Capítulo 31

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Suspire profundamente. No podía negarme, ¿cierto?

—Está bien —me rendí mirándole. Mis mejillas estaban rosadas y un creciente extraño sentimiento habitaba en mi estómago. Él, así como en la mañana, justo en ese momento, imponía autoridad y respeto. Era verdaderamente aterrador—. Pero —me miró—, ¿no estás exagerando un poco? Me hablas como si estuviera en peligro, Jace...

—No lo entenderías, aunque te lo explicara —me miró un poco apenado.

—Al menos inténtalo —se removió en su asiento y asintió.

—Como sabrás —comenzó—, y aunque de mi boca suene terriblemente arrogante; soy el chico más popular del instituto. Lo cual significa que, por más que quiera evitarse, recibir un trato especial de mi parte supone varios contras. Se sabe que yo jamás he estado seriamente con una persona. Ni me he interesado verdaderamente en alguien. Sólo he tenido chicas por diversión —rodé los ojos irritada—. Lo sé, lo siento, lo siento. Pero debo decirte las cosas como son realmente —dijo avergonzado.

—Continúa —me removí en mi asiento.

—Vale —asintió—. Había cierto rumor sobre mí, ya sabes. Que me gustaba alguien. Supongo que luego alguien nos vio juntos y surgió lo demás. Lamento causar tantos problemas. A lo que quiero llegar es, que hay gente muy mala, Melie. Especialmente a mi alrededor. Por eso insisto en protegerte. No quiero que alguien te lastime —tomó mis manos y las acarició—. También he sido malo. Lo sé. Sin embargo, tú me has hecho ver las cosas de otra manera.

—¿Por qué me lastimarían? —pregunté. Realmente no entendía aquella situación.

¿Qué clase de tema estábamos tratando? Se sentía como si dijera "Estar conmigo puede traerte desgracias. Intentarán hasta matarte por evitarlo". ¿En qué diablos me había metido?

—Por celos —respondió seriamente y recostándose en su asiento—. Jamás se ha visto que yo me interese por alguien hasta tal punto. A las chicas les preocupa que yo cambie, y que, de entre todas ellas, te escoja a ti, que no has hecho otra cosa que rechazarme una y otra, y otra vez, cuando ellas dicen estar dispuestas a hacer lo que sea por mí...

—¿Cómo se supone que deba sentirme con respecto a ello? —fruncí el ceño. ¿Debería sentirme halagada? ¿O culpable por ese "no has hecho otra cosa que rechazarme una y otra vez"?

—Oh, lo siento. No lo dije con mala intención —soltó alarmado—. Es sólo que... Ugh —pasó sus manos por su cabello—. En serio me gustas mucho. Y, aparentemente hay gente que lo ha notado ya. Los rumores corren terriblemente rápido y ya eres el centro de atención del instituto. Después de todo eres "La Primera", que ellos conocen. Pues en los años que he estudiado ahí, jamás se me había visto realmente interesado en alguien —mis mejillas se sonrojaron suavemente y desvié la mirada.

—No es necesario que lo digas así —susurré avergonzada.

—¿Aún no quieres creerme? —cuestionó algo desconcertado.

—Me es difícil hacerlo. Lo siento mucho —miré mis manos. Suspiró.

—Entiendo. Prometí no presionarte. Pero sí quiero protegerte. Eso sí será sin objeciones —pausó un segundo y me miró a los ojos—. Melie, sé por qué te digo todo esto. Esas chicas son como víboras venenosas. Así que necesito que me prometas una cosa...

—¿El qué? —pregunté interesada.

—Promete que no vas a andar sola nunca. Ya sea en el instituto o en la calle. Nunca camines sola. Será peligroso crear una oportunidad tan tentadora para cualquiera que quiera dañarte.

JACE

Melissa parecía bastante dudosa. Supongo que era lo más normal con todo lo que yo estaba diciéndole. Pues todo aquello sonaba demasiado exagerado para ser cierto. Pero yo lo sabía bien. Nada bueno pasaría si la dejaba sola.

Las chicas del equipo de animadoras, y, en general, todas las chicas populares, pese a estar saliendo con alguien, siempre acudían a mí. Mike decía siempre, "Eres como un rey para esas tontas".

Por más ridículo que eso sonara, lo fui corroborando con el paso del tiempo. El centro de atención, siempre había sido yo. Claro que no desaproveché la situación. En absoluto.

Sin embargo, actualmente mi cabeza no tenía espacio para ese tipo de cosas. Para mí, sólo estar cerca de Melissa, sin tocarle, sin besarle. Sólo su cercanía me bastaba.

Y, con lo que aquél día había ocurrido, y con el ataque de ira que presencié; me di cuenta de que necesitaba protegerla como pudiera.

Así que, quienquiera que quisiera, aunque fuese tocarle un cabello, estaría muerto para mí.

—Antes de aceptar. ¿Puedo preguntar algo? —asentí—. ¿Por qué no simplemente me dejas, y le dices a todos que ya no tengo ninguna clase de "Trato especial"?

Suspiré frustrado.

—Ni pensarlo —le dije serio y apreté los puños.

—¿Por qué?

—Varios motivos.

—¿Como cuáles?

—¡Hey! En serio me lastima tu insistencia. ¿Tanto quieres que te deje en paz? —lloriqueé. Ella se quedó en silencio un par de segundos—. Ya veo...

Suspire profundamente, sacando el dinero de los helados de mi billetera y dejándolo en la mesa. Iba a levantarme, pero ella tomó con fuerza mi mano. La miré asombrado.

—Ya no —susurró avergonzada.

—¿Qué? —pregunté confundido.

—Y—Ya no quiero que me dejes... en paz —soltó suavemente mi mano. Como si estuviera atenta a detenerme si trataba de irme de nuevo. Sonreí cuando ella no me veía. Me acerqué a ella y le tendí mi mano. Melissa me miró.

—Vayamos al parque del frente —sugerí con voz suave y ella asintió tomando mi mano. Una corriente de electricidad recorrió todo mi cuerpo y mi piel se erizó al contacto con ella. Este tacto... Era especial.

Cuando ella estuvo de pie, para no incomodarle, solté su mano y salimos del lugar, ambos con las manos en los bolsillos de nuestros abrigos. La noche había caído y el viento era helado. Al llegar al parque, nos sentamos en una banca. Los árboles se balanceaban al unísono mientras producían un relajante y perdurable sonido.

—Roja —dije con voz suave y sin mirarla—. Estoy enamorado de ti...

—J—Jace —oí su voz en un susurro.

—Lo repetiré las veces que sean necesarias para que llegue a tu corazón. No importa que te canses. No importa que no sientas lo mismo. Lo diré una, y otra, y otra vez. Y, pase lo que pase, juro que jamás volverán a dañarte —la miré al fin. Tenía la vista clavada en sus manos, con las cuales jugueteaba. Su cabello tapaba su rostro e, impulsivamente, lo puso detrás de su oreja. Dejándome así, observar el color rojo de sus mejillas. Me acerqué a ella y besé su mejilla suavemente—. Porque te quiero, no voy a permitirlo...

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora