Campanas de boda y problemas

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Primero me gustaría disculparme por los dos últimos capítulos :( siento que no estuvieron a la altura de vuestras expectativas (ni siquiera de las mías) me temo que comencé con todo lo de la boda para hacer algo troll al final o dejarlo como broma, pero se me acabó yendo de las manos :( por eso mismo no tenía inspiración ni idea de qué hacer con la historia. Creo que de momento encontré algo que quedaría bien e intentaré tirar de esa idea xD espero no decepcionaros y gracias por vuestra comprensión, paciencia y apoyo.

Octogésimo cuarto capítulo

Campanas de boda y problemas

Los primeros rayos de sol entraron por la ventana, indicando a la joven que su último día de vida había comenzado. Sin siquiera tener tiempo para prepararse, la reina entró en su habitación con un vestido blanco, aquel que la joven sirena desearía poder quemar, pues tanto era el odio por lo que ese objeto representaba. Unas cadenas.

Mientras tanto, los invitados comenzaban a llegar en sus carruajes al castillo, todos emocionados por la ceremonia que presenciarían, todos menos dos.

- ¿No hay mucha gente? - preguntó el hombre que usaba una peluca para no ser reconocido

- Mejor así, cuando interrumpas la boda podremos huir camuflados entre la multitud - añadió Zura

- ¿Camuflados? Llevas un vestido rojo fuego, accesorios para el pelo brillante, pendientes iguales y maquillaje, ¿A eso le llamas pasar desapercibido? - preguntó el mayor

- No te olvides de mis hermosos tacones, uno debe combinar todo a la perfección, de lo contrario no sirve - explicó el hechicero

Umibozu suspiró, su plan B era usar al travesti como cebo ya que parecía llamar tanto la atención.

Kagura se encontraba haciendo guardia en la cocina, para poder ser la primera en probar el banquete, importándole poco su hermana y sus problemas. Sougo estaba junto a Kagura con la excusa de que la estaba vigilando para que ella no se comiese toda la comida antes de que fuese el momento del banquete.

- Si tanto te gusta la comida, puedo darte un banquete para ti sola - ofreció Sougo de buen humor

Los ojos de Kagura brillaron de alegría ante aquellas palabras.

- Solo tenemos que casarnos y puedes comer todo lo que quieras - añadió el chico

Kagura puso cara de asco, llevaba semanas viendo a Mutsu ser infeliz por el tema de la boda y ahora aquello parecía ser un sinónimo de prisión para la princesa.

- No gracias, prefiero ponerme a dieta - añadió la joven mientras le daba la espalda a la cocina, intentando así engañarse a sí misma

Aquellas palabras le sentaron mal al príncipe, que se lo tomó como una ofensa personal.

- Ya me acabarás rogando que te proponga matrimonio cuando nadie más te quiera - gruñó el chico de mal humor

- En el océano tengo muchos pretendientes, así que dudo que eso sea un problema - dijo la joven bastante orgullosa de su larga lista de jóvenes a los que había asustado

Sougo no lo admitiría, pero saber que había más chicos tras Kagura lo ponía celoso, así que de una manera bastante egoísta decidió seguir el consejo de un sabio hombre de cabellos largos.

Después de todo puede que le gustase el fútbol si se trataba de Kagura.

- Oye china, ¿Quieres jugar a los penaltis? - preguntó Sougo con una sonrisa sádica

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