Capítulo 12

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Habían pasado dos días. Dylan seguía sin aparecer y Jace seguía siendo indiferente. Lo cual realmente confirmaba mi teoría: Sólo quería acostarse conmigo, pero como nunca lo acepté se rindió y decidió volver a su vida de Playboy. Típico. Sinceramente me daba igual. Después de todo me lo había logrado sacar de encima después de un arduo trabajo. Jace podía llegar a ser muy molesto normalmente y se había convertido en el dueño de la mayoría de mis dolores de cabeza. En serio no lo soportaba y agradecía el hecho de que por fin había logrado que se alejara de mí.

Era sábado y yo realmente no tenía nada que hacer, por lo cual había estado pensando en muchas estupideces. Le había sugerido a Emma que pasara por mi casa, pero su respuesta fue muy clara.

"Estoy ocupadilla con algunas cosillas ;)"

A veces Emma se parecía a Jace.

Luego recordé a Dylan. Maldición, quería saber de él. Lo extrañaba y me sentía faltal, pues la causa de todo radicaba en mí. Yo debía llamarlo a él. ¿Por qué no pensé en eso desde antes? Sin duda era ridículo de mi parte esperar que él me llamara o me escribiera. Yo había causado esta situación y yo debía arreglarla.

Tomé mi celular y marqué su número rápidamente.

¿Melie?

—Dyl —mis ojos se cristalizaron al oír su voz, bastante agotada y débil.

¿Estás bien? preguntó preocupado.

—Eso debería preguntarlo yo. No te he visto desde aquel día y estoy muy preocupada por ti. Lo siento tanto, Dyl. No espero que me perdones. Sólo quiero que aceptes mis disculpas. Sé que dije cosas que no debí. Sé que te lastimé. Y por eso me disculpo. No quiero que estemos mal. Me siento muy sola desde que dejé de verte. Y sólo han pasado algunos días...

Descuida, bonita susurró con bastante tranquilidad. No quiero que llores. Yo estoy bien. Sólo necesitaba un poco de tiempo para pensar bien las cosas. También te he extrañado muchísimo. No te haces una idea de cuánto. Pero también quise darte tu tiempo. Por eso no llamé. Lo siento, Melie —pese a que sabía que no me estaba viendo, negué con la cabeza soltando algunas lágrimas.

—No te disculpes, Dyl. No tienes de qué. Después de todo, yo soy la causante de todo esto.

No te preocupes. ¿Qué te parece si vamos a comer helado? Si no tienes otra cosa que hacer —mis mejillas se pusieron rojas. Él aún me gustaba. Eso no lo iba a negar. Pero tenía miedo de que estos sentimientos siguieran creciendo y nuestra amistad se perdiera. Aunque sabía que también se perdería si lo seguía alejando. No sabía con certeza qué debía hacer o pensar.

—Está bien. Gracias, Dyl —susurré.

Pasaré por ti en media hora. Nos vemos.

—Adiós —y colgó. Suspiré fuertemente. él sabía cuáles eran mis puntos débiles. Y pensar que él mismo se había convertido en uno de ellos me hacía querer morir. No podía superar aquellos sentimientos tan fácilmente. Era riesgoso. Pero realmente le quería.

Luego de bañarme y arreglarme oí el timbre de mi casa y mi corazón empezaba a acelerarse con cada escalón que iba bajando. Para el momento en el que llegué a la puerta, estaba vuelta un manojo de nervios. Y cuando la abrí, mis piernas dejaron de responder, por lo que disimuladamente me agarré del marco de la puerta.

—Luces preciosa —besó mi mejilla y yo no pude evitar abrazarlo fuertemente. Unos pocos días me habían bastado para saber que lo extrañaba muchísimo—. Te extrañé, princesa —mis mejillas se encendieron cuando lo oí decirme aquello.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora