Capítulo 65

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JACE

Quiero morir.

No.

No es que algo hubiera salido mal. Al contrario, todo iba de maravilla.

Pero habían pasado cinco días.

Cinco días en los que mi comunicación con Melissa había sido bastante limitada. Cinco días en los que no había podido escuchar su voz. Pues ella temía que alguien la escuchase.

Habían sido los cinco días más pesados que había tenido. Y sabía que aquello apenas era el principio aún. Me seguía faltando más de medio camino. Mucho más.

Y, muy a pesar de que todo estaba saliendo con excelencia, estaba empezando a luchar contra mí mismo. Mis emociones se habían empezado a fundir como la piedra en la lava. Como el metal en el fuego. Un par de veces, había vuelto a perder la cordura y había empezado a romper más cosas en mi casa. Desde que habían empezado las vacaciones había estado pensando mucho en inscribirme en clases de boxeo. Y por fin lo había hecho dos semanas atrás, pero los últimos cinco días, los guantes y el saco se habían vuelto mi mejor compañía. Me había vuelto tan fiel, y tan obsesivo por soltar golpes llenos de furia, que había terminado también comprando un saco para ponerlo en alguna habitación vacía de mi casa aquel día número cinco.

Ya no quería ver a nadie, ni que nadie me viera a mí. Porque temía volver a perder la cabeza. No quería lastimar a nadie. Quería aislarme a mí mismo de todo y todos.

Pero aún quería la compañía del saco y los guantes. Sólo nosotros tres.

Muchas veces me imaginé gustosamente que el saco de boxeo era el cuerpo de Lance Carter. Porque ya no me interesaba más nada que mi odio por él.

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco golpes.

Secos.

Llenos de odio.

Suspiré y me senté en el suelo mientras me quitaba los guantes y los lanzaba algo lejos.

Había vuelto a fumar también, Melissa se molestaría si supiera que había vuelto a tocar la última caja de cigarrillos que había comprado cuando todavía estudiaba en el instituto. Era un hábito que había dejado cuando decidí dejar de ser el mujeriego que era.

Mi gusto por las chicas y las fiestas era tan grande como mi gusto por fumar luego de una noche con cualquier mujer que me ofreciera su cuerpo.

Me reí con amargura recordando lo idiota que fui en aquel momento. Jamás volvería a comportarme de esa manera otra vez.

No, gracias.

Sin embargo, había vuelto a otro hábito desagradable que había prometido abandonar.

—Lo siento —susurré mirando el fondo de pantalla de mi celular. La fotografía de Melissa besando mi mejilla adornaba cálidamente la pantalla de mi teléfono. Una lágrima rodó por mi rostro, acompañada de una calada del cigarrillo—. Había prometido que no fumaría otra vez...

La habitación estaba impregnada del desagradable olor a nicotina; nublada por el humo que ocasionalmente se escapaba de la mano con mis deprimentes suspiros llenos de sentimientos encontrados.

Ignoré las persistentes llamadas de Mike, quien probablemente estaría preocupado porque no me había vuelto a ver desde la reunión de la otra vez. Me había llamado cientos de veces y me había dejado miles de mensajes desde aquella oportunidad. Pero yo no me sentía en condiciones para responderle.

—Perdón a ti también, hermano —susurré expulsando el humo contenido.

Aislarme de todas las personas era lo único que necesitaba. Bueno, realmente no era lo único. También necesitaba volver a comunicarme con Melissa. Quien no había escrito desde las cuatro de la tarde y llevaba más de seis horas sin dar señales. Me había contado que, desde el primer día, Lance ya había empezado a besar su frente, por la mañana al saludar, y por la noche al despedirse. Y yo tenía miedo, porque así empezaría poco a poco a aprovecharse de la situación.

Papá estaba haciendo todo lo que podía. Habíamos progresado bastante con el plan. Pero, aun así, sabía que debía apurarme un poco más, porque Melissa debía regresar lo más rápido que fuera posible.

Besos en la frente.

Dos veces al día.

—¿Qué es toda esta mierda? —gruñí poniéndome nuevamente de pie y volviendo a ponerme los guantes, tras haber apagado el cigarrillo en el cenicero.

Volví a pegarle decenas de veces al saco, sintiendo poco a poco como las gotas de sudor comenzaban a bajar desde mis sienes y el centro de mi frente, hasta mi barbilla. Asimismo, mi cuerpo se encontraba bastante sudoroso también.

Cinco. Diez. Quince. Veinte.

El timbre sonó de manera insistente. Bufé quitándome los guantes otra vez y salí de la habitación en dirección a la puerta. Por fin, luego de horas, respiré aire limpio y fresco tras haber abierto la puerta principal, luego de ver a Mike a través de la mirilla plateada que adornaba la puerta café.

—Jace, idiota —gruñó Michael entrando directamente a la casa—. ¿Tienes una idea del tiempo que llevo tratando de comunicarme contigo? —el timbre de su voz estaba acompañado de angustia y furor. De repente, guardó silencio y me observó con el ceño fruncido—. Has estado fumando.

Me quedé callado y me di la vuelta para cerrar la puerta. Me mantuve dándole la espalda por un par de segundos.

—Así es —contesté al fin. Él no dijo nada. Oí un tosco suspiro.

—Melissa va a asesinarte si se entera de esto —soltó.

—Lo sé. Pero —me di la vuelta y caminé de nuevo en dirección a las escaleras. Al pasar por su lado, me detuve en seco y puse una de mis manos en su hombro—, ella no está aquí en este momento —palmeé su espalda y me alejé.

—¡¿Y eso qué demonios importa?! —gritó él cuando yo ya me encontraba a mitad de las escaleras. Frené el paso y lo miré de reojo.

—No demasiado —me encogí de hombros—. Sólo lo necesito. Tal vez vuelva a dejarlo luego —volví mi vista al frente—. Estaré arriba. Puedes ver televisión o algo. Realmente necesito estar solo, Mike. Gracias por venir y preocuparte, de todas formas.

Mike me miró disgustado. Bufó nuevamente, y salió por la puerta principal, cerrándola con un portazo que posteriormente dejó la casa en un sepulcral silencio.

Aunque haya dicho todo aquello. No me sentía bien rompiendo la promesa que le había hecho a Melissa de no fumar. Y tampoco me sentí bien apartando a Mike de aquella manera.

Pero cómo me encantaba desobedecerme a mí mismo. 

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora