El tiempo siguió su curso y las dos semanas se habían pasado tan rápido que yo ni siquiera lo noté.
—Salgamos —me dijo Jace por enésima vez en el día.
—¿Por qué? —lloriqueé agarrándome fuertemente del sofá mientras él tiraba de mis piernas—. ¿Y por qué estás vestido así?
—¡Quiero salir contigo, maldita sea! —me sobresalté por su grito y aflojé mi agarre—. ¿No puedo salir con mi novia el día de su cumpleaños? —frunció el ceño.
—Vale. Deja que me acomode un poco, aunque sea —sonrió triunfal y yo subí las escaleras de mala gana—. Ya decía yo que había venido muy arreglado hoy —susurré en cuanto cerré la puerta de mi habitación.
Usualmente Jace solía vestir bastante bien. Sin embargo, este día él llevaba una camisa manga larga azul marino que se ceñía perfectamente bien a su cuerpo. La llevaba dentro de unos jeans y tenía adicional una corbata de un color bastante similar. Un estilo bastante sobrio y formal. Pero no había podido evitar mirarle con confusión cuando había abierto la puerta. Quiero decir, ¿quién diablos se vestía así un viernes a las 10:00 a.m.? A parte de los hombres de negocios, no creo que fuera muy común ver a un chico de dieciocho años luciendo tales pintas tan temprano.
—¡Jace! —grité desde la puerta—. ¡¿A dónde iremos?!
—¡Sólo usa algo bonito! —gritó de regreso desde la planta baja.
—¿Qué demonios es "algo bonito"? —bufé por lo bajo mientras cerraba la puerta nuevamente. Rápidamente, y para no hacerle esperar demasiado, tomé un vestido casual color blanco sobre las rodillas y encima me puse una chaqueta de mezclilla.
Mi ceño seguía igual de fruncido que antes. Detestaba que Jace hiciera planes sin avisarme. Gracias al cielo me había puesto un poco de maquillaje antes de que él llegara. Sólo debía retocar un poco.
—Oh, luces encantadora —sonrió desde el inicio de las escaleras tomando mi mano cuando estuve cerca de él.
—¿A dónde vamos? —pregunté nuevamente guardando mi teléfono en mi bolso.
—Ay, tú sólo cállate y confía en mí —sonrió ampliamente entrecerrando los ojos y tomando mi brazo con más fuerza atrayéndome a él—. Vamos. Tú sólo espera...
No dejó que respondiera y ambos salimos de la casa. Subimos a su auto. Varias veces lo atrapé sonriendo mientras se removía en su asiento.
¿Qué diablos tienes entre manos, Collins?
—Jace —lloriqueé.
—Silencio —soltó—. No te diré a dónde te llevaré.
Me crucé de brazos haciendo un pequeño puchero mientras miraba por la ventana.
—Oh vamos —tocó levemente mi rodilla mientras reía—. No te pongas así. Deja que al menos hoy te guarde un secreto —me quedé en silencio—. No va a funcionar. Lo siento —volvió a reírse.
Duramos unos diez minutos más en el auto. No se me ocurría ningún sitio al que pudiéramos estar yendo. Sinceramente.
Finalmente, y luego de lo que para mí fue como una eternidad, al fin Jace aparcó el coche en el estacionamiento de un centro comercial.
—¿Qué diablos? —susurré mirando las fachadas de un lugar en donde hasta respirar parecía caro—. Jace, ¿a dónde me has traído?
—Sorpresa —sonrió de lado y bajó del coche corriendo hacia mi puerta para abrirla. Me tendió su mano—. Vamos a entrar.
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Ficção Adolescente-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...