Las sombras del pasado

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Y aquí esta el último capítulo del año xD

Vigésimo capítulo

Las sombras del pasado

En medio de la noche, casi sin saber donde se encontraba, un hombre despertó entre sudores de su horrible pesadilla, lo único es que no se trataba de una pesadilla, o al menos no del todo.

Podría decirse que se trataba de un recuerdo del pasado, uno que le dolía mucho recordar.

Hijikata no lograba recordar bien la edad que tenía cuando perdió a su padre, la única persona que fue amable con él. Su madre odiaba ver su rostro pues le recordaba a aquel hombre que tanto amó y tanto daño le trajo su abandono. Así que la mujer evitaba todo el contacto con su hijo, más cuando quiso empezar de cero, él solo le molestaba, era como una carga de la que ya no quería ocuparse, por eso le gritaba siempre, día y noche, como si eso fuese a mejorar la situación.

Harto de aquello, hijikata se dedicó a pelear con los chicos de su edad que vivían en el barrio. Perdió todos y cada uno de aquellos combates que él mismo comenzó. Aquello dañó su ya bastante herido orgullo, más no se detuvo, creía que de aquella manera lograría algo, pero nunca lo hizo.

El día de su cumpleaños número doce, salió nuevamente a pelearse pues sabía que su madre jamás lo celebraría, pero al volver a la pequeña habitación en la que vivían, se encontró a su madre con la cabeza apoyada en la mesa y varias botellas de alcohol vacías en el suelo. Nuevamente se habría quedado dormida mientras maldecía su existencia. Hijikata se sentó a su lado y se sintió afortunado de que la mujer estuviese dormida y así pudiese sentarse a su lado y disfrutar de su "compañía". Antes de que pudiese darse cuenta, cayó dormido.

Cuando despertó a la mañana siguiente, su madre seguía durmiendo en la misma posición, incluso si despertarla le daba miedo, sabía que debía hacerlo o de lo contrario lo golpearía más fuerte por la tarde. Así que con mucho cuidado llevó su mano al hombro de la mujer y la zarandeó con cuidado.

- ¿M-Mama? - preguntó el niño con miedo

Pero algo no era como normalmente, ella estaba fría.

Tres semanas más tarde, se encontraba tirado a un costado de una calle principal. Llevaba demasiado tiempo sin comer, tanto que perdió la cuenta. Al principio intentó robar comida para sobrevivir, no estaba orgulloso de ello pero se negaba a morir como un perro, aunque después de un tiempo todo fue más difícil y con el frío del invierno más el hambre, sus fuerzas lo acabaron abandonando.

Negándose a abandonar el mundo, mantenía los ojos abiertos, miraba a las personas que pasaban y estas lo miraban también, solo que había una gran diferencia entre ambos, Hijikata los miraba pidiendo silenciosamente ayuda, los miraba desafiantes, pues las personas solo lo miraban con lástima o hacían comentarios despectivos. El cuerpo del menor tiritó nuevamente, probablemente su final estaba cerca, pero el destino parecía tener otros planes para él, unos bastante más crueles que aquella muerte en la calle.

Antes de que pudiese darse cuenta de lo que sucedía, un gran hombre con una capucha le puso una manta sobre los hombros, para evitar que pasara frío y antes de que Hijikata pudiese comprender la situación, le dio de beber. Da igual los años que hubiesen pasado, Hijikata estaba seguro de que jamás probaría agua con ese maravilloso sabor, el sabor de la salvación.

- Bebe tranquilo - dijo el hombre con una sonrisa

A través de la capucha Hijikata pudo ver sus ojos, dos piedras de color rubí, le recordaban a las llamas, un color que se le grabó en el alma.

Perlas del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora