oídos.
— ¿Mamá? ¿Papá? —preguntas tú completamente desconcertado.
Tu padre y tu madre intercambian una sonrisa cómplice, tras lo cual ambos te arrastran fuera de la habitación y te lanzan por las escaleras. Tú ruedas violentamente hasta caer sobre el suelo de la planta baja, quebrándote el cuello.
Y mientras agonizas, tú observas como tus supuestos padres se arrancan por pedazos la piel de sus rostros, revelando su verdadera apariencia de demonios hambrientos, quienes no tardan en bajar hasta donde tú te encuentras y abriendo de par en par sus monstruosas partes, empiezan a devorarte, sacándote el corazón, luego los intestinos, hasta dejar solamente un repugnante e irreconocible despojo que difícilmente podría pasar por el cadáver de un ser humano.
FIN
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El Diablo está en tu casa
HorrorEs al parecer una madrugada como cualquier otra... Acabas de despertar de una horripilante pesadilla, sintiéndote aliviado de que el horror que presenciaste no fuera nada más que simples imaginaciones tuyas... Y sin embargo.... Sin embargo hay algo...