Capítulo 41

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—No puedo creer que la fiesta de graduación sea mañana —oí la voz de Emma a través del teléfono el cual estaba en altavoz—. ¿Qué vas a ponerte?

—No pienso decírtelo —bromeé.

La verdad es que sí. Los últimos días habían estado tan ajetreados que ni siquiera vi cuándo el tiempo pasó tan rápido. La ceremonia de graduación se había realizado hace una semana en el auditorio escolar. La misteriosa cosa que estaba siendo preparada por el equipo de fútbol era una encantadora presentación, bastante movida. Un pequeño juego para recordar cómo iniciaron. Y un espacio de agradecimiento a todo el personal responsable de la institución.

—No seas mala —lloriqueó ella.

—Nadie sabe qué me pondré —me reí.

—Deberías al menos decirle a Jace qué usarás. Para que use una corbata del color de tu vestido...

—Bueno —me aclaré la garganta—. Él ya sabe...

—¿Por qué él? —preguntó seria.

—Fuimos juntos a comprar mi vestido y su traje...

—Ya veo —suspiró—. Me debes una por no decirme ni pedirme a mí que te acompañara.

—Iremos juntas al cine. Yo invito —sugerí.

—Trato.

—Bien. Te dejo. Jace está mordisqueando mi brazo —le dije mientras el castaño me miraba con ojos de cachorro.

—¿Siempre estuvo contigo? No lo noté.

—Está bien entrenado —acaricié su cabello.

—Vale. Los dejo. Pero no quiero sobrinos aún —abrí los ojos de par en par y Jace soltó una carcajada. La morena cortó la llamada y Jace se acostó en mi regazo.

—Hey, hey, Roja —llamó mi atención—. ¿No sientes ganas de darle sobrinos a Emma?

—¡Jace, imbécil! —golpeé su frente y él siguió riéndose.

—No seas tan hostil —se rio—. ¿Es que acaso no me quieres?

—Sí te quiero. Pero tú eres un sinvergüenza —desvié la mirada algo sonrojada.

—Eres tan adorable, Melissa Seller —tomó un mechón de mi cabello y lo enrolló en su dedo—. Me encantas demasiado.

—Ay, detente —susurré avergonzada. Él se levantó y me abrazó—. ¿Q—Qué?

—Estoy contento de que me quieras —susurró en mi oído.

Jace me abrazó con más fuerza y solté un suspiro.

—Eres realmente increíble, Collins —susurré acariciando su espalda.

Pensar que hace unos meses era el ser más odiado por mí, y que ahora estábamos juntos. Era algo bastante difícil de creer. Inclusive para mí. Sin embargo, la realidad estaba ante mí.

Cada vez me gustaba más, cada vez estaba más y más enamorada de este idiota. Él en serio se había vuelto indispensable para mí.

—Creo que debería ir a casa. Está oscuro —susurró y yo me quejé—. ¿Tanto quieres que me quede? —se rio.

—Quédate hoy —susurré sin apartar mi rostro de su cuello.

—Me encantaría. Pero —acarició mi cabello—... Tengo unas cosas que terminar en casa. Vendré a recogerte mañana para ir a la fiesta.

—Eres vil —levanté mi vista e hice un pequeño puchero, a lo cual sonrió enternecido—. No me mires así, tarado.

—Creo que debería dejar de malcriarte tanto —frunció el ceño—. Sigues siendo tan hostil como la primera vez. Pero estoy seguro a que eso se debe a que no he puesto suficiente carácter sobre ti —enarcó una ceja y apretó mi cintura. Mis mejillas se coloraron—. Diablos, Melissa. No hagas esas expresiones. Soy un hombre. Sé más precavida o no podré controlarme la próxima vez —noté un pequeño rubor en sus mejillas y mordió su labio desviando la vista.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora