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Abres los ojos.

Miras a tu alrededor.

¿Dónde estás?

El lugar es frío y húmedo. Pero aun así distingues una luz a la distancia.

Mientras te acercas a la luz, alcanzas a escuchar el ruido de cláxones, de gente transitando por las calles.

Y sin embargo, todo se te hace tan irreal, como si fuese parte de un sueño del que todavía no despiertas del todo.

Respiras hondo.

Estás vivo. Y ahora te encuentras en un callejón de alguna ciudad.

Al ver tu rostro reflejado en un vidrio roto, descubres que tienes un aspecto terrible: Es como si hubieses envejecido toda una década de un momento a otro, y tus ropas están cubiertas de polvo.

—Dios... —musitas, empezando a recordar las horribles experiencias que viviste antes de poder despertar—. ¡Dios!

¿Qué fue todo aquello? ¿Fue real...?

¿O acaso se trató solamente de una pesadilla?

No tienes idea de dónde te encuentras... Sin embargo, el mero hecho de que todo aquel horror haya terminado por fin basta para que te sientas invadido por una profunda sensación de alivio.

Y ya estás a punto de marcharte del callejón, cuando escuchas una voz farfullando a tus espaldas:

Espera...Espera, por favor...

Vuelves el rostro. La voz proviene de una caja de cartón que está al lado de unas bolsas de basura. Sabes que no deberías hacerlo, pero aun así te asomas a su interior.

—Oh, Jesús...

Dentro de la caja está el mismo feto deforme que te ayudo a escapar de tu infernal pesadilla...

Tal parece que no fue una pesadilla después de todo...

FIN  

El Diablo está en tu casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora