Injusticia

216 32 51
                                    


Llegó la hora del idiota de turno... digo de Katsura xD espero que os guste y pueda sorprender a algunos 7u7

Sexagésimo cuarto capítulo

Injusticia

- No soy un prisionero, soy Katsura - gritó el hechicero, harto de estar encerrado

El pobre peluquero recordaba como acabó metido en esa situación.

La poción de las sirenas dejó de hacer efecto y se vieron obligados a volver al mar, o al menos esa era la intención de Umibozu.

- No quiero volver, yo quiero estar con Ikumatsu - se quejó Katsura mientras abrazaba a la rubia

- Por tu culpa mis hijas están en esta situación y si algo les llega a suceder será tu pena de muerte - amenazó el rey

- No soy un médico, soy un peluquero - se quejó Katsura, mientras que la rabia de Umibozu crecía ante las palabras del peluquero

- Vendrás con nosotros quieras o no - ordenó el rey dispuesto a usar la fuerza si era necesario para salvar a sus hijas

Katsura entendió entonces, que no había nada que pudiese hacer para salvarse. Era injusto, pero de alguna manera había sido su culpa, desde el principio había sido dueño de sus acciones y estas lo llevaron a tal situación, todo por creer que podría cumplir un estúpido sueño y ser peluquero.

- ¿Puedo despedirme? - preguntó el hechicero

- No tenemos tiempo para tonterías - añadió Umibozu, pero intentó ser benevolente - Una frase, puedes decir una última frase para despedirte -

- ¿Me pedirás matrimonio por última vez? - preguntó Ikumatsu

Katsura negó con la cabeza. No sería justo para él ser tan egoísta, pedirle nuevamente ser su esposa aun cuando sabía que jamás volvería a la tierra, probablemente Umibozu lo encerraría de por vida y no podía dejar a Ikumatsu así.

- Sé feliz, conocerte es lo mejor que me haya pasado en la vida - dijo Katsura mientras miraba la expresión sorprendida de la mujer, quería guardarse cada rasgo en su cabeza pues jamás la volvería a ver

- ¿Eso es todo? ¿Después de tanto molestar te irás así? - preguntó Ikumatsu sintiendo un extraño vacío en su pecho y ganas de llorar a pesar de que no comprendía su significado

Ikumatsu no entendía, Katsura siempre fue una molestia y quería quitárselo de encima, pero ahora no quería separarse de él. Se sentía furiosa porque Katsura aceptaba todo tan tranquilo, como si no le doliese su despedida.

El hechicero se giró, comenzando a entrar en el mar junto a Umibozu y sus hijos. Preparado para dejar su corazón en manos de la rubia y jamás volver a verla.

Pero esto no sería del todo una tragedia griega, por lo que Ikumatsu comenzó a moverse sin pensar. La rubia no sabía lo que estaba haciendo, tampoco era capaz de controlar su cuerpo. Antes de darse cuenta estaba abrazando con fuerza a Katsura, mientras lo besaba.

Apretaba la tela de la chaqueta del hombre con todas sus fuerzas, intentando evitar así que el huyese, que la dejase sola nuevamente, siendo abandonada por todos. Ikumatsu juntó sus labios en un beso casto, incapaz de hacer algo más que eso. Por eso mismo fue la tarea de Katsura el aprovechar la situación, devolverle el beso con una pasión que nunca creyó haber sentido, pero necesitaba demostrarle sus sentimientos, tomar aquel beso como una despedida permanente y como recuerdo de su amada.

Perlas del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora