#55

25 1 0
                                    

Aquel pequeño ser te inspira un profundo terror y repugnancia, pero una parte de tu alma siente que debes ayudarle.

—Quién... ¿Quién eres tú? ¿Cómo podría ayudarte yo?

—Sangre... ¡Sangre! —Musita la criatura entre estertores—. Me estoy muriendo...Necesito...Necesito otra vida a la cual poder aferrarme...Una vida humana...

—No te entiendo...De veras no sé a qué te refieres...

—Dame...Dame un poco de tu sangre...Por favor...No necesito más que unas pocas gotas para poder sobrevivir...Rápido...Por favor...

Dudas por unos segundos.

Luego respiras hondo y usas el mismo cuchillo que usaste para remover la textura que recubría las puertas de la alacena para hacerte una herida en el dorso de la mano, dándole de beber unas cuantas gotas al ser agonizante.

Esta última acción parece haber aliviado un poco su dolor, aunque tú sientes como si estuvieses al borde de la locura.

El ser con aspecto de feto se incorpora, y te dice entonces:

—No tenemos mucho tiempo...Sólo tenemos una oportunidad para escapar de este infierno...

—Qué... ¿Qué piensas hacer?

—Tú sólo sígueme...No tienes ninguna otra alternativa de todos modos...

Lee la parte #56.


El Diablo está en tu casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora