Capítulo 8

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Mi corazón estaba latiendo a mil cuando me separé de Dylan. ¿Qué demonios había sucedido? ¿Cómo fui capaz de decirle aquello? No lo sabía. Pero sí sabía una cosa, ya no había marcha atrás. Ya le había dicho aquello, y nada iba a cambiarlo. Había arruinado todo. Y ya no sabía qué iba a suceder.

—¿Quién te dijo? —susurró acariciando mi mejilla.

—No puedo decírtelo, Dyl —maldije para mis adentros cuando recordé que muy a pesar de todo, Emma terminaría muerta por mi culpa. Necesitaba cubrirla. Pero los nervios me consumían.

—Eres patética mintiendo —se rio mientras negaba con la cabeza—. Pero en serio, ¿quién fue?

Suspiré, no había salida.

—Emma...

—¡¿Qué?! ¡No volveré a contarle más nada! —gruñó exasperado. Realmente parecía un niño pequeño. Fue adorable la forma en la que su ceño se frunció y lo único que pude hacer fue carcajear.

—No digas nada. Ella no sabe que tú... Ya sabes, me atraes...

¿Por qué diablos era tan incómodo decir estas cosas? La vida era injusta la mayor parte del tiempo, y eso quedaba demostrado cuando uno tenía que pasar por cosas como esta.

—¿En serio te gusto? —fruncí el ceño seguido de un suspiro.

—Sí, Dylan. Lo haces —susurré, aunque sabía que no había más nada que atracción. Sabía que lo que yo sentía por él no abarcaba ni una cuarta parte de lo que él sentía por mí. Era una situación bastante incómoda.

Mi teléfono empezó a sonar y sólo contesté sin ver quién era.

¿Sí? —Dylan me miraba atento.

Hola, hermosa —mi ceño se frunció tanto que estoy segura de que mi cara estaba totalmente deformada.

¿Qué demonios quieres, Jace? —justo en ese momento la cara de Dylan se tornó incómoda y algo molesta.

Melissa...

Ya te dije que no quería salir contigo.

¡Sólo necesito hablar contigo! —gritó frustrado.

Y yo no quiero hacerlo.

Por favorcito... —suspiré hondo.

—Luego te llamo, Jace. Estoy ocupada —y colgué.

DYLAN

Oh.

Él no lo hizo.

Lo voy a matar a golpes.

Recuerdo muy bien haberle dicho que no se le ocurriera acercarse a Melissa. ¿Y ahora la estaba llamando? Qué imbécil y descarado era este chico.

—¿Por qué te estaba llamando él? —dije tratando de sonar calmado. Pese a que me estaba muriendo de rabia, no podía darle esta impresión a Melissa. Apenas y me había dicho que le gustaba. Tan pronto actuara de la manera equivocada ese sentimiento en ella desaparecería. Y no quería eso. Me sentiría muy mal si llegara a arruinar eso que tantos meses había esperado. Llevaba un año perdidamente enamorado de ella. Aunque yo sabía que ella no se sentía igual por mí, y probablemente sólo le atraía; yo haría todo lo posible para intensificar sus sentimientos por mí.

—Quiere que salgamos para hablar conmigo. Realmente no se oía con malas intenciones, pero aun así no quiero salir con él.

Sí. Definitivamente iba a matarlo a golpes.

JACE

Melissa.

Melissa.

Melissa.

¿Por qué me estás haciendo esto? ¿Por qué haces que mi mente dé vueltas como si estuviera atrapado en una rueda de la fortuna? Aunque en este momento me parece más bien una rueda de la mala suerte.

Mi estómago se revolvía cuando oía su voz. Y no podía dejar de pensar en ella. Jamás me había sentido así. Ninguna chica había causado en mí lo que ella causaba. Me sentía mal conmigo mismo por caer tan bajo. Llevaba un mes sin acostarme con nadie. Pues ella no salía de mi cabeza. Y me parecía una falta de respeto hacia su persona estar con alguien mientras en mi mente sólo estaba ella.

—Jace —dijo Mike mirándome con el ceño fruncido. Le había llamado luego de llamar a Melissa para que se quedara a dormir. Pero ya llevaba media hora aquí y creo que lo único que había salido de mi boca había sido el «Hola» con el que le había recibido—. ¿Qué diablos te sucede?

—¿Por qué lo dices, Mike?

—Pues, llevas todo el rato sin decir nada y con la cara depresiva más enorme que he visto en ti.

Me puse una almohada en la cara y suspiré fuertemente.

—No tengo idea, hermano —me sinceré luego de quitarme la almohada. Porque realmente no sabía qué demonios me ocurría con Melissa. Me estaba volviendo loco.

—¿Es por ella? —me senté bruscamente.

—¿Quién?

—Melissa Seller —respondió con diversión y lo maldije mentalmente.

—No.

—Eres un asco mintiendo, amigo.

—Te detesto.

—Lo sé. Puedo vivir con ello. Sé que te encuentras así por ella. Desde todo lo que pasó no has estado con nadie. Eso es preocupante viniendo de ti. En serio sigo sin entender qué diablos te está haciendo esa chica. Pero debe parar. Se está llevando a mi mejor amigo —lloriqueó falsamente y luego soltó una carcajada.

Imbécil.

—Pero ya, en serio. No sé qué te está ocurriendo, Jace.

—¡Como si yo lo supiera! —solté con ironía—. Maldición, Michael. Me estoy volviendo loco. Nada funciona con ella. ¡Y mira que he intentado de todo! Ella simplemente no quiere ni respirar el mismo aire que yo. Y no puedo siquiera acercarme. White siempre está encima de ella.

—¿Y en qué momento te ha importado algo como eso? ¡Eres Jace Collins! Pareces una nenaza.

—No soy nenaza.

—Pues lo pareces. ¿Acaso le temes a Dylan? —se burló y fruncí el ceño.

—No le temo, no seas idiota. Es sólo que nos amenazaron de expulsarnos si volvíamos a pelear. No necesito más problemas de los que ya tengo.

—¿Entonces vas a dejar que Dylan White te robe a la chica?

Cómo odiaba no tener la razón. Mike estaba en lo cierto. Yo no podía dejar que Dylan me quitara a Melissa, yo jamás me dejaría ganar por ese imbécil. No iba a dejar que él la tuviera. Porque yo la quería. Y haría o que fuese por tenerla entre mis brazos. Ni loco se la cedería a él. Ella era la primera chica que me había hecho desarrollar todas las sensaciones que estaba viviendo últimamente. Y me hervía la sangre que Dylan la tuviera siempre, que pudiera verla en cada una de sus jodidas facetas. Envidiaba eso. Y no iba a permitir que se saliera con la suya. Jace Collins jamás se deja vencer.

—Jamás.

Operación «Melissa y Jace», comienza ahora.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora