—¡Respondan! —gritó furioso. Todo el lugar se encontraba en un completo y total silencio del cual hasta yo misma estaba aterrada. Jamás había visto esta faceta de Jace. Él, usualmente quería agradarle a todo el mundo. Y enojado, sólo lo había visto con Dylan. Pero este era otro nivel.
JACE
Oí una pequeña risilla detrás de mí.
—¿En serio te ha dolido? —mi sangre empezó a hervir con más intensidad y me giré. Probablemente mi cara era indescriptible en aquel momento.
—Tú —susurré—. ¡¿Cuál es tu maldito problema, Amy?!
—Sólo quería divertirme un poco —acarició mi hombro—. En serio luces molesto —se rio. Oh, demonios. Ella quería morir.
—Amy —la aparté bruscamente de mí—. Creo haberte dicho hace un tiempo a ti y a tus amigas que se alejaran de Melissa. Especialmente a ti. ¡¿Es que acaso no te quedó claro?!
—¿Qué está pasando aquí? —oí al director que venía desde algo lejos.
—Estás muerta —le susurré y ella sonrió.
—Nunca lo harías. Jamás te pondrías de lado de esa fea —señaló a Melissa.
Oh, ella iba a morir.
—Observe, director —tomé el brazo de él y lo llevé hasta el casillero de Melissa. El hombre palideció ante la cantidad de insultos que decoraban la taquilla de la pelirroja. Me miró buscando respuestas—. Eso no es todo —le entregué la nota—. ¡Mike! —llamé al muchacho que en unos pocos segundos estuvo a mi lado—. Consigue el cuaderno de Amy —le susurré y éste asintió. Se acercó a la chica y le arrancó el cuaderno de las manos.
—¡¿Qué haces, idiota?! —él no le respondió y volvió hacia mí.
—Aquí tienes, hermano —me lo entregó y yo lo abrí en una página al azar.
—Compare la caligrafía —sugerí y el hombre, en silencio siguió mi sugerencia. Su rostro se tornó serio. Hasta donde sabía. Él tenía una buena relación con los padres de Melissa. Así que supuse que tal vez le tendría algo de aprecio a ella también. No me había equivocado. Su cara era un poema.
—Señorita Seller —miró a Melissa—. Lamento que haya tenido que pasar por tal situación en mis instalaciones. Sus padres me pidieron que cuidara de usted.
—No sé preocupe, director. No es culpa suya —él hombre asintió apenado y miró a Amy.
—Usted, vendrá conmigo.
—¿Qué? N—No es lo que cree, director —miró a Mel—. ¿No es así, Melissa? —sonrió con falsedad—. Nosotras siempre nos jugamos así —en sus labios pude leer un "Si me delatas, estás muerta, perra". ¿Esta idiota encima de todo la estaba amenazando? Miré a la chica que miraba con seriedad el panorama.
—Jamás en mi vida te he visto —respondió despectiva y contuve mi carcajada. Toma eso, Amy.
MELISSA
Esta idiota, había sido ella quien me había tropezado a propósito unas semanas atrás ¿Acaso pensaba que yo era tan manipulable? Qué estúpida. El director se la llevó de ahí y todo volvió a quedarse en silencio. Jace volvió a pararse en medio del lugar.
—A todos —comenzó serio—, ni se les ocurra ponerle un sólo dedo encima a Melissa Seller. Si me entero de algo, así sea una mínima cosa. Me aseguraré de hacerle la vida un infierno a esa persona —se acercó al grupo de las animadoras—. Y ustedes —pausó—. Les repito lo que le dije a ella —señaló la dirección en la que se habìa ido la chica—. Estoy perfectamente seguro de haber hablado con ustedes. ¿Creyeron que estaba jugando?
—N—No es eso —dijo una de ellas.
—Nosotras tratamos de d—detenerla. Lo juro —lloriqueó otra—. Ella planeó todo...
Era miserable la manera en la que ellas mismas, que se hacían llamar "amigas", se delataban unas a otras.
Jace rio irónico.
—Supondré que no me están mintiendo y les perdonaré la vida. Por ahora —desde donde me encontraba podía ver claramente como temblaban del miedo—. Ahora... Lárguense de mi visa —asintió y se fueron con paso apresurado—. ¡Todos, vuelvan a sus asuntos! —gritó enfurecido. Todos empezaron a murmurar atónitos ante tal espectáculo que Jace había formado—. ¿Estás bien?
—L—Lo estoy —tragué seco—. Uhm, g—gracias —sinceramente Jace podría llegar a dar muchísimo miedo.
Me sonrió dulcemente. ¿Qué clase de cambio de humor repentino era éste?
MIKE
—Gracias, hermano —me dijo Jace cuando Melissa se fue a su clase.
Jace, llevaba años conociéndolo. Vivíamos cerca y éramos amigos desde niños. Creo ser el único que sabía que Jace era una persona muy inestable emocionalmente. Y cuando se enojaba en serio, era como conocer al mismísimo Satán. Era increíblemente espeluznante.
—Sabes que siempre estoy de tu lado —palmeé su espalda.
Por otra parte, lo conocía perfectamente bien para haber notado desde el principio lo muerto que estaba por Melissa Seller. Ella era un buen partido: inteligente, bonita y con un buen carácter. Nada comparado con las chicas con las que estábamos acostumbrados a lidiar.
Pero...
¿Estaba tan enamorado para llegar a tal punto? La actitud que tomó había sembrado el miedo en la mayoría (si no es que todos) de los estudiantes.
A lo largo de los años, yo presencié cada una de sus facetas emocionales: felicidad, tristeza, rabia, enojo, decepción. Y afines.
Él, pudiera parecer una persona desinteresada e inmadura. Pero yo sabía perfectamente que lo que escondía detrás de esa máscara que había construido con el paso de los años, no era nada más ni nada menos que un manojo de emociones descontroladas y revueltas.
Jace sólo actuaba de la manera en la que había actuado minutos atrás, únicamente cuando algo hacía su sangre hervir. Y, juro por Dios, que era la primera vez que veía que él se enfadaba tanto. Hasta yo tuve un poco de miedo. Pues, yo conocía el para mí llamado "Demonio" Jace Collins. Pero aparentemente sólo había conocido una parte de éste. Hasta ese día.
Luego de que el ambiente se calmara, noté a Melissa bastante impresionada con lo que sus ojos acababan de presenciar. Pero Jace no dudó en sonreírle tiernamente, como diciéndole con su mirada "Descuida, ya pasó".
Cada vez estaba más y más impresionado con lo que estaba sucediendo. Ella era increíble. Sin notarlo tenía a Jace comiendo de la palma de su mano.
Un ángel que domó al mayor de los demonios.
Sí, así podría llamársele.
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Playboy, ¡Déjame en paz! (EDITANDO)
Ficção Adolescente-Maldición, para de molestarme -dijo Melissa exasperada. Jace sonrió con arrogancia. Propio de él. -Oh, vamos, sólo quiero que me des un beso -susurró mientras apretaba el cuerpo de la chica contra el suyo-. Sólo uno, preciosa. -¡Ni lo sueñes! Sólo...