—¿Quieres ver una película? —me preguntó Jace cuando ambos estuvimos en la sala. Yo me encontraba boca abajo en uno de los sofás y él estaba sentado en el suelo.
—Quiero que hagas panqueques —le respondí sin mirarlo.
—Tus demandas son impresionantes, Melissa —se rio—. ¿Tanto te gusta como cocino?
—Cuando no incineras lo que haces, me gusta tu comida —lo miré de reojo. Él tenía apoyada su cabeza en el sofá y tenía los ojos cerrados.
—Sólo sucedió una vez. No exageres —abrió un ojo y me miró sonriendo.
—Casi quemas mi casa —contraataqué.
—No era mi intención. Sólo quería jugarle una pequeña broma a mi pelirroja favorita.
—¿Favorita? ¿Tienes más? —le pregunté desconcertada.
—¡No! ¡Claro que no! —me miró alarmado—. ¿Cómo podría? —lloriqueó agraviado.
—Tienes algunos antecedentes —me reí.
—Justo recién te dije que eras la única pelirroja que conocía —fruncí el ceño.
—Estás empeorando todo, Jace —susurré severa.
—¡No me malinterpretes! —se tiró encima de mí en el sofá y me abrazó—. Perdona —sollozó.
—Jace, pesas —me quejé tratando de quitármelo de encima.
El castaño hizo un movimiento para hacer que yo quedara encima de él.
—Así está mejor —susurró y mis mejillas empezaron a arder.
—S—Suéltame —susurré nerviosa.
—Tu corazón está latiendo muy rápido, Roja —su voz era ronca y relajada—. Y tu cuerpo se mueve solo. Te siento bastante inquieta. ¿Estás nerviosa? —susurró en mi oído y mi piel se erizó.
—Jace, detén esto —traté de separarme de él. Pero parece que no quiso ceder.
—Quiero abrazarte todo lo que me sea posible —me dijo. Su voz se tornó un poco triste y solitaria de repente—. Cuando estoy contigo me siento bien. Siento como si no tuviera que preocuparme por nada. Te veo y mi cuerpo se tranquiliza. Es como si fueras mi tranquilizante. Por ti he mejorado tanto, Melie.
Miré sus ojos. Que parecían reflejar cada sentimiento que estaba pasando por su corazón.
—Extraño a mamá —susurró—. Cuando era pequeño, me sentía el rey del Mundo por tenerla sólo para mí. La celaba de papá y todo —se rio un poco—. En serio estaba enamorado de mamá. La amaba mucho. Lo sigo haciendo —se corrigió—. Cuando estoy contigo siento como si volviera a casa —susurró—. Tu calor me es tan familiar —acarició mi cabello—. Perdona si soy algo insoportable a veces. Es sólo que...
—Te equivocas —susurré desviando la mirada—. No eres insoportable. Realmente me gustas mucho. Y me gusta sentir que tú necesitas de mí —sentí mis mejillas calentarse un poco—. Es sólo que no me acostumbro aún a este tipo de cosas —mi corazón estaba latiendo como loco—. Cuando estuve anteriormente en relaciones no estaba acostumbrada a este tipo de atención. Tú eres bastante diferente —al fin lo miré. Sus ojos apuntaron directamente los míos.
—Demonios, no me mires así. No puedo contenerme si lo haces —susurró rozando mis labios.
—Entonces no lo hagas —susurré llenándome de su embriagadora esencia. El castaño rápidamente apretó su agarre y me acercó aún más a él.
—Me encantas, Roja —me besó apasionadamente mientras acariciaba mi cintura. Mis manos se mezclaron con su cabello y mi respiración se empezó a agitar.
Yo... En serio estaba loca por él...
* * *
Mi teléfono comenzó a sonar de manera insistente cuando me encontraba lavándome los dientes. Tras terminar, me acerqué a él y lo tomé sin ver el número.
—¿Sí? —contesté la llamada. Eran aproximadamente las diez de la noche. Jace se había ido a casa unas dos horas atrás luego de cumplir mi demanda de hacer panqueques. Le quedaron exquisitos. Lo admito.
No te aproveches de él.
—¡Hija! —mis labios se curvaron ligeramente al oír la voz de mi madre. Tenía tanto tiempo sin hablar con ella que ni siquiera había podido contarle acerca de Jace.
—Hola, madre —sonreí—. ¿Cómo han estado?
—Algo ocupados, ya sabes cómo es todo esto. Perdón por no haber llamado antes.
—Descuida. Supuse que estarían muy apretados de tiempo. Traté de llamarlos algunas veces. Pero nadie contestó.
—Perdona —se disculpó.
—No importa —susurré—. ¿Cómo está papá?
—Gruñón, como siempre.
—Te escuché —oí a lo lejos y me reí—. Te amo, hija —escuché que decía más cerca—. Espero que todo esté saliendo bien.
Mi ceño se frunció ligeramente mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. La última vez que había hablado con papá había sido hace meses.
—Te amo, papá —susurré con la voz entrecortada.
—Nos vemos pronto —asentí pese a saber que él no me veía.
—Te siento distinta —me dijo mi madre—. ¿Hay algo que no sepa? —me sonrojé—. Tu silencio me dice que es un muchacho. ¿Es Dylan?
—¿Qué? No es Dylan, Dios santo —solté nerviosa. No iba a contarle esa parte de la historia.
—¿Quieres decir que sí es un chico de todos modos? —me preguntó de repente. Me quedé en silencio—. Es un chico —susurró. Su voz se tornó un poco extraña.
—¿Te sientes mal? —le pregunté preocupada.
—¡Ah! Sí, estoy bien. Descuida, cariño —pausó un poco—. Sólo llamaba para saber cómo estabas y todo eso. Nos vemos pronto.
—P—Pero...
—¡Hasta luego! Te adoro —me dijo antes de colgar.
OMNISCIENCIA
La pelirroja miró la pantalla de su móvil desconcertada. Y a la vez, frunció el ceño porque realmente no tenía ni la menor idea de por qué su madre había actuado de aquella inusual manera.
—¿Qué le ocurre? —se preguntó a sí misma tirándose en su cama.
Por otro lado, bastante lejos de ella. La pareja de casados, los cuales se hospedaban en un hotel, se encontraban sentados en una enorme cama, con una increíble montaña de documentos entre ellos.
—Hay un chico —sugirió Helena desconcertada.
—Maldición —susurró él recostándose del cabezal de la cama.
—¿Realmente es esto necesario? —le preguntó ella casi inaudible. Su voz era quebradiza.
—Tampoco quiero entregársela a cualquier persona. Sé que no he sido el mejor padre del mundo. Pero yo realmente siempre he deseado que ella sea feliz con una persona que sea capaz de amarla y ella a él —mencionó frustrado.
—Me asusta esto, Dan...
—También a mí. Pero debemos considerar la opción de aceptar el contrato... De lo contrario, es probable que las cosas empiecen a salirse de nuestras manos, y empeore todo. Especialmente para ella.
—No puede ser —sollozó Helena dejando caer sus lágrimas sobre una de las copias de él tan odiado documento del que se hallaban en posesión—. Perdónanos... Melissa...
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Ficção Adolescente-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...