Capítulo 33

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—Oye, Melissa... Melissa... Melissa... Me-....

—¡¿Qué diablos quieres Jace?! —solté alterada. Teníamos dos horas de haber llegado a casa y él había insistido incansablemente durante el día en pasar la tarde conmigo.

—Te quiero —sonrió con ternura y cerrando sus ojos.

—Yo no —continué batiendo la mezcla de panqueques que estábamos preparando en la cocina. De reojo pude ver como Jace hacía un puchero.

—¿Nada, nadita?

—Ni un poquito —le di la espalda para acercarme a la cocina para empezar a hacer los panqueques. Antes de que pudiera llegar, él me abrazó por la espalda y lloriqueó de manera sobre actuada.

—¿Por qué no me quieres? —lloró. Mi cuerpo estaba tenso en su totalidad. Su cercanía de por sí me ponía bastante nerviosa. Y justo en ese instante. Estaba más cerca de lo que me gustaría.

—J—Jace, aléjate, por favor —las palabras no salían completamente bien de mi boca. El castaño se alejó de mí y mi respiración volvió a la normalidad.

—Oye —llamó mi atención—. En serio eres adorable cuando te pones nerviosa.

—¿Y sólo porque crees eso es tan necesario fastidiarme así? —volvió a sonreírme y me quitó el tazón de la mezcla de las manos. Depositó un pequeño beso en mi mejilla y sonrió de medio lado.

—Por supuesto —se acercó a la cocina y sin decir nada más empezó a hacer los panqueques.

Yo asumía que mi rostro debía estar completamente colorado. Pues el calor que en ese momento estaba sintiendo era abrumador.

—V—Vuelvo en un momento —no esperé respuesta y sólo salí de ahí con destino al baño. Al llegar, cerré rápidamente la puerta y me acerqué al lavabo abriendo el agua fría para mojar mi rostro.

¿Qué demonios es esto?

Mi cabeza daba vueltas y mi corazón aún continuaba acelerado por lo que un par de minutos atrás había sucedido. Suspiré hondo y vi mi reflejo en el espejo. Efectivamente, mis mejillas estaban casi del mismo color de mi cabello. Qué vergüenza.

¿Por qué me sentía así?

Es obvio, ¿no?

¿Qué?

No te hagas la tonta. Soy parte de ti, a mí no puedes engañarme.

Pero, ¿de qué hablas?

Jace.

¿Jace?

.

¿Qué con él?

Te está empezando a gustar desde la semana pasada. Tal vez desde antes.

¡Qué horror!

Engáñame todo lo que quieras. Pero recuerda: tú eres yo y yo soy tú.

—¡Melissa! —me sobresalté al escuchar la voz del castaño llamarme—. ¡Me corté! —lloriqueó tocando la puerta y rodé los ojos—. Me voy a morir desangrado si no me ayudas.

—¿No puedes sólo ponerte una bandita?

El muchacho se quedó callado un par de segundos. Sólo oía algunos sollozos.

—¿Jace?

—Es que acabo de perder mi dedo —abrí los ojos horrorizada y corrí hacia la puerta abriéndola de golpe. Lo primero que pude ver fue a Jace con su mano izquierda llena de sangre. Sin embargo, él empezó a reírse como idiota cuando vio la expresión de rabia que le lancé al observar que él, evidentemente me había mentido. Al acercarme más, vi que lo que había en su mano no era sangre... Era jarabe de fresas.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora