Capítulo 48

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—Creemos que es mejor que tú y Jace dejen de verse a partir de ahora —dijo mi madre.

—Están definitivamente locos...

Me levanté rápidamente y salí corriendo de ahí.

—¡Melissa! ¡Vuelve aquí! —oí el grito de mi padre.

Las lágrimas rodaban por mis mejillas. Me sentía traicionada. ¿Realmente ellos no habían venido por mí desde un principio? Qué ingenua fui. Además, ¿puedo realmente decir que me quieren? ¡Prefirieron agrandar su estúpida empresa casándome con un extraño! ¿Dónde quedaba yo?, ¿mi dignidad, mis sentimientos? ¿Dónde quedaba mi valor como persona?

Corrí y corrí. Tratando de recordar el camino correcto. Esperaba no perderme. Traté de ir lo más rápido que pude. En primeros momentos mis padres me habían estado persiguiendo. Pero luego de varias calles logré perderlos de vista.

Llegué a la gran gasa y corrí en dirección a la puerta tocando ésta con gran insistencia.

—¡Ya voy! —oí su grito exasperado—. ¿Qué diablos ocu... —su vista se concentró en mí y luego me miró preocupado—? ¿Melie? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué lloras?

Me lancé a sus brazos y comencé a llorar descontroladamente.

—Ya, preciosa —me levantó y me llevó adentro, cerrando la puerta tras de sí. Cuidadosamente me dejó en el sofá y se agachó frente a mí tomando mis manos—. ¿Qué le ocurre a mi Pequeña Princesa Roja? —veía su rostro preocupado y sentía como el frío se apoderaba de mi cuerpo—. ¿Te has lastimado? —negué con la cabeza—. ¿Entonces qué ocurrió, pequeña? —jamás había visto a Jace tan preocupado.

JACE

¿Qué le había ocurrido? Ella nunca había llorado de esa manera tan desgarradora.

—¿Quién te ha hecho llorar así, preciosa? —le pregunté preocupado mientras acariciaba sus manos.

—J—Jace —sollozó.

—Sí, aquí estoy. Háblame —mi corazón estaba latiendo a mil.

—Jace, mis padres...

—¿Qué les ocurrió a tus padres? —ella negó conteniendo un sollozo.

—Quieren que me case con Lance —tras decir eso, soltó un grito ahogado y empezó a llorar con más insistencia.

—¿Qué? —le dije. Estaba totalmente en shock. Ella asintió apretando mis manos.

—Firmaron un contrato con él para que nos casáramos cuando cumpliera la mayoría de edad. Todo para agrandar su empresa...

—No —susurré—... ¡No bromees conmigo! Melissa ¡NO ME JODAS CON ESO! —grité fuertemente levantándome de golpe.

Ella se quebró, como un cristal. La fragilidad de su cuerpo no pudo con ella. Sus mejillas estaban húmedas y rojas de todo el llanto. Nunca, en mi vida, había visto a Melissa en un estado tan débil como ese.

—Melie, princesa —susurre—. Dime que esto no es cierto...

Sabía que, un contrato es un contrato. Podría hacer todo lo que quisiera, pero jamás podría romper un contrato legal como ese.

—Jace, tengo miedo —sollozó.

No puede estar pasando esto.

Me lancé sobre ella y la recosté sobre el sofá, haciendo que ella me mirara impresionada.

—Melissa —susurré y la besé con insistencia—. Tú me perteneces a mí. Eres solamente mía —ella sollozó. Y al ver su rostro, me desplomé sobre ella y yo también dejé escapar varias lágrimas. Ella me rodeó con sus cálidos brazos mientras lloraba—. Tú no puedes ser de nadie más...

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora