Jace tomó una bolsa y la llenó de hielos. Tras ello, la acercó a una de mis mejillas.
—Auch —me quejé por el frío.
—Esas idiotas —dijo entre dientes, concentrando su vista en mi cara.
—Tranquilo, estoy bien —acaricié su rostro y él reaccionó—. Si no hubieras llegado en ese momento, yo había quedado calva —me reí.
—Si eso hubiera sucedido, te juro que las habría matado en serio —se acercó a mí y me besó—. Tu cabello es un tesoro para mí.
—¿Quieres decir que, si me lo tiñera de otro color, o si me lo cortara, ya no me querrías? —hice un puchero.
—¡Claro que te querría! Tonta —soltó—. Pero no lo hagas, por favor. Amo tu cabello rojo —dijo asustado.
—No lo haré —me reí y alboroté su cabello—. ¿Tanto te gusta mi cabello?
—Es lo más hermoso que he visto —me sonrojé desviando la mirada.
—No seas tan exagerado, Jace —susurré.
—No exagero. Lo adoro en serio —se encogió de hombros—. A ver tu otra mejilla —puso la bolsa de hielo en ella y entrecerré los ojos—. Perdona —susurró—. En serio, Melie. Si hubiera llegado un poco antes...
—Ya, tranquilo. No ibas a entrar conmigo al baño de todos modos.
—...
—¡Jace! —lo empujé haciéndolo caer al suelo y soltó una carcajada—. Eres asqueroso —me reí—. Vamos, levántate —le rendí mi mano y él la tomó sin dudarlo demasiado. Traté de levantarlo. Pero era terriblemente pesado. En cambio, él tiró de mi brazo haciéndome caer sobre él—. ¿Qué diablos, Jace? —sususrré y él me abrazó haciendo que yo apoyara mi cabeza en su pecho.
—Quedémonos así un rato, ¿Sí? —susurró acariciando tiernamente mi cabello.
El silencio se apoderó de nosotros. Pero no era uno incómodo. En absoluto.
Su pecho subía y bajaba tranquilamente. Su olor era embriagador. La loción que usaba era increíblemente masculina. Lo cual le daba un aire bastante atractivo, a mí parecer.
Estar con él me resultaba realmente tranquilizador. Él me hacía sentir como si estuviera flotando en las nubes. Hacía que me olvidara de eso que llaman estrés. Realmente me encantaba pasar tiempo con él. ¿Para qué iba a mentir?
—Cuando te vi por primera vez —susurró interrumpiendo el silencio, aún sin dejar de acariciar mi cabello—, algo en mí se encendió. No sabía a ciencia cierta qué era. Creí que sólo te deseaba, de esa manera —prosiguió—... Pero luego de conocerte realmente bien; luego de ser totalmente ignorando por ti. Me frustré mucho —se rio. Acaricié sus brazos aún sin mirarle—. Intenté de todo para llamar tu atención. Pero al parecer nada funcionó contigo. Eso me frustró aún más —ahora fui yo la que se rio.
—Es que eras un idiota —susurré cerrando mis ojos y oyendo los rítmicos latidos de su corazón.
—Lo sé, tal vez siga siéndolo —se rio—. Como decía, te volviste un dolor de cabeza, Roja...
—¡Oye! —carcajeé.
—¡Es la verdad! —levanté mi vista y vi que Jace tenía los ojos cerrados mientras su cara estaba mirando en dirección al techo. Contemplé sus facciones marcadas. Él definitivamente era inmensamente hermoso—. No había momento en el que no pensara en ti —sus manos se paseaban por mi cabello como si eso le relajara totalmente. Su voz era bastante serena y tranquilizadora—. Pensaba que me estaba volviendo loco o algo así. Pensaba que estaba estresado porque no me prestabas atención ni un poco. Pasaba por tu lado y ni siquiera me observabas. Eso me molestaba en serio. Nunca me había ocurrido algo como eso.
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Teen Fiction-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...