Todo por unos pelos

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Lo primero de todo, ya llegué a las 100.000 palabras por lo que como recompensa subiré dos capítulos en un día :) espero que os gusten

Septuagésimo cuarto capítulo

Todo por unos pelos

- Ya es hora de que pagues por tus actos - exigió el rey

Katsura tragó saliva y vio el objeto que Umibozu le acababa de entregar. Era una misión imposible.

- Haz que me crezca el pelo - ordenó el hombre

Katsura vio el peine nuevamente y estuvo seguro de que no saldría con vida de esta.

- Creo que eso está fuera de mis posibilidades como peluquero - explicó el hechicero

- O me crece el pelo, o usaré tu cabello como peluca - añadió Umibozu

- No es Zura, es Katsura - se ofendió el hombre

- Solo necesito un poco de cabello, tampoco debes conseguirme una larga melena, con tener un par de pelos me basta - pidió el rey

- Estoy seguro de que su miedo a la calvicie tiene algún tipo de problema psicológico, será mejor que hablemos de ello en las próximas sesiones - añadió Katsura

- ¿Ahora eres psicólogo? - preguntó el mayor sorprendido

- No se trata de mí, no debe echarle la culpa de sus horribles fallos y defectos a los demás - siguió el hechicero

- Es mi culpa, creo que es un problema desde mi juventud, mi padre tenía una gran melena y era bueno con las mujeres, ellas se volvían locas al verlo y quizás por eso tengo complejo - explicó el rey

- Ya veo - dijo Katsura mientras anotaba en un alga la palabra "estéril"

- Creo que su problema no es la melena, su problema viene de más abajo - explicó el hechicero

- Creo que también me huele la aleta - confesó el hombre

- No me refería a eso, pero vamos acercándonos, estoy seguro de que tiene un complejo debido a su inexistente virilidad - dijo finalmente el peluquero/psicólogo/loco a ratos libres

- Eso no es verdad, mi orochi funciona perfectamente, pero la única que podía levantarlo era mi esposa - explicó el hombre deprimido

- Menos mal, no queremos traumarnos ante tal miniatura - explicó Zura

- ¿Te estás burlando de mí? - preguntó Umibozu enfadado

- Ya le dije que esto no trata de mí, debemos hablar de su problema - explicó Katsura - ¿Cuándo se dio cuenta de que tiene un gran parentesco con un primate? -

Y ahí Umibozu saltó, no podía permitir que el loco hechicero se siguiese burlando, a pesar de que no tenía ni idea de lo que era un primate.

- Si quieres conservar tu cabello, debes hacer que crezca el mío - ordenó el rey

Katsura suspiró, esperaba que la única poción que tenía funcionase.

Minutos más tarde pudo sentirse una gran explosión en las profundidades del océano.

Quizás todos preferían a un rey calvo.

Mientras tanto, en la superficie algo extraño comenzó a ocurrir después de la explosión, algo que para una joven sirena sería bastante raro.

Después de ser obligado a lavarse la cara, por razones que nadie quiso explicarle, a Sougo lo obligaron a ir a comer todos juntos en el jardín del palacio, "para poder formar lazos" fueron las palabras de Mitsuba.

El único lazo que necesitaba Sougo era una soga para poder matar a Hijikata por tocar a su hermana. Pero gracias al estómago enorme de Kagura, acabó siendo obligado a ir también.

Mitsuba no podía estar más feliz gracias a la improvisada comida, mientras que el resto tenía otra opinión muy diferente.

Hijikata podía sentir la mirada asesina de Sougo, además de las patadas bajo la mesa del chico, pero para no incomodar a su pareja, tuvo que guardar silencio.

Sougo quería desaparecer y de paso hacer desaparecer a Hijikata, pero no podía hacer tal cosa en presencia de su hermana, por lo que debería ser muy paciente. Kagura mientras tanto se hartaba de comer ignorando la extraña situación y las miradas furiosas de los hombres.

Fue ahí cuando algo llamó la atención de la joven, algo que no podía reconocer cayó sobre su nariz, sorprendiendo a la curiosa sirena. La joven quiso agarrar lo que había caído sobre su nariz, pero le resultó imposible, pues solo acabó con los dedos mojados. Decepcionada, continuó comiendo sin decir nada, pero nuevamente algo cayó sobre su rostro.

Poco a poco comenzaron a caer más cosas del cielo y en cuestión de minutos eran mucho más visibles. Kagura, con todo lo que había aprendido del mundo humano, reaccionó de la manera esperada.

- Me desintegro - gritó la joven preocupada, corriendo a esconderse debajo de la mesa

Bueno, quizás no de la manera esperada.

Mitsuba, no pudo evitar reír ante la ocurrencia de la joven, mientras que Hijikata ya estaba clasificando a Kagura en la misma casilla que a Sougo, la de demencia.

Sougo se lo tomó con calma y le demostró de manera amable, que no debía tener miedo.

- China idiota, no te vas a desintegrar - gritó el chico bastante molesto

Aunque probablemente tampoco fue una manera muy amable.

- Seguro que estás mintiendo - añadió la menor

Sougo entonces tuvo la idea perfecta, decidiendo meterse con la joven como venganza.

- Es verdad, no quería decir las horribles consecuencias de la nieve, pero puedes derretirte si te toca, o peor aún, desfigura tu rostro - comenzó Sougo mientras hacía una pausa dramática - Creo que es demasiado tarde, ya se desfiguró -

Kagura gritó horrorizada y gateó hacia Mitsuba.

- ¿Estoy desfigurada? ¿Me veo fea? - preguntó la menor asustada

La reina no pudo evitar reír ante el extraño juego de su hermano.

- Para nada, creo que esa es la manera de mi hermano de decirte que te ves hermosa para él - explicó la mujer

Sougo puso cara de asco, al notar que esa no era una buena traducción por parte de Mitsuba, la mujer era la única capaz de sacar tal frase de contexto.

- Esto empieza a ser divertido - se burló Hijikata, feliz de ver lo fácil que era molestar a Sougo ahora

Sougo lo miró con odio y Hijikata decidió vengarse.

- Para volverte inmune a la nieve y así no sufrir las consecuencias, debes besar a un príncipe - se burló el guardaespaldas

Sougo no dudó en escupirle, en el segundo en el que Mitsuba no miraba.

Kagura pareció meditarlo, justo antes de buscar a Sougo y tirarlo de la silla sin delicadeza alguna, para que pudiese estar bajo la mesa también.

Mitsuba y Hijikata no observaron lo que sucedió, pero les bastó ver a Sougo salir sonrojado y a Kagura feliz e inspeccionando la nieve.

Esos dos eran una pareja muy curiosa.

Continuará

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