Capítulo 42

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—¿Despertaste? —pregunté cuando le vi aparecer en la cocina.

—Quiero morir —se quejó tocándose la frente.

—¿Te has tomado la pastilla? —cuestioné mirando por la ventana—. Anoche estabas vuelto un desastre.

—Sí, la he tomado —se sentó a mi lado—. Buenos días, Roja —besó mi mejilla—. ¿Qué hora es? —cuestionó apoyando su cabeza en mi hombro.

—Son las dos —se tensó—. Tranquilo, también me acabo de levantar —me reí.

Jace se levantó y se acercó a la cocina.

—¿Ya comiste? —cuestionó apoyándose del mesón.

—Aún no —puse mis brazos sobre la encimera y me recosté sobre ellos—. Todavía quiero dormir —cerré los ojos.

—¡No seas floja, demonios! —se rio dándome un pequeño golpecito en la nuca—. Prepararé algo.

—Vale —sonreí enderezándome.

Jace se dio la vuelta y comenzó a cocinar. Yo solamente le veía con atención. Sonreí un par de veces cuando logré ver su perfil con semblante serio. él estaba metido en su mundo.

Adorable.

Jace era muchísimo más de lo que parecía. A simple vista pensarías que era flojo y mimado. Pero realmente era todo lo contrario. A veces me avergonzaba que él siempre se ofreciera a cocinar. Cuando era yo la que debía cocinarle a él. Después de todo, él era el que me visitaba.

Sin embargo, siempre que yo le decía que lo haría yo, él se quejaba y se negaba rotundamente.

Me levanté de mi asiento y me acerqué de manera sigilosa a él. Enrollé mis brazos alrededor de su torso y di un pequeño beso en su espalda.

—Cada vez te me haces más impresionante. Te atreviste a hacer algo tan sencillo, pero sabiendo que es algo que nunca falla —susurré. Él tembló un poco.

—Es mi deber impresionarte —me respondió en el mismo tono acomodando unas tostadas en los platos y cubriéndolas de mermelada—. Y sé que adoras esto —puso un huevo y dos trozos de tocino en cada plato.

—Ves muy bien a través de las personas —me alejé de él y volví a sentarme donde antes. Se acercó y puso un plato frente a mí y el otro se lo quedó—. Fantástico —sonreí mirando la comida.

—Supe que te gustaba porque siempre que venía a la cocina encontraba cada vez menos de los ingredientes. Además —puso un vaso de jugo de naranja en frente de mí—. Esto también. Y no sólo eso, una vez te oí decir que, si un chico te sorprendía con algo como esto, te casarías con él sin pensarlo demasiado —solté una risilla.

—¡Qué astuto eres! —me reí—. Pero es muy pronto para eso

Jace hizo un pequeño puchero y se sentó frente a su plato con una mirada bastante agraviada.

—Comienzo a dudar de tu amor por mí —le dio una mordida a su tostada.

—No es eso —lo miré con los ojos entrecerrados—. Ni siquiera tenemos tanto tiempo saliendo y ya te quieres casar —me reí—. Al menos aguanta un poco, pequeño idiota...

—Bueno, no tengo otra opción, de todas formas —se encogió de hombros y yo Sonreí. Él era terriblemente adorable—. Estoy emocionado —sus labios se curvaron ligeramente.

—¿Por qué? —pregunté interesada.

—En dos semanas es tu cumpleaños —dijo ansioso—. Cumplirás dieciocho.

—Ah, eso —me reí—. Estás más emocionado que yo, al parecer —bebí un poco de jugo—. Esto está delicioso, Jace. Te adoro —le dije cuando probé un poco de todo junto.

—Lo sé, soy genial —presumió—. Pero —me miró atentamente—... ¿qué es lo que te preocupa? Deberías estar emocionada también.

—Bueno —suspiré—. Los cumpleaños dejaron de tener sentido para mí cuando empecé a pasarlos yo sola —cerré los ojos y eché mi cabeza hacia atrás—. Una pizza y un tarro de helado serían suficientes para mí...

La verdad me dolía haberme acostumbrado a aquello. Mis padres eran las personas más importantes para mí. Pero sentía que cada vez les importaba aún menos... Y eso me hacía querer morir.

—Hey —sentí que se acercó y se puso detrás de mí tomando mis hombros—. No digas eso, por favor —abrí lentamente mis ojos y me giré en la silla para observarlo—. Me tienes ahora, también a Emma. Y... Aunque odie decirlo, también tienes a las dos escorias —me reí—. No estás sola. Somos tus amigos. Soy tu novio. Si tus padres no vienen, nosotros nos encargaremos de hacerte sentir genial. Confía en nosotros, Roja...

Jace no dejó que ninguna palabra saliera de mi boca. Me dio un corto beso y luego tomó mis manos.

—Ven, levántate y déjame abrazarte —susurró tiernamente. Me levanté de la silla y él me atrajo a su cuerpo—. En serio te quiero, Melissa —su olor era encantadoramente embriagador. Acaricié su espalda suavemente y cerré mis ojos cuando mi cabeza estaba descansando en su pecho.

—Gracias por todo, Jace —susurré—. No sabes lo feliz que me hiciste con todo lo que me dijiste...

—¿Para qué estoy? —no le estaba viendo. Pero sabía que había comenzado a sonreír. Lo conocía bien.

* * *

OMNISCIENCIA

Las emociones estaban a flor de piel. Melissa estaba nerviosa y Jace y los demás estaban emocionados por el cumpleaños de ella.

Por otra parte, Dan y Helena estaban muriéndose de ansiedad. Habían planeado aparecer sorpresivamente el día que se celebrara la fiesta de cumpleaños de Melissa. Sin embargo, lo que menos deseaban era la llegada del fatídico día. Ellos ansiaban volver a verle. Pero la visita más que todo se debía a otras razones.

Dan pasó frustrado una mano por su canoso cabello mientras caminaba de un lado a otro nerviosamente.

—¿Qué hago, Helena? —le preguntó a su mujer. Ella suspiró.

—Quedan poco menos de dos semanas. Sé que quisiéramos evitarlo. Pero... ¿hay una forma?

—No la hay —espetó el hombre sentándose a los pies de la cama—. Quisiera que hubiera.

—Pude hablar con Emma —susurró Helena fuera de sí. Dan levantó la mirada—. Dijo que nos ayudará con la fiesta de Melissa.

—¿Dijo algo sobre el muchacho? —ella se quedó en silencio—. Habla...

—Él y Melissa se adoran mucho. Emma me dijo que hacen todo juntos y que él es encantador —Dan se levantó y le dio un golpe a la pared.

—Esto es una mierda —susurró.

Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora